La Milagrosa Preservación de los Judíos

 

Uno de mis mentores espirituales cuando yo tenía 20 años, era un gran hombre de Dios llamado Carl Ketcherside (1908-1989). Lo escuché en una sesión de preguntas y respuestas una vez cuando le preguntaron, “¿Cuál cree que es la mayor evidencia de que la Biblia provino de Dios?”.  

 

Su respuesta: “Las páginas amarillas de la guía telefónica”. Sobra decir que todos estábamos aturdidos por esta respuesta. 

 

Cuando el interrogador le preguntó qué quería decir, Carl dijo, “Mira los nombres de los bancos, los nombres de las tiendas por departamento, los nombres de los abogados y doctores y contadores. Verá un nombre judío tras otro. Dios prometió que Él preservaría al pueblo judío, y lo ha hecho”. 

 

De igual manera, hace más de 300 años, el Rey Luis XIV de Francia (1638-1715) le pidió a Blaise Pascal (1623-1662), el gran filósofo cristiano, que le diera prueba de la existencia de Dios. Pascal respondió, “¡Los judíos, su Majestad, los judíos!”.  

 

Ketcherside y Pascal se estaban refiriendo al cumplimiento de profecías bíblicas acerca de los judíos, siendo una de las más excepcionales el hecho de que, a pesar de su dispersión mundial y persecución sin precedentes, mantendrían su identidad y serían preservados como una nación de personas reconocible.

 

Un Gran Milagro 

 

La preservación de los judíos ha sido uno de los milagros más grandes de la historia. También es excepcional — tan históricamente impresionante — que su singularidad ha sido notada y comentada por una gran variedad de personas. 

 

Considere, por ejemplo, al gran historiador Arnold Toynbee (1889-1975). Él reconoció plenamente la naturaleza inusual de la experiencia judía. En su obra de diez volúmenes, Un Estudio de la Historia (1934-1961), trazó el ascenso y la caída de 26 civilizaciones, y desarrolló un esquema de la historia en el que la civilización judía no encajaba. 

 

Toynbee terminó clasificando a los judíos como “fósiles de la historia”, debido a que parecían estar congelados en el tiempo, negándose a ser asimilados en la sopa de la humanidad. 

 

Tomás Newton (1704-1782), el renombrado clérigo británico y erudito bíblico, quien sirvió como Obispo de Bristol, declaró en uno de sus sermones:

 

“La preservación de los judíos es realmente uno de los actos más significativos e ilustres de la providencia divina...y que más que un poder sobrenatural podría haberles preservado en tal forma que ninguna otra nación en la tierra ha sido preservada”. 

 

“Ni es menos notable la providencia de Dios en la destrucción de sus enemigos, que en su preservación...Vemos que los grandes imperios, que a su oportunidad sometieron y oprimieron al pueblo de Dios, cayeron todos en la ruina...Y si tal ha sido el final fatal de los enemigos y opresores de los judíos, que sirva como advertencia a todos aquellos que en cualquier momento o en cualquier ocasión inicien un clamor o una persecución contra ellos”. 

 

León Tolstói (1828-1910), el gran novelista ruso, expresó su asombro por la preservación de los judíos con estas palabras:

 

“¿Qué es un judío?... Qué clase de criatura peculiar representa el judío, sobre quien todos los gobernantes y todas las naciones han cometido abuso y dado tormento, han oprimido y perseguido, pisoteado y masacrado, quemado en la hoguera y ahorcado…, y a pesar de todo ello, todavía sigue vivo…El judío es el símbolo de la eternidad”. 

 

Para tener una idea de lo absurdo que es la preservación de los judíos desde una perspectiva humana, considere esta ilustración por el rabino Doy Greenberg, quien es el Director Ejecutivo del Jabad (el Movimiento Judío Jasídico) en la Universidad Stanford:

 

“Imagine que pudiéramos viajar hacia atrás en el tiempo y decir al gran Faraón [de la época de Moisés]: Tenemos una noticia buena y una mala. La noticia buena es que cierta gente que está viva hoy sobrevivirá y cambiará la visión moral del mundo. La mala es: no serán ustedes. Será ese grupo de esclavos hebreos que está construyendo sus gloriosos templos, los hijos de Israel”.  

