JohnHus

1372-1415

"El padre de la Reforma"

 

Deseo ser como el asno de Balaam. Ya que los prelados se sientan sobre mí, deseando forzarme a ir contra la orden de Dios y dejar de predicar, clavaré los pies de sus deseos y no los obedeceré, porque el ángel del Señor está frente a mí en medio del camino.

 

Entrecerrando sus ojos hundidos y señalando con sus dedos largos y huesudos al aire, John Hus declaró con voz alta y solemne sus intenciones contra la jerarquía de la Iglesia Católica.

 

Los que lo escuchaban en la iglesia permanecían en silencio, cada uno lleno de admiración y lealtad a su pastor. Era un héroe para ellos, un verdadero líder que se atrevía a hablar y rebelarse en contra de los males y las hipocresías. La atmósfera era un cartucho de dinamita; un enorme poder explosivo debajo de una cubierta calma y tranquila. Cada persona tenía clara conciencia de que el más mínimo movimiento podría iniciar una revuelta santa, pero el carácter decidido de Hus los mantenía intactos.

 

Hus no era hombre de luchar con la espada. Guerreaba con palabras, y solo con ellas podría haber iniciado una violenta revolución. Esta fuerza espiritual interna es la que ha hecho perdurar su nombre a lo largo de la historia.

 

Aunque su delgada contextura le daba una apariencia frágil, Hus era un guerrero. Había prometido que su vida serviría para una cosa: reformar la Iglesia Católica desde adentro. No tenía deseos de ser el iniciador de una nueva denominación. Por el contrario, creía que, si lograba sacudir y exponer las doctrinas hipócritas desde adentro, la Iglesia Católica tendría oportunidad de regresar al espíritu y las creencias de la iglesia primitiva.

 

Hus era un revolucionario, pero poco se sabe de él. Escribo este capítulo para que eso cambie. Hay muy pocos libros sobre su vida que hayan sido traducidos, pero las pocas referencias son muy serias y preciosas.

Hus era un guerrero. Había prometido que su vida serviría

para una cosa: reformar la Iglesia Católica desde adentro.

Es sorprendente que sepamos tan poco sobre Hus, a pesar de lo mucho que le debemos. Para lograr cierta perspectiva, permítame mencionar los grandes "generales" sobre los que él influyó. Influyó sobre las creencias de Martín Lutero -que dijo: "Todos somos husitas" -, Juan Calvino -cuya reforma se concentró en dedicar todos los aspectos de la vida y la cultura al señorío de Jesucristo- y George Fox -quien enseñó que somos guiados por el testimonio interior del Espíritu Santo Por medio de los moravos -una rama de los husitas-, la influencia de Hus llegó, a través de la historia, a tocar a John Wesley. A medid<l que avance este capítulo, usted verá, aún, algunas de las creencias que el actual movimiento de la Palabra de Fe ha incorporado, aunque muchos probablemente no sepan que Hus fue el primero en reconocer la confesión bíblica y el sacerdocio de todos los creyentes.

 

La de Hus es la historia de una traición que nos rompe el corazón y un doble fraude. Leer acerca de su amor y su defensa de la verdad, ser testigo de su impecable carácter, y luego revivir la traición que lo llevó a la muerte le arrancará lágrimas. Aún creemos y peleamos por las mismas cosas que defendió Hus. En medio de una generación desilusionada, que ha borrado la línea que separa al bien del mal, en medio de un mundo que muere cautivo pensando que es libre, aún enseñamos y predicamos la verdad que Hus enseñó y escribió.

 

Quiera Dios que el espíritu de la reforma y de poder lo rodee por completo al leer este capítulo. Que la fuerza de Dios consuma su vida y lo aliente a defender la verdad y luchar contra la corrupción y el mal de nuestra época.

Una madre que oraba

 

Hijo de una pareja de campesinos pobres, Hus comenzó su vida en 1372, en una aldea llamada Husinec, sobre el río Blanice, en el sur de Bohemia. La casa donde nació está aún en pie, pero un incendio destruyó la 3 mayor parte de ella en 1859; solo el cuarto donde él nació se salvó.

