EL ORGULLO

DE LA AUTOCOMPASION

 

¿Qué estás alimentando dentro de ti? “Una noche un Viejo Cacique Indio le contó a su nieto la historia de una batalla que se libra dentro de nosotros. Le dijo: “Mi querido nieto, hay una batalla entre dos lobos dentro de cada uno de nosotros. Uno es Malvado. Está lleno de ira, envidia, odio, celos, codicia, egoísmo, orgullo, agresividad, superioridad. El otro es Bueno y tiene que ver con alegría, paz, amor, esperanza, solidaridad, simpatía, generosidad, verdad, misericordia, compasión y fe”. El nieto pensó acerca de eso durante un minuto y le preguntó a su abuelo: “¿Y cuál lobo gana?”. El Viejo Indio simplemente le respondió: “El que tú alimentas”

 

¿Qué es La autocompasión? Es una sensación de lástima por uno mismo alimentada por un alto concepto de sí mismo, una visión baja de Dios, y una actitud orgullo.

 

El pecado seductor del cual nunca hablamos. Hay una especie peligrosa de orgullo y arrogancia en la vida cristiana que a menudo pasa desapercibido y no es tratado, pero mata. Envenena las relaciones. Obstaculiza nuestro arrepentimiento. Debido a que astutamente nos lleva a justificar nuestras malas acciones apelando a que nos han tratado mal, los tentáculos del orgullo mantienen su control sobre el corazón, aún cuando parecemos humildes y necesitados. Me refiero a la autocompasión, un pecado que está en todas partes en estos días.

 

Cuando la compasión se vuelve hacia adentro. La autocompasión comienza con la compasión o el sentimiento de lástima, la virtud de mostrar empatía y buscar comprender la situación de los demás. Cuando la conmiseración se vuelve hacia adentro, disminuye la compasión por los demás y hace más difícil el desprendimiento. Eugene Peterson en Earth and Altar (Tierra y altar) se preguntó si nos hemos convertido en “la población más autocompasiva de toda la historia de la humanidad”.

 

“Sentir lástima por uno mismo se ha convertido en una forma de arte. Los quejidos y lloriqueos que las generaciones más sabias ridiculizaron a través de la sátira, ahora entre nosotros reciben el estatus de bestseller”.

 

La autocompasión juega un papel en el pensamiento conspirativo actual tanto de izquierda como de derecha. Ya sea que se manifieste como autovictimización o resentimiento, el reflejo es aferrarnos a teorías extravagantes que nos impiden reconocer nuestros errores y asumir la responsabilidad de nuestras acciones. El mundo atenta contra nosotros, por lo que es justificable culpar a los demás y arremeter contra cualquier forma de falta de respeto.

La autocompasión

como la otra cara de la jactancia

 

¿Cómo se relaciona la autocompasión con el orgullo? Es la otra cara de la jactancia. John Piper contrasta la jactancia y la autocompasión en Sed de Dios:

 

“La jactancia es la respuesta del orgullo al éxito.

La autocompasión es la respuesta del orgullo al sufrimiento.

La jactancia dice: ‘Merezco admiración porque he logrado mucho’.

La autocompasión dice: ‘Merezco admiración porque he sacrificado mucho’.

La jactancia es la voz del orgullo en el corazón del fuerte.

La autocompasión es la voz del orgullo en el corazón del débil.

La jactancia suena autosuficiente.

La autocompasión suena a sacrificio personal”.

 

La jactancia suele ser obvia, pero la autocompasión es más sutil. Surge del ego herido. Los que se compadecen de sí mismos a menudo parecen tener problemas con una baja autoestima o con sentimientos de indignidad. En realidad, las personas que se hunden en la autocompasión son infelices porque su valía ha pasado desapercibida. “No he recibido lo que me deben. Merezco algo mejor. Nadie me trata de acuerdo a mi valor”.

 

Luchar contra la autocompasión requiere mirar al Jesús crucificado. Por sus heridas somos sanados. "puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo puesto delante de El soportó la cruz, menospreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios" He 12:2 

 

Jon Bloom dice: “La autocompasión es un pecado peligroso, engañoso y que endurece el corazón. Es un debilitador espiritual, asfixia la fe, drena la esperanza, mata el gozo, sofoca el amor, alimenta la ira y roba cualquier deseo de servir a los demás. Es un pecado alimentador, animándonos a consolarnos a nosotros mismos con todo tipo de gratificación pecaminosa como el chisme, la calumnia, la glotonería, el abuso de sustancias, la pornografía y el entretenimiento compulsivo, solo para nombrar algunos”.