 

“Nada parecería más ultrajante. El Egipto del tiempo del Faraón era el imperio más grande del mundo antiguo, inteligente en las artes y ciencias, formidable en la guerra. Los israelitas eran gente sin tierra, esclavos impotentes. De hecho, ya en la antigüedad, aquellos que estaban en el poder creían que los Israelitas estaban al borde de la extinción”. 

 

Quizá el comentario más profundo acerca de la inmortalidad del pueblo judío fue escrito por el novelista norteamericano Mark Twain (1835-1910), quien era un agnóstico y un escéptico. Su artículo apareció en la revista Harper en 1897

 

“Si las estadísticas son correctas, los judíos constituyen el uno por ciento de la raza humana. Es como una nebulosa partícula de polvo dentro del polvo estelar perdido en la grandeza de la Vía Láctea. Realmente no debería escucharse casi nada acerca del judío, sin embargo, se oye acerca de él, y siempre se ha oído. Es tan prominente en el planeta como cualquier otro pueblo, y su importancia comercial está extremadamente fuera de proporción en relación a su pequeñísimo tamaño”. 

 

“Sus contribuciones a la lista de grandes nombres en el mundo en literatura, ciencia, arte, música, finanzas, medicina y el aprendizaje abstruso están también fuera de proporción en relación a la debilidad de sus números. Ha peleado de una manera excepcional en el mundo, en todas las épocas; y lo ha hecho siempre con las manos atadas detrás de su espalda. Podría ser vanidoso y ser excusado por ello”. 

 

“Los egipcios, babilonios y persas, crecieron, llenaron el planeta con sonido y esplendor, y después desaparecieron como parte de un sueño. Después aparecieron los griegos y los romanos e hicieron mucho ruido, pero también desaparecieron. Otros pueblos han crecido y mantenido su antorcha prendida en alto por algún tiempo, pero finalmente se les apagó y ahora se encuentran en el crepúsculo o ya no existen. El judío los vio a todos y les ganó a todos. Es ahora lo que siempre fue, no ha mostrado decadencia ni envejecimiento, ningún debilitamiento de sus partes, ningún enlentecimiento de sus energías, ningún entorpecimiento de su mente alerta y agresiva. Todo es mortal excepto el judío; todas las demás fuerzas pasan, pero él perdura. ¿Cuál es el secreto de su inmortalidad?”. 

 

La pregunta de Twain, “¿Cuál es el secreto de su inmortalidad?”, puede ser contestada de una sola manera, y esa respuesta fue proporcionada por David Ben-Gurión (1886-1973), el primer Primer Ministro de Israel: “En Israel, para ser realista, tienes que creer en los milagros”.

 

La Magnitud del Milagro 

 

La preservación del pueblo judío a lo largo de sus 2,700 años de dispersión es alucinante. Tenga en cuenta que fueron dispersados a más de 130 naciones en todo el mundo, y que fueron brutalmente maltratados dondequiera que iban. Will Varner, un profesor del The Master’s College, lo ha expresado de esta forma: “Ninguna nación en la historia del mundo ha sido exiliada de su tierra, perdido su existencia e idioma nacional, y luego regresado como pueblo a esa patria idéntica, e incluso revivido su lengua antigua. Ninguna nación, es decir, excepto una, la nación de Israel”.

 

La implacable persecución de los judíos se remonta al comienzo mismo de su existencia como nación. El faraón de Egipto intentó asesinar a todos sus bebés varones (Éxodo 1:15-16). Un burócrata del gobierno llamado Amán, concibió un plan genocida para exterminar a todo el pueblo judío en Persia (Ester 3:8-10). El Imperio Asirio conquistó diez de las tribus judías y las dispersó por toda Asia. Luego vino el exilio babilónico de las dos tribus restantes y las dos horribles guerras con los romanos (70 y 135 d.C.). 

 

A lo largo de la Edad Media, los judíos fueron conducidos a vivir en guetos y se les exigió usar símbolos de identificación. Fueron sometidos a pogromos, cacerías de brujas, y libelos de sangre. Fueron culpados por todos los problemas de la sociedad — incluso por la peste negra —. Fueron masacrados durante las Cruzadas, fueron torturados durante la Inquisición, y se convirtieron en un objeto de completa aniquilación durante el Holocausto nazi.