 

Poco sabemos de sus padres. Su padre se llamaba Miguel y, fuera de eso, nada más se sabe de él. Sí sabemos que Hus estaba muy apegado a su madre; ella fue quien le enseñó a orar y a confiar en Dios. Más tarde Hus escribiría, agradecido, que su madre fue quien le enseñó a decir: "Amén,  Dios así lo haga". Ella fue también la que lo impulsó inicialmente a ser un sacerdote.

 

Hus nació en una generación llamada "la Edad de Oro" debido, en gran parte, al emperador Carlos IV' Cuando el emperador llegó al poder dejó de lado a Roma como residencia real y regresó a su tierra nativa de Bohemia, donde reconstruyó a Praga haciendo de ella una de las ciudades más importantes de Europa Central. La meta principal del emperador era establecer un centro educacional dentro de Praga, por lo cual fundó la Universidad de Praga -hoy llamada Universidad Carolina-o Dado que el emperador dotó a la universidad de todos los privilegios de que disfrutaban los famosos centros educativos de París y Oxford, Praga pronto sobrepasó a las otras casas de estudios y se convirtió en la única universidad en Europa Central.

 

Fue este ambiente el que motivó a la madre de Hus a procurar para su hijo la mejor capacitación posible, para asegurar su futuro. Dada la época en que vivían y las circunstancias que los limitaban, sabía que el sacerdocio sería la mejor ocupación para su hijo.

 

Para explicar un poco el trasfondo histórico, diremos que, en 1378, cuando Hus tenía solo cinco o seis años, se produjo el Gran Cisma de Occidente entre los dos Papas -el de Avignon, Francia, y el de Roma-. Hus, naturalmente, a su edad, le prestó poca atención al asunto, sin saber que, en varios años después, las consecuencias de este conflicto papal lo llevarían a la muerte.

 

Pero por ese entonces, Hus estaba muy tranquilo, jugando y cuidando los gansos que sus padres criaban.

Un hogar fuera del hogar Hus dio el primer paso hacia su carrera cuando tenía trece años. Decidida a que su hijo fuera educado como sacerdote, la madre de Hus lo llevó a

la ciudad comercial de Prachatice, a una hora de su casa, y lo inscribió allí en la escuela primaria. Las escuelas de esa época eran totalmente diferentes de las actuales. Solo podía ingresarse a la escuela a los doce años, y la mayoría de la gente jamás se daba el lujo de asistir a clase.

 

Según la tradición, la madre de Hus llevó una hogaza de pan como presente para el director y se arrodilló siete veces durante el camino para orar por él. En este punto, el padre de Hus se pierde en la bruma y su madre se convierte en una figura predominante en la determinación de su futuro. Personalmente admiro los sacrificios que debe de haber hecho la madre de Hus, ya que yo también tuve una madre y una abuela que me enseñaron a orar y buscar al Señor desde mi juventud. Me siento identificado con el amor y la dedicación que la madre de Hus volcó sobre él. El amor de una madre es siempre igual, sea cual fuere la generación en que viva.

 

En la escuela primaria de Prachatice Hus aprendió los conocimientos fundamentos de su época, especialmente las bases de1latín. Este conocimiento sería un paso muy importante para el sacerdocio ya que, como usted sabe después de leer el capítulo sobre Wycliffe, la única Biblia disponible era la Vulgata, en latín.

 

De "Husinec" a "Hus"

 

En 1386 Hus dejó Prachatice y fue a Praga, donde se inscribió en una escuela preparatoria. Dado que Praga ahora era un centro universal de acontecimientos, había estudiantes de muchos países -hasta algunos provenientes de la lejana Finlandia- que vivían allí. Además de los checos nativos, estaba lleno de alemanes. Aquí Hus aprendió alemán como segundo idioma después de su checo nativo.

