LA ORACIÓN DE FE

 

La oración de fe sanará al enfermo Y la oración de fe restaurará (sanará) al enfermo... (Sant. 5:15).

 

En nuestros días, este texto es uno de esos versículos muy conocidos por muchos, pero que solo unos pocos interpretan bien. Esto se comprende a la luz de cómo se manejan hoy las Escrituras. Al comenzar un libro sobre la interpretación de la Biblia, es esencial que, antes de ver este texto en particular, establezcamos algunos principios que nos llevarán a entender mejor no solo el versículo, sino toda la Biblia.

 

En primer lugar recordemos que Pablo le enseña a Timoteo la necesidad de interpretar las Escrituras con extremo cuidado: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad,” (2 Tim. 2:15).

 

La labor del maestro de la Palabra no es solo interpretarla, sino hacerlo de la manera correcta, hasta el punto de ser preciso en lo que enseña. Lo que estamos enseñando es la Palabra de Dios, la manera en que Él piensa. ¡Qué tremenda responsabilidad!

 

En segundo lugar, todo texto de la Palabra puede ser malinterpretado, ya sea por entender mal lo leído, por entender menos de lo que el texto dice, o por pensar que el texto dice más de lo que dice.

 

En tercer lugar, suele suceder que los textos son malinterpretados conforme a las corrientes de malas enseñanzas que “están de moda” en el momento. En este sentido, el texto que estamos analizando encuentra su errada interpretación, con mayor frecuencia en el mundo de hoy, dentro del movimiento de “súper fe” o de “proclámalo y recíbelo”. Este movimiento enseña con toda liberalidad que nuestras palabras tienen poder por el solo hecho de ser pronunciadas, y que podemos crear la realidad siempre y cuando tengamos suficiente fe.

 

Sanidad y soberanía de Dios

 

Un análisis de la Escritura nos muestra que tal premisa es por completo errónea. Recordemos que Jesús sanó a gente que ni siquiera sabía quién era Él, como aquel hombre que había nacido ciego, que describe el Evangelio de Juan (Juan 9:34-38). Igual sucedió con el paralítico en la piscina de Betesda, donde vemos que “el que había sido sanado no sabía quién era, porque Jesús, sin que se dieran cuenta, se había apartado de la multitud que estaba en aquel lugar” (Juan 5:13).

 

A lo dicho debe agregarse que el apóstol Pablo, el gran misionero que supo sanar a muchos, no pudo sanarse a sí mismo (2 Cor. 12:8-9). Parece claro que lo importante para la sanación es la soberanía de Dios. La sanidad depende de la voluntad de Aquel que supo sanar a gente que ni lo conocía y que, por otro lado, negó la sanación a personas que no solo lo conocían, sino que ellos mismos tenían el don de sanación, como fue el caso de Pablo. Esto es consecuente con lo que revela 1 Juan 5:14: “Esta es la confianza que tenemos delante de Él, que si pedimos cualquier cosa conforme a Su voluntad, Él nos oye”. Santiago está de acuerdo con esta verdad que Juan enuncia, pues, un poco antes del texto que estamos analizando dice: “Más bien, debieran decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello” (Sant. 4:15).

 

Preguntas al texto de Santiago

 

Ahora estamos listos para interpretar Santiago 5:15. Para comenzar, tenemos que colocar este versículo en su contexto inmediato, para luego poder responder las preguntas que el texto mismo generará. Entonces podremos sacar conclusiones en base a todo el consejo de Dios. Dice Santiago 5:13-18:

 

¿Sufre alguien entre ustedes? Que haga oración. ¿Está alguien alegre? Que cante alabanzas. ¿Está alguien entre ustedes enfermo? Que llame a los ancianos de la iglesia y que ellos oren por él, ungiéndolo con aceite en el nombre del Señor. La oración de fe restaurará (sanará) al enfermo, y el Señor lo levantará. Si ha cometido pecados le serán perdonados. Por tanto, confiésense sus pecados unos a otros, y oren unos por otros para que sean sanados. La oración (súplica) eficaz del justo puede lograr mucho. Elías era un hombre de pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviera, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Oró de nuevo, y el cielo dio lluvia y la tierra produjo su fruto.