 

Autocompasión y liderazgo

 

Los líderes pueden ser especialmente propensos a la autocompasión. Cuando se nos critica (justa o injustamente) nuestra respuesta no es volvernos a Dios para nuestra justificación, sino quejarnos en nuestro interior al percibir cómo nuestro mérito y valor no son reconocidos y nuestra bondad no ha sido apreciada. ¡Con qué facilidad nos refugiamos en la cámara de eco de nuestro corazón y recreamos una y otra vez el mal que se nos ha hecho! Al permitirnos otros pecados, sucumbir al mal humor o al ya no sentir compasión por los demás, culpamos a los demás por nuestra falta de crecimiento espiritual.

 

La autocompasión alimenta otros fuegos pecaminosos como el orgullo y la arrogancia, y especialmente la ira, como muestran aún las fuentes seculares. Un informe de investigación relaciona la autocompasión con los sentimientos de soledad y enojo: la biblia dice: "Pero ahora os jactáis en vuestra arrogancia; toda jactancia semejante es mala". Sant 4:16

“Las personas que experimentan autocompasión suelen esperar más del entorno de lo que el entorno está dispuesto a dar. Las relaciones personales se perciben como inestables y se caracterizan por una gran exigencia por parte de la persona que experimenta autocompasión y que considera que su entorno no está dispuesto a brindar la empatía, el consuelo y el apoyo que demanda. En consecuencia, una persona que se compadece de sí misma se siente frustrada permanentemente”. 

 

Esta frustración es egoísta. Como el hombre inválido en el estanque de Betesda a quien Jesús le preguntó: “¿Quieres ser sano?” (Jn 5), nosotros también enumeramos las razones por las que la sanación es imposible.

 

Las personas llenas de autocompasión puede que realmente quieran sanar, pero vacilan en tratar sus heridas porque son consolados al enfocarse en las malas acciones de los demás y estas, a su vez, les permiten autojustificarse. "es que todo el mundo lo hace" "ellos también fallaron" ...

 

Lo que realmente sucede es que:

  1. Realmente no quieres que tu cónyuge te trate tan bien como crees que te mereces, porque entonces perderías una fuente importante de autojustificación por tus propios fracasos en el matrimonio.
  2. Realmente no quieres que los críticos te dejen de criticar, porque entonces perderías el sentimiento de superioridad que proviene de sentirte asediado.
  3. Realmente no quieres sanar las heridas del pasado, porque en esas lágrimas amargas hay una dulce autojustificación.

La autocompasión dice: “Tengo razón porque me han hecho daño”, y luego procede a justificar una serie de otros comportamientos egoístas. Se olvidan que el Dios de la gloria está cerca para sanar y restaurar, pero se hace caso omiso a su llamado.

 

A lo cual el Señor responde: "¿Por qué cuando vine no había nadie, y cuando llamé no había quien respondiera? ¿Acaso es tan corta mi mano que no puede rescatar, o no tengo poder para librar?..." Isa 50:2

Mira hacia arriba 

 

Resistir el pecado seductor de la autocompasión no significa que debamos reprimir nuestras heridas, dejar de llorar injusticias reales o buscar la sanación de heridas reales y persistentes.

 

Resistir la autocompasión significa, en cambio, que resistamos el impulso de caer en patrones de autojustificación. El pecado de la autocompasión nos hace encontrar validación en nuestro sufrimiento, así como el pecado de la jactancia nos hace encontrar validación en nuestro éxito. 

 

Debes resistir y dejar a un lado el pecado de la autocompasión y de la jactancia. Resistir la autocompasión significa resistir el impulso de caer en patrones de autojustificación. El Señor dice: "¿Dónde está, pues, la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿La de las obras? No, sino por la ley de la fe". Rom 3:27 Por lo tanto; debemos de gloriarnos no en nuestras debilidades ni en nuestras jactancias, sino en Dios... El dice. "mas el que se gloríe, gloríese de esto: de que me entiende y me conoce, pues yo soy el SEÑOR que hago misericordia, derecho y justicia en la tierra, porque en estas cosas me complazco --declara el SEÑOR." Jer 9:24

 

Resistir la autocompasión requiere clamar a Dios con humildad, como lo hizo David en el Salmo 13, exponiendo nuestras quejas sin dejar de confiar en su “misericordia”, determinando regocijarnos en su salvación y luego recordándonos a nosotros mismos con qué frecuencia nos “ha llenado de bienes“. 

 

Recuerda: La autocompasión vuelve tu mirada hacia ti y tus heridas. Luchar contra la autocompasión requiere mirar al Jesús crucificado. Por sus heridas somos sanados. Nos jactamos en la cruz que crucifica nuestro orgullo. “Porque así como los sufrimientos de Cristo son nuestros en abundancia, así también abunda nuestro consuelo por medio de Cristo”, escribió el apóstol Pablo (2 Co 1:5). Asimismo, Pedro nos dio este mandamiento: “En la medida en que comparten los padecimientos de Cristo, regocíjense, para que también en la revelación de Su gloria se regocijen con gran alegría” (1 P 4:13).