 

A los catorce años Hus era un jovencito amante de la diversión, con las picardías y las travesuras propias de su edad. Hus solía contar que, cierta vez, para Navidad, él y los otros niños del coro representaron una obra sacrílega: uno, vestido como obispo, subía a un burro, entraba con el burro a la iglesia y, junto con los otros, oficiaba una misa cómica. Por supuesto, estas travesuras habían sido declaradas ilegales por el arzobispo de Praga, pero Hus y sus amigos lo ignoraban.

 

En 1390, a los dieciocho años, Hus ingresó a la Universidad de Praga, un hecho excepcional, ya que pocos de su región lograban ser admitidos a la universidad. Cuando Hus ingresó, decidió cambiar su nombre. En lugar de ser conocido como]ohn de Husinec, abrevió su nombre a 'John Hus".

Pobreza, desilusión, y una relación verdadera

 

Como muchos estudiantes que provenían de un hogar pobre, Hus se ganaba la vida cantando en una iglesia local. Aunque era una época de hambre y privaciones, Hus hablaba de ella con humor: "Cuando era un joven estudiante hambriento, solía hacerme una cuchara con pan, para comer las arvejas... hasta que acabé comiéndome la cuchara también". También dijo: "Cuando era estudiante y cantaba vigilias con otros, solíamos cantarlas lo más rápido posible para terminar el trabajo pronto". ¡Y después los sacerdotes cobraban por ello y no les pagaban lo que correspondía!

 

Mientras luchaba duramente por su propio bienestar, Hus comenzó a observar cuán bien alimentados y felices estaban los sacerdotes. Asociaba el ministerio con vivir bien y ser respetado. Al ver que los sacerdotes siempre tenían mucho dinero, Hus admitió luego que, al principio, quiso entrar al sacerdocio por razones secundarias. Pensaba que el ministerio significaba prosperidad inmediata. Escribió: "Cuando era un joven estudiante, confieso haber abrigado un mal deseo, porque había pensado en convertirme rápidamente en sacerdote para asegurarme un buen pasar y 10 vestir bien, y ser estimado por los hombres".

Rus siempre proclamaba: "¡Escudriñad las Escrituras!"

La Palabra de Dios transformó su religión

en una relación personal con Jesucristo.

Si hubiera sido rico, Hus no hubiera tenido problema en lograr su meta. El dinero hablaba. Con los cientos de sacerdotes que había en Praga, la riqueza le hubiera asegurado una posición importante. Pero era pobre, así que tuvo que trabajar extremadamente duro para probar que podía ser un sacerdote y esperar que se le otorgara un puesto.

 

La historia nunca menciona específicamente cuándo Hus comenzó su relación personal con el Señor. Personalmente, creo que fue en algún momento entre estos años de sus estudios universitarios. Fue el tiempo en que Hus estudió diligentemente las Escrituras y descubrió qué creía y qué no. Hus decía que, cuando era joven, pensaba que el ministerio consistía solamente en subir hasta lo más alto. Pero cuando -recordó luego- "el Señor Dios me dio el conocimiento de las Escrituras"," se convirtió en un apasionado seguidor de Cristo. A partir de ese momento, si alguien venía a él con un problema o una pregunta, Hus siempre proclamaba: "iEscudriñad las Escrituras!" J2 iLa Palabra de Dios transformó su religión en una relación personal con Jesucristo!

El carácter de "el ganso"

 

Al provenir de un hogar tan pobre, Hus se esforzaba extremadamente en sus estudios. Desde su adolescencia adoptó una característica que llegó a ser el fundamento de su ministerio: "Desde el mismo principio de mis estudios, me he fijado la regla de que, cuando discierna una opinión mejor en cualquier asunto, abandonaré alegre y humildemente la anterior. Porque sé que las cosas que he aprendido son las menos en comparación con las que no sé". ¿No sería maravilloso si todos fijáramos la misma regla para nuestras vidas y fuéramos tan humildes para recibir enseñanzas como Hus? A medida que avance en la lectura, usted verá que cada posición que tomó Hus estaba basada solamente en la revelación que tenía y el amor que sentía por Dios.