Primera pregunta:

 

¿De qué está hablando el texto? De la oración. Esto lo sabemos porque la oración se menciona en cada versículo:

  1. v. 13b: “Que haga oración.”
  2. v. 14b: “y que ellos oren por él…”
  3. v. 15: “La oración de fe…”
  4. v. 16: “y oren unos por otros…”
  5. v. 17: “y oró fervientemente para que no lloviera…”
  6. v. 18: “Oró de nuevo…”

Primera conclusión:

 

El tema es la oración y la confianza en el Señor para lidiar con diferentes situaciones en nuestras vidas, y no la sanación por fe.

 

Segunda pregunta:

 

¿Cómo sabemos que no se trata solo de la oración para sanidad? Porque el texto muestra la oración en conexión con diferentes problemas del creyentes y no solo en relación con las enfermedades:

 

La oración se relaciona con el sufrimiento: “¿Sufre alguien entre ustedes? Que haga oración” (v. 13a). El sufrimiento es un tema importante en la epístola de Santiago desde el inicio (1:2). La oración en medio del dolor expresa confianza en Dios.

 

La oración se relaciona con los buenos tiempos: “¿Está alguien alegre? Que cante alabanzas” (v. 13b). Cantar alabanzas es una especie de oración cantada, porque al cantar ponemos música al deseo de nuestros corazones. La oración en medio de los buenos tiempos expresa agradecimiento a nuestro Creador.

 

La oración se relaciona con las enfermedades: “¿Está alguien entre ustedes enfermo? Que llame a los ancianos de la iglesia y que ellos oren por él, ungiéndolo con aceite en el nombre del Señor” (v. 14).

 

La oración se relaciona con la enfermedad y la posible presencia de pecado en nuestras vidas: “y el Señor lo levantará. Si ha cometido pecados le serán perdonados. Por tanto, confiésense sus pecados unos a otros, y oren unos por otros para que sean sanados” (vv. 15-16).

 

Sabemos que no toda enfermedad es el resultado del pecado (Juan 9:1- 3). También sabemos que algunas enfermedades sí son el resultado del pecado en la vida de los creyentes (1 Cor. 11:27-30). En esos casos, ¿qué debemos hacer? Orar y confesar nuestros pecados unos a otros para sanación, nos dice este texto. Aquí vemos que la fe sola no es suficiente para estos casos; además tenemos que;

1) orar,

2) tener fe en Dios y

3) confesar nuestros pecados, caminando en santidad delante de Dios. No negamos el valor de la fe, como declara Santiago en 1:6- 7. Pero la fe no es una garantía de sanación.

 

La oración se relaciona con la intervención de Dios para resolver problemas de la disfunción de la naturaleza afectada por el pecado: “Elías era un hombre de pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviera, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Oró de nuevo, y el cielo dio lluvia y la tierra produjo su fruto” (vv. 17-18).

 

Segunda conclusión:

 

En este texto, Santiago relaciona la oración no solo con las enfermedades sino también con el sufrimiento, con los buenos tiempos, el arrepentimiento y el perdón de pecados, y aún con la disfunción de la naturaleza. Este entendimiento es vital. En todos estos casos, el creyente debe tener confianza en Dios para resolver cada uno de esos problemas, pero conforme a Su voluntad.

 

Nos quedan todavía algunos aspectos importantes en este texto que no podemos dejar fuera.

El llamado a los ancianos a orar

 

“¿Está alguien entre ustedes enfermo? Que llame a los ancianos de la iglesia y que ellos oren por él…” (v. 14a).