 

No Mires a tu alrededor, mira al Señor. "Esperad en él en todo tiempo, oh pueblos; Derramad delante de él vuestro corazón; Dios es nuestro refugio". Sal 62:8.  No busques primero la conmiseración, o la justificación de tu pena y dolor en el consuelo de las personas. Primero debemos mirar a Cristo y luego a las personas que nos rodean. Poner nuestra mirada en Cristo tiene sus recompensas. En el Salmo 34:5 dice que, los que miran a Jehová serán alumbrados y sus rostros no serán avergonzados. Y en Isaías 45:22 dice “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra...

 

Algunos de los peligros

de la autocompasión:

 

1.- La autocompasión es una verdadera tentación para todos. Para la mayoría de las personas que vivimos sobre la tierra la vida resulta dura y a veces injusta. La gente es herida, a veces, en formas insoportables. Eso, unido a que tenemos una naturaleza caída  provoca una batalla interna que conduce al dolor. Ya sea una herida grande y real, o una pequeña e imaginaria, nuestra tendencia es a no olvidarla.

 

2.- La autocompasión viene de un orgullo interno, no de las circunstancias externas. La autocompasión mira a esas luchas que todos tenemos y el orgullo grita:  “Esto no debería estarte sucediendo a ti. Tú mereces algo mucho más grande que todo esto.” Y así, sentimos lástima por nosotros mismos y comienza el espiral. Tanto la jactancia bulliciosa como la tranquila autocompasión son dos caras de la misma moneda. Ambos nacen de la misma madre: del orgullo.

 

3.- La autocompasión puede venir de una adoración de nuestros sentimientos. Los sentimientos son el becerro de oro de nuestros días. Adoramos a nuestros sentimientos y los mantenemos como superiores a cualquier cosa. Por lo tanto, donde hay autocompasión, existe el ídolo de los sentimientos. Mis sentimientos han sido heridos por algo. Debido a que mantengo los sentimientos como supremos, soy consumido por sentir lástima por mí mismo. Así, el objetivo de la autocompasión, entonces, se convierte en volver de nuevo a restablecer mi ídolo derrocado: mis sentimientos.

 

4.- La autocompasión es alimentada por una mentalidad de “me lo merezco”. En la autocompasión, siento lástima por mí mismo porque estoy queriendo algo que no estoy recibiendo o estoy obteniendo algo que no quiero. Tal vez quiero, y siento que me merezco, un cierto reconocimiento, atención, o promoción. Si no lo consigo en la forma y cuantía que siento que  merezco, recurro a la autocompasión. Tal vez, cuando llegan las circunstancias difíciles de la vida, creo que no me las merezco. Si yo no huyo de la mentalidad de “me lo merezco” o “no me lo merezco”, entonces, la autocompasión se arraiga. Lo que sucede, entonces, es que el “me merezco” se muta en expectativas y demandas, lo cual lleva a profundas quejas egocéntricas.

 

5.- La autocompasión es una profunda ingratitud. Debido a que está alimentada por un alto concepto de sí mismo, la auto-compasión estará acompañada por una falta de agradecimiento. Se centra en querer algo más y voluntariamente se ciega a la bondad de Dios en mi vida. En ese sentido, la autocompasión es codiciosa: es el descontento con las actuales circunstancias, sentir que se merece más, y el negarse a ser agradecido.

 

6.- La autocompasión tiene una visión baja de Dios. Cuando uno mismo es grande, Dios es pequeño. Y la autocompasión es uno de esos momentos en los que nuestra visión de nosotros mismos se infla como un pez globo. Estamos absorbidos en el mundo de nuestros deseos, nuestros derechos y nuestros sentimientos. Dios pasa a ser solamente el destinatario de mi queja. He arrancado a Dios fuera de su trono y colocado mis deseos, mis sentimientos, y yo mismo en el trono. La autocompasión es, entonces, fundamentalmente una ruptura del gran mandamiento: amar a Dios sobre todas las cosas.

 

7.- La autocompasión a menudo infla sus luchas y desinfla las de los demás. Debido a que es egocéntrica y auto-complaciente, la persona autocompasiva a menudo piensa que todo el mundo la tiene más fácil que ella. Del mismo modo, el corazón se lamenta de cómo en realidad nadie lo comprende. Y en cierto sentido, eso puede ser cierto: puede que no haya personas a mi alrededor que no entiendan a fondo lo que estoy soportando. Sin embargo, la autocompasión se aferra a ese pensamiento en una forma ególatra y absorta. Y siente un gozo oscuro en el hecho de no encontrar comprensión de nadie, sea o no sea cierto.

