COMPARTIENDO LA PALABRA DE DIOS EN LAS PROFUNDIDADES DEL «INFIERNO»

 

Mientras el pastor Houmayoun dirigía una reunión de oración en su casa en Shiraz, Irán, en 2012, la policía secreta irrumpió y arrestó al pastor, a su esposa, a su hijo de 17 años y a otros cuatro líderes de su iglesia.

 

A los siete cristianos les vendaron los ojos, los metieron en vehículos y los llevaron a una prisión de inteligencia para ser interrogados. Después de días de interrogatorio, fueron trasladados a una prisión pública y se les ordenó guardar silencio sobre por qué habían sido arrestados; los guardias temían con razón la propagación del cristianismo entre los seis mil prisioneros de la cárcel. 

 

Pero Houmayoun y los otros creyentes se sintieron obligados a obedecer a una autoridad superior. «Hubiera sido más cómodo simplemente quedarnos callados y no hablar de Jesús —dijo Houmayoun—. Así nos habría ido mejor en la cárcel».

 

Al compartir sus testimonios y el evangelio con los reclusos musulmanes, una cosa quedó muy clara: iban a necesitar biblias.

 

RECOPILACIÓN DE VERSÍCULOS

 

En lugar de desesperarse por su encarcelamiento, los cristianos vieron la oportunidad de difundir el evangelio entre sus compañeros de prisión.

 

A medida que compartían su testimonio silenciosamente con un recluso tras otro, recibieron una variedad de respuestas. Algunos amenazaron con matarlos, mientras que muchos otros escuchaban pasivamente sin una respuesta aparente. Algunos, sin embargo, mostraron un interés sincero; un hombre se acercó al grupo por su propia iniciativa, preguntó si eran cristianos y dijo que quería saber más.

 

 

«Simplemente estaba contando mi testimonio y contando las buenas nuevas del evangelio y las historias de la Biblia  —recordó Houmayoun—. Dios me dio sabiduría sobre quién estaba abierto a recibir y cuánto compartir».

 

Sin embargo, los esfuerzos evangelísticos de los cristianos enfurecieron a los guardias, y tan solo Houmayoun recibió veinte advertencias por escrito para dejar de compartir el evangelio con los prisioneros musulmanes. Pero a pesar de las amenazas de los guardias y de los reclusos, los creyentes se comprometieron a expandir el Reino de Dios dentro de la prisión iraní. Su comportamiento diario hizo que los reclusos musulmanes se preguntaran qué los hacía tan diferentes.

 

Al darse cuenta de que necesitaban la Palabra de Dios para ayudarlos a sostenerse mientras estaban en prisión, los cristianos comenzaron a escribir versículos memorizados de la Biblia en cualquier papel que pudieran encontrar. Se animaban unos a otros compartiendo los versículos que recordaban.

 

«Durante los tiempos en que estábamos bajo presión —dijo Houmayoun—, Dios nos estaba recordando estos versículos y fortaleciéndonos a través de las partes que memorizamos».

 

Fueron alentados por la certeza de Hechos 14:22 de que «es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios». Obtuvieron perspectiva sobre el propósito de su encarcelamiento de Salmos 119:65-72, en especial del versículo 71: «Bueno me es haber sido humillado, / Para que aprenda tus estatutos». Y Marcos 9:43-49, que habla del pecado y de la tentación, cobró un nuevo significado para ellos. Houmayoun entendió el pasaje como si Dios le estuviera diciendo: «Te traje aquí para purificarte y asegurarme de que tu vida me pertenezca por completo. Incluso si estás en el fuego, quiero refinarte también».

 

Después de treinta y siete días, el hijo de Houmayoun, Nima, fue liberado de prisión. Entonces se volvió el cuidador de su hermana de 10 años, quien se había estado quedando con familiares desde que sus padres y su hermano fueron arrestados. Siete meses después, la esposa de Houmayoun, Fariba, también fue liberada.

 

Finalmente, a los cinco que quedaban en prisión se les permitió llamar a su familia y a sus amigos. Les pidieron que escribieran capítulos de las Escrituras en inglés y se los dieran a un imán que visitaba a los prisioneros regularmente. Ni el imán ni los guardias sabían leer inglés, por lo que no podían leer las «cartas». Los cristianos que podían leer inglés tradujeron las Escrituras al farsi para que otros reclusos pudieran leer la Biblia.

 

Después de varios meses, los creyentes tenían copias completas manuscritas de algunos libros de la Biblia para leer y compartir. Y a medida que continuaban recibiendo nuevos capítulos, comenzaron a hacer copias adicionales. Mientras que las biblias estaban muy restringidas fuera de la prisión, en el interior se estaban multiplicando.