 

Desde muy temprano en la historia de la Iglesia, Dios ha reconocido la importancia de los pastores en la oración por las diferentes necesidades de la congregación (comp. Hech. 6:4). Parte de la función de estos ancianos que son convocados es determinar si hay o no alguna conexión entre la enfermedad y la vida de pecado del creyente. Parte de su función también sería determinar en oración, reflexión y multiplicidad de consejo, en qué dirección los está dirigiendo Dios. ¿Está Dios guiándonos a la oración por sanación, a la oración por gracia para sobrellevar la enfermedad, a la oración por ambas cosas cuando hay una falta de claridad? Esa es una situación donde la dirección de los ancianos es fundamental. De ahí la necesidad de convocarlos. ¿No podrían orar por sanación otros creyentes? ¡Claro que sí! El texto nos manda a orar unos por otros (v. 16). El enfermo mismo debe orar. Pero los ancianos deben ayudarlo a entender o a encontrar la voluntad de Dios para saber cómo orar.

 

La unción con aceite

 

“...ungiéndolo con aceite en el nombre del Señor” (v. 14b). Creo que es obvio que el énfasis del pasaje no está en el aceite, sino en la oración, que es el tema del pasaje completo. En la antigüedad algunos usaban el masaje con aceite creyendo que poseía propiedades medicinales. Pero no hay evidencia de que el aceite fuera usado para todo tipo de enfermedades; y si el aceite por sí solo tenía propiedades medicinales, no se requeriría de los ancianos para llevar a cabo esta función. Por otro lado, el aceite sí fue usado en muchos casos para consagrar a Dios, incluyendo a reyes y sacerdotes. Consagrar es apartar para Dios. “Concluimos por tanto, que el ‘ungir’ en el v. 14 se refiere a una acción física con significado simbólico… En la medida en que los ancianos oran, ellos han de ungir al enfermo para simbolizar que esa persona está siendo consagrada para atención y cuidado especial de parte de Dios”.

 

Oración del justo

 

“La oración (súplica) eficaz del justo puede lograr mucho” (v. 16b). La expresión “el justo” puede aludir a todo aquel que ha sido justificado por Dios a través del sacrificio de Jesús. Ahora, como hijo de Dios, él puede interceder ante el trono y saber que será escuchado. También puede aludir al hecho de que aquellos que caminan en integridad de corazón delante de Dios son escuchados por Él de manera especial. Esto es así porque, por un lado, el pecado nos aleja de Dios (Sal. 66:18), y por el otro, porque el hombre que camina con Dios tiene, con frecuencia, mayor facilidad para discernir la voz o la voluntad de Dios, lo cual es muy difícil para aquel que vive en pecado.

 

Pablo nos dice en Romanos 12:1-2 que “presenten sus cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable (agradable) a Dios…para que verifiquen cuál es la voluntad de Dios...”. Aquí hay una conexión evidente entre vivir en santidad y discernir la voluntad de Dios. Antes de discernir Su voluntad, hay en este texto una instrucción a presentar nuestros cuerpos, nuestras vidas como sacrificio vivo y santo. Y como sabemos “que si pedimos cualquier cosa conforme a Su voluntad, Él nos oye” (1 Jn. 5:14), entonces podemos ver la razón por la que Santiago también dice que la oración del justo puede lograr mucho.

Conclusión

 

Santiago 5:15 no es una promesa incondicional de sanación si oramos con fe. Si este fuera el caso, lo único que la Palabra diría es que si hay fe, la respuesta sería siempre “sí”. Pero como hemos visto, la Palabra revela que, por encima de nuestra voluntad y aun por encima de nuestra fe, está la voluntad soberana de Dios. A la luz de todo el consejo de Dios, sabemos que la oración es importante no solo en caso de enfermedad, sino en todos los casos. Además sabemos que la fe juega un rol en las intervenciones de Dios (comp. Mat. 13:58). Para concluir, podemos afirmar que la presencia de pecados en nuestra vida puede ser la causa determinante de enfermedades en algunos casos, y que la confesión unida a la oración puede lograr la sanación.

 

Gracias al sacrificio de Jesús, tenemos la posibilidad de acercarnos con confianza al trono de la gracia (Heb. 4:16), con la certeza de que Él nos oye (1 Jn. 5:14). A la vez, ese mismo sacrificio nos capacita para vivir nuestra vida en santidad y justicia, y nuestro Dios se deleita en la oración de los rectos (Prov. 15:8).

 

Fuente Miguel Nuñez

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