 

Debido a su celo y diligencia para el aprendizaje, Hus recibió su título universitario en Artes, en 1393. El hombre que presentó a Hus y le entregó su título hizo un comentario interesante. El apellido Hus provenía de Husinec, que significa 'ciudad de gansos'. Cuando abrevió su apellido a Hus, le pusieron el apodo de "el ganso". El presentador se tomó esa libertad con su apellido y lo convirtió en una graciosa descripción de Hus, destacando que, durante el examen final para su título, este había brindado una verdadera fiesta para todos; en otras palabras, había "cocinado el ganso" para convidarlos.

 

Después el presentador hizo una afirmación más seria; señaló que, como un ave, Hus poseía alas con las que "se eleva a más altas esferas". Estoy seguro de que este hombre no tenía idea de cuán alto llegaría Hus y cuán grande se haría su reputación. Ahora Hus tomaba más en serio el sacerdocio. Hasta había comprado su primera y última- indulgencia en 1393.

 

Patriotas espirituales

 

Desde 1398 hasta 1402 Hus vivió en el Colegio Rey Wenceslao, una pequeña sección de la universidad. Allí estudió para su maestría y se hizo amigo de un hombre llamado Esteban de Palec. Palec y Hus estudiaban juntos noche y día, y conversaban regularmente con su instructor favorito, Estanislao de Znojmo. Obviamente inspirado por Estanislao, Hus declaró de este instructor que "no tenía igual bajo el Sol"

 

Hus también era frecuente visitante del hogar de un amigo, el pastor de la Iglesia de San Miguel. Estos hombres estudiaban muchos de los temas candentes relacionados con la vida de Wycliffe. Imagino los acalorados debates que habrán sostenido a la luz de las velas, hablando de las cosas del Señor hasta la madrugada. ¡Desearía poder haber estado entre ellos! Lamentablemente, en el juicio que lo llevó a la muerte, años después, Hus fue traicionado por algunos de los hombres que participaban de estas precisas discusiones.

 

Hus se sentía atraído por Estanislao, porque este amaba las enseñanzas del reformador inglés John Wycliffe. Estanislao estudiaba cada avance de la teología de Wycliffe. Uno de estos temas teológicos se convertiría en un punto conflictivo en la vida de Hus.

 

Estanislao seguía todas las creencias de Wycliffe, aun las contrarias a la transustanciación; él creía en la "remanencia", es decir, que el pan y el vino continúan siendo tales después de la consagración, y no se convierten en el cuerpo y la sangre verdaderos de Jesús. Estanislao enseñaba fervientemente esta doctrina. Aunque Hus consideraba a Estanislao como su mentor, nunca lo siguió en esta creencia.

 

Aunque las enseñanzas de Wycliffe habían sido prohibidas en Inglaterra, eran públicamente difundidas en Praga. El matrimonio de Ana de Bohemia con Ricardo II de Inglaterra abrió las puertas para que los bohemios pudieran educarse en Oxford, y las enseñanzas de Wycliffe pasaron a la ciudad -espiritualmente hambrienta- de Praga.

 

No solo Estanislao, sino la mayoría de los maestros checos con los que estudió Hus eran seguidores de Wycliffe, hasta cierto punto. El espíritu de Wycliffe encendía la reforma que ya ardía en los corazones de los checos.

 

Hus fue un apasionado defensor del movimiento de reforma checo. Creía que el checo debía ser la lengua principal de Bohemia, y que su pueblo nativo debía hacer oír su voz. Sus amigos Palec y Estanislao estaban aun más apasionadamente involucrados en esta causa. Los tres llegaron a tener una relación tan estrecha que los estudiantes de la universidad hacían bromas y poemas sobre su amistad espiritual y patriótica.

