El Gran Despertar

(1726-1750) 

El Gran Avivamiento del Siglo 18

 

La América Colonial estaba en declive espiritual y moral. Los desafíos de vida de la frontera y las variadas guerras desanimaron a muchos, y la escasez de iglesias y ministros dejó a muchos sin acogida espiritual. Muchas de las iglesias se habían degenerado hasta el punto de ser solamente instituciones religiosas, sin poder para traer un cambio tan vital.

 

Jonathan Edwards, pastor de la Iglesia Congregacional en Northampton, Massachusetts, expresó su preocupación por el «fallecimiento espiritual que había en toda aquella tierra» y se dispuso a buscar a Dios para que hubiera un «resurgimiento de la religión» Otros también comenzaron a buscar a Dios diligentemente y, en 1726, un despertar espiritual surgió en varias regiones a lo largo de la Costa Este.

 

Una de las comunidades donde el Espíritu Santo derramó mucho poder fue en Northampton, Massachusetts. De hecho, un sentido de la presencia divina penetró a toda la comunidad. Edwards registra que, durante la primavera y el verano de 1735, «la ciudad parecía estar llena de la presencia de Dios». El Espíritu estaba trabajando poderosamente «hasta que apenas se podría encontrar a alguien en la ciudad, fuera viejo o jóven, que no estuviera consciente de las grandes realidades del mundo eterno» Jonathan Edwards.

 

Sin ningún tipo de planificación de enfoque evangélico, «las almas vinieron a Jesucristo de la misma manera que los rebaños». La iglesia de Edwards se llenó súbitamente con aquellos que experimentaban el fruto del nuevo nacimiento.

 

«Nuestras asambleas públicas eran bellas en aquella época: la congregación estaba viva en el culto a Dios, todo intento era dirigido a la alabanza pública, todo oyente estaba ávido para beber de las palabras del ministro tan pronto como salían de su boca; la mayoría de los presentes lloraba varias veces mientras la palabra era predicada; algunos lloraban de tristeza y angustia, otros de alegría y amor, otros de compasión y preocupación por las almas de sus vecinos»   

 

Personas de otras comunidades, generalmente se burlaban cuando oían hablar de lo que ocurría en Northampton. Sin embargo, inmediatamente después de entrar en la comunidad, su escepticismo era disipado de forma inevitable por la presencia irresistible de Dios. Cuando los convertidos volvían a sus lugares de origen, cargaban el espíritu del avivamiento con ellos, y así el despertar se esparció.

 

 

Fue durante estos días que Edwards predicó su famoso sermón «Pecadores en las manos de un Dios airado». El arrepentimiento por los pecados tomó a las personas aquel domingo de manera tan poderosa, que los clamores por misericordia encubrieron la voz de Edwards. El infierno se hizo tan real para aquella congregación que algunos se agarraban a los bancos mientras otros se abrazaban a los pilares como para no ser consumidos por las llamas infernales. Ola Winslow, biógrafo de Edwards, escribe que él hizo el infierno «tan real como para ser posible encontrarlo en el atlas»

 

El poder que acompañaba las predicaciones de Edwards no era sólo el resultado de sus temas. El predicar sobre los terrores del infierno no era el único tema de sus mensajes. Él era, en realidad, un sujeto sensible que podría derretirse en lágrimas mientras contemplaba el amor y la misericordia de Dios. Su poder no era fruto de sus habilidades oratorias, pues Edwards generalmente leía sus sermones. El poder de su predicación emanaba de su vida de oración. Él podría pasar días y semanas enteras en oración, y no era raro para él pasar 18 horas orando para predicar sólo un sermón. El resultado fue un avivamiento que no sólo transformó el carácter de su comunidad, sino el de toda la la nación.

 

Fuente: Diarios de avivamiento

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