 

Sin embargo, el pueblo judío sobrevivió y sus perseguidores terminaron en el basurero de la historia. 

 

¿Cómo pudo ser esto? ¿Suerte? ¿Coincidencia? ¿Buena suerte? ¿Una tirada de dados? Hay muchas teorías.  

 

Teorías Seculares 

 

La teoría más común ofrecida por los judíos seculares es que la abrumadora persecución sufrida por el pueblo judío creó dentro de ellos una voluntad de hierro para sobrevivir, y su genio como pueblo produjo ingeniosos y astutos métodos de supervivencia.10 Pero todas esas explicaciones naturalistas  parecen superficiales y fracasan ante la posibilidad de que cualquier pueblo pudiera preservar su existencia y su identidad en medio de tanto sufrimiento. 

 

Otros argumentos seculares incluyen el alto grado de educación y alfabetismo que caracterizaron a los judíos durante la Edad Media. Esto les permitió preservar de manera más efectiva sus tradiciones, y aumentó su utilidad a la sociedad. En lugar de vivir como mendigos, pudieron convertirse en abogados, doctores, banqueros y burócratas. 

 

Su alto nivel de educación también hizo posible que fueran extremadamente móviles, lo que les permitía moverse más fácilmente de una nación a otra. Tenían recursos financieros y planteaban menos problemas de beneficencia que los migrantes no judíos.

 

Teorías Religiosas 

 

Estoy seguro de que todos estos elementos fueron significativos, pero los portavoces judíos religiosos lo han hecho mucho mejor con su explicación de la supervivencia judía. Como dijo un rabino: “El elemento sobrenatural de la supervivencia judía debe ser enfrentada directamente”.13 Otro rabino lo expresó así:

 

“Si deseamos descubrir los elementos esenciales que componen la…fortaleza única [del pueblo judío], debemos concluir que no se trata de su física peculiar o de sus características mentales intrínsecas, ni su lengua, usos y costumbres…El único vínculo que une a nuestro pueblo disperso en toda su dispersión, independientemente del tiempo, son la Torá y los mitzvot”. 

 

La Torá y los mitzvot — estos dos son el centro de las explicaciones ortodoxas judías sobre la preservación del pueblo judío —. La Torá se refiere a los primeros cinco libros de las Escrituras hebras — los libros escritos por Moisés, a menudo conocidos como el Pentateuco —. Los Mitzvot son los mandamientos contenidos en la Torá.  Los rabinos afirman que hay 613 mitzvot en la Torá.15 Ellos ven 248 de estos mandamientos como de naturaleza positiva (“harás”). El total restante de 365 son considerados negativos (“no harás”). Todos los mandamientos son vistos como esenciales para que una persona sea santa como Dios es santo (Levíticos 20:25). 

 

El problema es que todos los mitzvot deben interpretarse en cuanto a su aplicación diaria, un proceso que resulta en discusiones y disputas interminables y, a menudo, conclusiones contradictorias. Un ejemplo sería el mandamiento contra encender un fuego en el día de reposo (Éxodo 35:3). El mandamiento es bastante claro. Pero, ¿encender un interruptor de luz o presionar un botón de un elevador constituye encender un fuego? 

 

Halajá 

 

A lo largo de los siglos, los sabios judíos han desarrollado un extenso código de leyes orales que aplican los mitzvot de la Torá a todos los aspectos de la vida diaria. Este código es llamado Halajá.16 A menudo es conocida como “Ley judía”. Pero una traducción más literal sería “la forma de comportarse” o “la forma de caminar”. 

 

La observancia de la Halajá dentro de la Diáspora durante los 2,000 años transcurridos desde la destrucción del templo judío en el año 70 d.C., impidió que el pueblo judío se asimilara a las culturas en las que fueron dispersados. La práctica de la Halajá les permitió conservar su identidad como un pueblo puesto aparte por Dios para que fuera un testigo al mundo (Deuteronomio 7:6-8). 