 

En 1396 Hus aprobó el riguroso examen para la maestría, y Estanislao le entregó el honroso título. En ese mismo año Hus comenzó a enseñar en la Facultad de Artes, donde copió algunas obras de Wycliffe para su propio uso. El ejército sueco se llevó uno de esos manuscritos durante la Guerra de los Treinta Años, que hoy se expone en el museo

de Estocolmo. En los márgenes de su manuscrito, Hus escribió muchas frases de aprobación que aún pueden leerse, como "Wycliffe, Wycliffe, inquietaréis la mente de más de un hombre", y "Quiera Dios dar a Wycliffe el reino de los cielos".

Un amplio círculo de amigos y mentores

 

Hus ahora disertaba varias veces por día, además de entrenar a los estudiantes sobre cómo utilizar lo que habían aprendido e incorporarlo en sus discursos. Después de enseñar durante dos años, fue elegido para promover a los estudiantes al grado de bachiller. Le encantaba mezclarse con los estudiantes y convertirse en su amigo y mentor. Era conocido como amigo bueno y fiel, ya que realmente se preocupaba por el bienestar de cada estudiante. Las relaciones que inició con los estudiantes durante este período duraron toda su vida. Solo uno de ellos se volvió en su contra, tiempo después.

 

En 1401 el antiguo amigo de Hus, jerónimo de Praga, regresó de la Universidad de Oxford, donde había estudiado. jerónimo trajo con él un cofre de tesoros: ¡los manuscritos de Wycliffe! Había copiado cada una de las obras de Wycliffe antes de salir de Inglaterra, y se apresuró a llegar a su tierra natal para compartirlos con los reformadores checos.

 

Hus amaba profundamente a jerónimo, aunque la personalidad de este era totalmente opuesta a la suya. jerónimo era vehemente, impetuoso y lleno de aventura. Si alguien decía que algo no podía hacerse, jerónimo era el primero en demostrar lo contrario.

 

Mientras Hus y los demás devoraban los manuscritos de Wycliffe, jerónimo partió hacia jerusalén. Regresó dos años después, pero solo para salir nuevamente en un viaje por Italia, Francia y Alemania, siempre metiéndose en problemas por sus doctrinas y arreglándoselas por poco para escapar. Este rudo predicador estuvo lejos de Praga hasta 1412, cuando reapareció en la vida de Hus.

 

Como puede verse, Bus se rodeó de diversos hombres, todos apasionados por el amor a Dios y su nación. Esta variedad de amigos y sus discusiones lo ayudaron a formular las doctrinas por las que sería conocido en los años siguientes.

El "padre" antes que Rus

 

En 1402 Hus fue nombrado pastor de la capilla de Belén, iglesia que fue el centro del movimiento de reforma checo. Aunque la capilla solo tenía once años de vida cuando Hus se hizo cargo de ella, ya tenía una historia increíble.

 

El primitivo movimiento de reforma checo tenía un líder llamado Milie. Hus tenía solo tres años cuando Milic murió, pero el patriota checo ya había iniciado oleadas de reformas en toda la nación. Milic criticó a la jerarquía católica por sus abusos, y no se contentó con simplemente condenar los vicios de la época: puso manos a la obra. En base en una visión que había tenido, buscó el distrito rojo de Praga, convirtió a las prostitutas y fundó un albergue para que ellas vivieran, llamado "Nueva Jerusalén". En este refugio alojó a más de doscientas ex prostitutas que habían decidido vivir para Dios. Fuera del refugio, inició una iglesia, muy apropiadamente llamada Iglesia de María Magdalena.

 

En sus proximidades Milic también construyó una casa donde tenía intenciones de educar al "sacerdocio apostólico": jóvenes que continuarían la obra de reforma en el mismo espíritu.

 

Naturalmente, esto encendió la ira de la jerarquía católica, que lo convocó a Avignon para responder por cargos ridículos. Milic murió mientras defendía su causa. Es llamado "el padre de la reforma checa", aunque no pudo completar las reformas que había iniciado.