 

8.- La autocompasión es un comportamiento peligroso para la toma de decisiones. Nuestra motivación durante la autocompasión es la gloria y la exaltación del yo. Por esa razón, la toma de decisiones, especialmente las grandes, son peligrosas en estos tiempos. Vamos a cosechar lo que sembramos. Si sembramos para calmar nuestros sentimientos idólatras, nos aseguraremos de obtener mayores temporadas de autocompasión y amargura en el futuro. Puesto que continuamos alimentando nuestro narcisismo, florecerá en un monstruo más miserable.

 

Podríamos tomar decisiones financieras necias en nuestro egocentrismo. Podemos tomar otras decisiones necias pensando que un cambio de escenario, trabajo, lugar, y gente serían la solución a nuestros problemas.

 

Y si obtenemos lo que nos hace sentir mejor en momentos de autocompasión (ya sea a través de nuestra toma de decisiones o no), no debemos interpretarlo como una bendición de Dios en nosotros. Todo lo contrario, tal vez. Nuestras maniobras egocéntricas sólo han logrado manipular aún más la idolatría.

 

9.- La autocompasión es típicamente una puerta de entrada a otro pecado. La autocompasión es generalmente el punto de entrada en la auto-justificación, y la afirmación subjetiva de lo que uno quiere. Se utiliza como la hoja de permiso a otros pecados. El alto concepto de uno mismo enciende una mentalidad de recompensa que busca todo tipo de trofeos para satisfacer mi yo.

 

10.- Cristo es nuestra esperanza en la autocompasión. Como un hombre de dolores, experimentado en quebranto, y tentado en todos los aspectos, como nosotros, Cristo se enfrentó a la gran tentación de la autocompasión. Nadie se ha enfrentado a una mayor injusticia que Jesucristo. Nunca hubo nadie tan merecedor de la gloria, pero que recibiera tanto rechazo e ingratitud. A cambio de crearnos, sostenernos y amarnos, la humanidad continúa dándole la espalda.

 

Y, sin embargo, a pesar de nuestra enemistad, nunca recurrió a la autocompasión. En cambio, él confiaba en su Padre ( 1 Pedro 2:23), miró hacia adelante al bien que sus sufrimientos lograrían (Romanos 8:28, Hebreos 12:2), se centró en servir a los demás (Marcos 10:45), y buscó agradar a Dios en todo (Mat. 26:42 , Juan 8:29).

 

Y porque nunca pecó, Cristo se ofreció a sí mismo en la cruz como el único sacrificio suficiente por el cual la ira de Dios por nuestro pecado podía ser extinguido. La obra propiciatoria de Jesucristo en nuestro lugar en la cruz es suficiente para eliminar nuestra condenación, incluida la de nuestra autocompasión. Él es nuestra esperanza. Podemos pedir perdón por el orgullo de la autocompasión y recibirlo gratuitamente.

 

Entonces, por su gracia transformadora, podemos volvernos de la autocompasión. En lugar de revolcarnos en la auto-compasión, podemos descansar en la compasión de Cristo que fue tentado en todas maneras (Hebreos 4: 15-16.).

 

Podemos descansar en el hecho de que el amor y la gracia que Dios que nos ha mostrado en Cristo es mucho mayor que el dolor y la indiferencia que hemos recibido de otros.

 

Podemos confiar en que las cosas que nos tientan a la autocompasión se utilizan soberanamente para el bien de hacernos más como Cristo. Por su gracia, podemos convertir el egocentrismo de la autocompasión en servir a los demás; el enfoque en sentimientos heridos a un enfoque en la bondad de Dios para con nosotros; la búsqueda de simpatizantes  en buscar amar y animar a otros; el enfoque en mi derecho, en la gratitud por la Persona y la obra de Cristo.

 

¿Cómo reaccionaremos ahora si hemos reconocido que  tenemos el hábito de la autocompasión? ¿Permitiremos que Dios también se ocupe de este aspecto de nuestra vida o continuaremos alimentando esa actitud a pesar de saber que no edifica un carácter cristiano?

 

AMADOS: Dejemos de buscar personas que consientan nuestra actitud de autocompasión. Busquemos oportunidades para emerger del pantano de la autocompasión para poder amar y servir a nuestro prójimo con compasión. Busquemos bendecir.

 

Por el bien de la iglesia y del mundo, ya no nos dejemos seducir por este pecado astuto y seductor que nos roba nuestro gozo. Abandona la fiesta de autocompasión que has organizado para ti mismo y únete a la fiesta del evangelio que Dios te llama a organizar para los demás.

 

fuentes: TGC y RCM ....Bendiciones de lo alto.

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