 

Las biblias inspiraron más evangelismo, lo que enfureció aún más a los guardias. Pronto separaron a los cristianos con la esperanza de obstaculizar su trabajo de evangelización, pero su plan fracasó. Cada creyente ya tenía una biblia manuscrita, disfrazada como un simple diario que podía llevar con él.

 

«Al principio no teníamos acceso a todos [los prisioneros], pero debido a que nos seguían castigando, nos fueron moviendo de la mejor parte de la cárcel a la peor parte de la cárcel —dijo Houmayoun—. Debido a esto, tuvimos acceso a casi toda la cárcel».

 

ENVIADOS AL «INFIERNO» DE LA PRISIÓN

 

Durante varios meses, Houmayoun continuó compartiendo el amor de Jesús y las verdades de las Escrituras con los musulmanes en su nueva celda. Pero cuando los guardias vieron a los prisioneros respondiendo a su evangelismo, se frustraron cada vez más, y, finalmente, lo trasladaron a la parte más dura de la prisión, conocida como el infierno.

 

Allí, en el sótano de la prisión, doscientos presos violentos estaban cumpliendo sentencias de cadena perpetua o estaban esperando ser ahorcados por los peores crímenes. Los reclusos hacían cuchillos a partir de latas u otras piezas de metal para protegerse, y los asesinatos ocurrían semanalmente. Las manchas de sangre en la colchoneta y la manta de Houmayoun eran un recordatorio gráfico de la violencia.

 

Y los guardias del «infierno» habían desarrollado un arma devastadora propia: usaban la debilidad de cada prisionero como medio de control. Después de enterarse de que Houmayoun había luchado contra la adicción durante treinta años, lo colocaron en una celda pequeña y oscura llena de drogadictos. A los reclusos se les suministró heroína y cristal de metanfetamina, las cuales han plagado cada vez más a los iraníes en los últimos años. Más de tres millones de iraníes son adictos a las drogas, en especial a la heroína hecha con el opio del vecino Afganistán.

 

Armado con su biblia manuscrita y la oración constante, Houmayoun resistió la tentación. «No sucedió, por la gracia de Dios —dijo—. No solo eso, sino que algunos de los drogadictos dejaron de consumir drogas porque les compartí el evangelio».

 

Houmayoun sabía que no tenía mucho tiempo para compartir el evangelio con cada recluso. Muchos eran ejecutados después de solo unas pocas semanas en el «infierno». Además de ver a los prisioneros romper las cadenas de la adicción, se regocijó al ver a varios prisioneros encontrar la libertad eterna en Cristo.

 

«Varias personas que estaban cumpliendo cadena perpetua le dieron su vida a Jesús —dijo—. Sabemos que el evangelio está en el corazón de esa prisión».

 

Dos años después de su arresto, cinco meses de los cuales Houmayoun los pasó en el «infierno», los cinco creyentes fueron acusados formalmente de trabajar contra la seguridad nacional de Irán y de tener vínculos con grupos de oposición fuera del país. Cada uno de ellos fue sentenciado a tres años más de prisión, y Houmayoun recibió ocho meses adicionales porque estaba en libertad condicional por actividades de evangelización anteriores en el momento de su arresto.

 

En total, Houmayoun fue trasladado seis veces mientras estuvo en prisión, e incluso pasó unos meses en confinamiento solitario. Él y los demás finalmente completaron las apelaciones para que se redujeran sus sentencias, y después de tres años y cinco meses tras las rejas, Houmayoun fue liberado en julio de 2015. Los otros fueron liberados más o menos al mismo tiempo.

 

Pero antes de su liberación, se les pidió a los hombres que firmaran una declaración reconociendo que si eran sorprendidos uniéndose a una iglesia clandestina o participando en cualquier actividad cristiana serían encarcelados de por vida. Houmayoun firmó la carta.

 

UN NUEVO COMIENZO

 

Aunque Houmayoun firmó la carta reconociendo el castigo por continuar su trabajo cristiano, lo hizo con la plena intención de seguir llevando a cabo ese trabajo de todos modos. Sin embargo, muchos creyentes que alguna vez habían asistido a su iglesia, ahora se mostraban reacios a asistir por temor a ser los próximos en ir a prisión.

 

Después de recibir repetidas amenazas, Houmayoun y su familia finalmente decidieron mudarse. El Gobierno iraní hace todo lo posible para expulsar a los cristianos del país, especialmente cuando un miembro de la familia ha cumplido una condena en prisión.