 

Sus seguidores continuaron su visión y contribuyeron con dinero para iniciar la capilla de Belén, continuación del movimiento de reforma checo de Milic. La predicación en la capillil debía ser totalmente en idioma checo, para que pudiera servir como centro de reforma. Los maestros checos de la universidad tenían la responsabilidad de sostener la' capilla. El hecho de que nombraran a Hus como pastor demuestra la extraordinaria reputación que tenía entre ellos como promisorio reformador. Los líderes checos sabían que Hus, como Milic, tenía el carácter y la sabiduría para vivir al límite, y que podría distinguir la verdad del error. Hus, un joven patriota checo, lucharía por la verdad.

 

Cuando Hus aceptó el pastorado de esta famosa iglesia, ingresó en la etapa más importante de su vida. Ya había predicado con frecuencia, remplazando a sus amigos pastores. Necesitaría la práctica, ya que su nuevo puesto era muy exigente. En un año debería predicar más de doscientos cincuenta sermones solo en la capilla de Belén. Además de eso, enseñaba y orientaba a estudiantes en la Universidad.

La vida al límite: la capilla de Belén La capilla de Belén era un lugar muy especial. Tenía capacidad para tres mil personas, y el pueblo checo llenaba totalmente el templo en cada culto. En Praga había cuarenta y cuatro iglesias católicas, veintisiete capillas, dieciséis monasterios y siete conventos, pero la capilla de Belén era el único lugar donde se predicaba en el idioma nacional. 22 Hus amaba de todo corazón al pueblo checo, e hizo todo lo posible por pastorearlo adecuadamente. La principal función de la capilla era alimentarlo con la Palabra de Dios. Hus no solo predicaba poderosos sermones en checo, sino que usaba otros medios para transmitir el Evangelio, como las pinturas.

En la capilla de Belén, Hus utilizó todo lo que pudo para extender el Evangelio, desde las pinturas religiosas hasta la predicación en el idioma nacional.

En las paredes de la capilla Hus se aseguró de que las pinturas contaran la verdadera historia, como sus sermones. Se daba cuenta de que la gente común no sabía leer; por lo tanto, no podía estudiar lo que él les predicaba. Así que usó ayudas visuales para que el mensaje del Evangelio quedara firmemente plantado en sus mentes.

 

Lo que quiero decir es esto: en una pared había una pintura de un Papa sentado en un caballo grande, con toda su pompa y extravagante esplendor; junto a él había una pintura de Cristo en toda su pobreza, llevando la cruz. El siguiente par de pinturas mostraba a los gobernantes de las naciones que donaban la ciudad de Roma, junto con un palacio en toda su gloria y poder, al Papa. Este tenía una corona sobre su cabeza y un manto de púrpura sobre sus hombros; la pintura opuesta mostraba a Cristo delante de Pilato como un acusado, con una humilde corona de espinas sobre su cabeza. El tercer par de pinturas mostraba al Papa sentado majestuosamente en un trono, mientras le besaban los pies; la pintura opuesta mostraba a Jesús inclinado para lavar los pies de sus discípulos.

 

El dramático contraste de las pinturas tuvo un enorme efecto. Hus comprendía que la mente capta mejor las cosas que ve, que las que oye; las ayudas visuales lograron su objetivo. Admiro la creatividad de Hus para captar los corazones de las personas y volverlos hacia el verdadero Jesucristo.

Hus enseñaba que el mayor logro de que es capaz

un hombre es el de amar a Dios de manera absoluta.

El incipiente reformador

 

Hus puso también en acción su amor por el pueblo: estableció una residencia para pobres estudiantes campesinos detrás de la capilla, llamada "Nazaret". No solo supervisaba Nazaret, sino también pastoreaba la capilla, enseñaba en la universidad y era mentor de los estudiantes. Hus sentía empatía por las necesidades de los pobres, y esto le atrajo la atención de todo el país. El pueblo se identificaba con él porque provenía de un hogar checo pobre, y había demostrado que deseaba responder a sus necesidades. Sabían que se interesaba sinceramente por ellos. Hus no tardó en ganarse los corazones del pueblo incondicionalmente.