 

Un rabino se ha referido a la observancia de la Halajá como “la tenaz adherencia a nuestra herencia espiritual”.17 Él declaró además que, “Nosotros [el pueblo judío] somos quiénes somos y lo que somos debido a una fe trascendental, una fe que demostró ser más fuerte que los imperios más grandes de la historia”.

 

El rabino Akiva (50-137 d.C.), el gran sabio judío del siglo II, recurrió a la siguiente ilustración para explicar el por qué el pueblo judío debe rechazar la asimilación a toda costa:

 

Un zorro iba una vez caminando por la orilla de un río, y vio peces que se lanzaban de un lado a otro, “¿De qué están huyendo?”, le preguntó al pez. “Para escapar de las redes del pescador”. “En ese caso”, dijo el zorro, “vengan y vivan en tierra firme junto a mí”. “¿Eres tú el que describen como el más inteligente de los animales?”, preguntó el pez. “No eres inteligente, sino tonto. Si estamos en peligro aquí en el agua, que es donde vivimos, cuánto más en tierra firme, donde estamos destinados a morir”.

 

Al explicar la ilustración, el rabino Akiva hizo hincapié en que la Torá es para la supervivencia judía lo que el agua es para un pez. Sí, los judíos están en constante peligro, pero si ponen la Torá a un lado, perderán su identidad y morirán como un pueblo identificable. 

 

El Poder de la Memoria 

 

Otro elemento clave para mantener su identidad, que a menudo es destacado en los escritos rabínicos, es la memoria. Por lo tanto, todos los días de fiesta judíos son recordatorios de grandes eventos en la historia judía o de promesas de Dios acerca del futuro, o de ambos.

   

Por ejemplo, la Fiesta de la Pascua señala la memoria judía a la época cuando Dios liberó milagrosamente a los judíos de la cautividad egipcia. La Fiesta de Shavu’ot (conocida por los cristianos como la Fiesta de Pentecostés) es un recordatorio de la entrega de la Ley a Moisés en el Monte Sinaí. La fiesta más alegre del año es la Fiesta de los Tabernáculos (Sukkot en hebreo), en el otoño del año. Ésta celebra la finalización de la cosecha de los frutos, y sirve como recordatorio de cómo Dios fue fiel a los judíos durante sus andanzas en el desierto, cuando vivían en tabernáculos. Es también un recordatorio de que Dios ha prometido en Su Palabra que un día Él vendrá a la tierra para morar en medio de Su pueblo (Zacarías 2:10-13).

 

La observancia de las siete fiestas judías cada año — año tras año — mantuvo viva en los corazones judíos la memoria del llamado de Dios a su vida como nación. Se les recordaba cómo Dios había venido a su rescate una y otra vez (Salmo 78) y cómo Él había prometido que un día se convertirían en la nación principal del mundo, por medio de la cual todas las bendiciones de Dios fluirían a las naciones (Isaías 2:1-4). 

 

Un Problema 

 

El problema con estas explicaciones de la preservación judía es que ellas sólo muestran cómo los judíos mantuvieron su identidad — y no cómo fueron capaces de sobrevivir —. De hecho, el mantenimiento de su identidad única los convirtió en objeto de odio y un blanco fácil para el abuso.  

 

El resultado fue 2,000 años de odio, persecución y masacre implacables. Sus propias Escrituras profetizaron que, una vez que fueran esparcidos, serían perseguidos dondequiera que fueran, y serían reducidos en número: 

 

El SEÑOR los esparcirá entre los pueblos, y quedarán pocos en número entre las naciones a las cuales los llevará el SEÑOR (Deuteronomio 4:27). 

 

Y [después de su dispersión] quedaréis pocos en número, en lugar de haber sido como las estrellas del cielo en multitud, por cuanto no obedecisteis a la voz de Jehová tu Dios (Deuteronomio 28:62). 

 

Registros romanos indican que hace 2,000 años había entre 8 y 10 millones de judíos viviendo en el mundo.21 Hoy hay 14 millones. ¿Cuántos debería haber? 

 

Bueno, en el mismo periodo de tiempo, la población de China creció de 30 millones a más de mil millones.22 Los pueblos árabes llegaron a existir al mismo tiempo que los judíos. Hoy hay más de 400 millones de árabes.23 Con base en estas estadísticas, la población judía hoy debería estar entre 400 y 500 millones. 