 

La familia de Houmayoun había comenzado a darse cuenta de que las autoridades estaban vigilando su casa y escuchando sus llamadas telefónicas. Y ocasionalmente tenían la impresión de que alguien había estado en su casa mientras ellos no estaban. «Nos dimos cuenta de que iba a ser cada vez más difícil poder vivir en ese país», dijo Houmayoun.

 

La familia de Houmayoun y varias otras familias cristianas se mudaron a un país cercano a principios de 2016. Debido a que el Gobierno de ese país determina dónde viven los inmigrantes, cada familia fue establecida en una ciudad diferente.

 

La familia de Houmayoun, incluidos su hijo y su nuera, comparten un apartamento de tres dormitorios y deben presentarse en una oficina del Gobierno cada dos semanas para confirmar que todavía viven en la ciudad.

 

Viven de una herencia y del dinero que recibieron de la venta de su automóvil, muebles y otras posesiones en Irán. También alquilan una parte de su casa en Irán, lo que les proporciona un ingreso adicional.

 

Houmayoun y su familia fueron los primeros iraníes en mudarse a la ciudad donde ahora viven, pero más familias iraníes se están mudando gradualmente allí. Y Houmayoun no ha perdido el tiempo y ha estado compartiendo el evangelio con los musulmanes de su comunidad.

 

«Estoy tratando gentilmente de alcanzarlos», dijo.

 

VOM ayuda a apoyar el ministerio de Houmayoun para que pueda continuar cumpliendo el llamado de Dios sin aumentar la carga sobre su familia. Habla con sus alumnos iraníes y discípulos creyentes dentro del país en línea casi todas las noches.

 

Houmayoun y su familia esperan regresar a Irán algún día. A menudo piensa en todos los reclusos con los que los cristianos compartieron el evangelio, en especial en aquellos que aceptaron a Jesús. «Algunos de ellos ya salieron de la cárcel, y todavía estamos en contacto con ellos —dijo—. Otros tienen cadenas perpetuas, y otros más se están preparando para ser ejecutados».

 

Uno de los reclusos, un drogadicto con el que Houmayoun compartió el evangelio en el «infierno», ahora asiste a la iglesia casera de la familia en el nuevo país. Y Houmayoun confía en que los otros que sigan vivos en prisión estén compartiendo las Buenas Nuevas que recibieron.

 

«Sabemos que dejamos algo atrás y esas personas van a compartir su fe con los demás —dijo—. ¿No es hermoso?».

 

LAS BENDICIONES DEL SUFRIMIENTO

 

Al reflexionar en esos años difíciles, Houmayoun, ahora en sus sesentas, ve cómo Dios usó la prisión para refinarlo, tal y como sintió que Dios le prometió que lo haría a través de Marcos 9:43-49 mientras estaba en prisión.

 

 

«El cambio más grande que tuve en mi vida fue destruir mi orgullo —dijo—. Nosotros los iraníes somos realmente arrogantes, y la prisión me aplastó para hacerme humilde. No estoy diciendo que ahora sea una persona humilde, sino que realmente cambié y ahora estoy mucho mejor».

 

La prisión también le enseñó cómo Dios usa el sufrimiento para bendecir a las personas y a la Iglesia en su conjunto. «Al principio pensaba que lo merecía [estar en prisión] por mis pecados, pero luego entendí que eso no puede ser correcto porque Dios estaba usando este sufrimiento para glorificar Su nombre, bendecirme y bendecir a la Iglesia externa —dijo Houmayoun—. En la historia, cada vez que la Iglesia sufría, crecía más y más. Ciertamente, en el sufrimiento Dios se glorifica mucho más que en la paz».

 

Un ejemplo de esto —dijo— es cómo Dios usó el sufrimiento y el encarcelamiento para difundir Su amor y Su Palabra. En la cárcel, Houmayoun vio a la gente escuchar el evangelio justo antes de ser ahorcados, y fue testigo de que la Palabra de Dios salía, y no regresaba vacía.

 

«Se nos permitió tener parte del Nuevo Testamento en la cárcel en cuadernos —dijo Houmayoun, quien aún atesora uno de sus ejemplares de la prisión—. Algunas de las libretas fueron llevadas a otras prisiones, porque a veces cuando un prisionero era trasladado a otra prisión se llevaba cuadernos con él a ese lugar. Allí también los copiaban y, así, el Nuevo Testamento se fue extendiendo».

 

A medida que la Palabra de Dios continúa difundiéndose, Él es glorificado y Su Iglesia continúa creciendo en Irán. Ni las puertas de la prisión ni siquiera las de un lugar llamado infierno, prevalecerán contra ella.

 

Fuente : La voz de los mártires

 

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