 

Así pues, nos encontramos aún lidiando con la pregunta con que comenzamos: ¿Cómo sobrevivieron los judíos? Y realmente hay sólo una respuesta: “Sobrenaturalmente”. Salmos 124 lo resume mejor: 

 

1) “Si el SEÑOR no hubiera estado por nosotros”, dígalo, por favor, Israel, 

2) “Si el SEÑOR no hubiera estado por nosotros cuando se levantaron contra nosotros los hombres, 

3) Entonces nos habrían tragado vivos cuando se encendió su furor contra nosotros; 

4) Entonces las aguas nos habrían inundado; el torrente habría pasado sobre nosotros;  

5) Entonces las aguas tumultuosas habrían pasado sobre nosotros”. 

6) Bendito sea el SEÑOR, que no nos entregó como presa a los dientes de ellos. 

7) Nuestra alma escapó como un pájaro de la trampa de los cazadores. Se rompió la trampa, y nosotros escapamos. 

8) Nuestro socorro está en el nombre del SEÑOR, que hizo los cielos y la tierra. 

Aunque este pasaje probablemente habla específicamente acerca de la supervivencia de los hijos de Israel durante sus andanzas por el desierto bajo el liderazgo de Moisés, éste expresa un principio eterno concerniente a la relación de Dios con el pueblo judío. El autor del Salmo 121 lo expresó de esta manera: “He aquí, no se adormecerá ni se dormirá el que guarda a Israel” (Salmos 121:4). 

 

La Promesa de Dios de Preservar a Su Pueblo 

 

Los profetas hebreos fueron muy precisos acerca del hecho de que Dios siempre preservaría al pueblo judío. Considere esta profecía simbólica de Isaías, quien escribió hace 2,700 años, 700 años antes del nacimiento de Jesús (Isaías 49:14-16): "Pero Sion dijo: Me dejó Jehová, y el Señor se olvidó de mí. ¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti. He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida; delante de mí están siempre tus muros".

 

Hablando más específicamente, Isaías escribió estas palabras acerca de la preservación de los judíos (Isaías 41:10-11): No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.  He aquí que todos los que se enojan contra ti serán avergonzados y confundidos; serán como nada y perecerán los que contienden contigo. 

 

Del mismo modo, el profeta Jeremías, quien escribió  75 años después de Isaías, declaró que Dios preservaría al pueblo judío (Jeremías 30:11): 

 

“Porque yo estoy contigo para salvarte, dice el SEÑOR. Ciertamente haré exterminio en todas las naciones entre las cuales te he dispersado; pero en ti no haré exterminio, sino que te castigaré con justicia. De ninguna manera te daré por inocente”. 

 

Una profecía más gráfica de Jeremías con respecto a la preservación de los judíos se puede encontrar en Jeremías 31:35-37: 

 

35) Así ha dicho el SEÑOR, quien da el sol para luz del día, y la luna y las estrellas para luz de la noche, el que agita el mar de manera que rugen sus olas, el SEÑOR de los Ejércitos es su nombre: “Si esas leyes faltaran delante de mí, dice el SEÑOR, entonces la descendencia de Israel dejaría de ser nación delante de mí perpetuamente”. Así ha dicho el SEÑOR: Si se pueden medir los cielos arriba y se pueden explorar los cimientos de la tierra abajo, entonces yo desecharé toda la descendencia de Israel por todo lo que hicieron, dice el SEÑOR. 

 

Entonces, ¿cuándo dejará de existir el pueblo judío? Cuando el sol deje de salir y de ponerse, cuando las estaciones del año dejen de venir, y sólo después de que todos los cielos y las profundidades de los océanos hayan sido explorados. En resumen, el pueblo judío está aquí para quedarse. 

 

¿Necesito informarle que estas profecías se han cumplido? A pesar de su dispersión, su persecución y los sanguinarios pogromos previos al Holocausto, 6.5 millones de judíos viven  en Israel hoy (un poco más que el número de muertos en el Holocausto), con otros 7.5 millones en otros países.  

 

Ahora, puede entender por qué la continua existencia del pueblo judío es una prueba positiva de que hay un Dios y que la Biblia es Su Palabra. 

 

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