 

La fama de Hus como predicador se extendió rápidamente, y comenzó a ser reconocido como líder indiscutido del movimiento popular checo. Además de las personas comunes, los maestros y estudiantes de la universidad también asistían a sus cultos masivamente. Hus tenía una teología escolástica y un profundo amor por el hombre común, y esta inigualable combinación educaría a toda una generación de futuros reformadores.

 

Enseñaba que el mayor logro de que es capaz un hombre es el de amar a Dios de manera absoluta.

 

La vida de Hus estuvo entremezclada con muchas personas diferentes. todas las cuales defendían valientemente una causa. Su vida fue, en gran medida, como un tablero de ajedrez, con peones, caballeros y varios reyes. Cada movimiento dependía de otro. Vamos a conocer a las figuras principales que le causaron los mayores problemas, y a una que intentó ayudarlo.

 

Dos reyes y un aspirante a obispo

 

Como mencioné al principio, debido al Gran Cisma de Occidente había dos Papas que gobernaban en el mundo occidental. Ninguno de ellos reconocía la autoridad del otro, y la controversia enfrentaba a una nación con la otra. Hus nunca se involucró en este conflicto, pero quienes tenían influencia directa sobre él, sí.

 

Uno de ellos fue el rey Wenceslao, el hijo mayor del emperador Carlos IV Wenceslao era el rey de Bohemia, conocido por sus borracheras irascibles y su débil voluntad. Cambiaba de humor en un abrir y cerrar de ojos. Cometió muchos errores administrativos y se inmiscuyó en temas eclesiásticos. Su primera esposa fue muertil a dentelladas por los perros que él mantenía en su dormitorio. Este flle el hombre que iba a influir en la vida de Hus más de una vez.

 

La segunda esposa de Wenceslao, la reina Sofía, era amiga de Hus. Sofía comprendía a Wenceslao y sabía cómo conservar su favor. Se encariñó mucho con Hus; asistía a los cultos en la capilla de Belén y fue una importante defensora del movimiento de reforma checo. Cuando asistía a Belén, su guardaespaldas, Juan Zizka, la acompañaba. Después de la 28 muerte de Hus, Zizka se convirtió en un temido líder husita.

 

La segunda figura influyente en la vida de Hus fue el rey Segismundo de Hungría, el hermanastro menor del rey Wenceslao. Segismundo no tuvo reinado hasta que se casó con una princesa en Hungría. Cuando el padre de ella murió, Segismundo comenzó su gobierno.

 

Los dos hermanos se odiaban con todas sus fuerzas. En determinado momento Segismundo fue secuestrado y enviado a prisión por Wenceslao, porque Segismundo deseaba poseer Bohemia. Finalmente compró el título de Sacro Emperador Romano, y llegó a ser el enemigo más sangriento de Hus.

 

La última figura es la del arzobispo de Praga, Zbynek. Cuando quedó vacante el puesto de arzobispo, solo Zbynek tenía tanto dinero como para pagar al Papa lo suficiente para ser nombrado, incluyendo la cancelación de la deuda del arzobispo anterior. Cuando Zbynek llegó con el dinero para pagar ese alto precio, fue inmediatamente nombrado para el puesto. En 1402 Zbynek tenía solo veinticinco años, ninguna capacitación en asuntos religiosos, escasa educación y, desde luego, no tenía la madurez necesaria para manejar tal puesto. Aunque no estaba preparado, era un genio militar millonario y tenía un gran entusiasmo y deseo de hacer la obra de Dios.

 

Al principio Zbynek y Bus se llevaron extremadamente bien. Zbynek no tenía idea de que la teología de Wycliffe circulaba por la universidad; ni siquiera sabía de qué se trataba. No comprendía los debates y, durante un tiempo, no les prestó demasiada atención. Confiaba en Bus y le pedía que revisara todas sus decisiones y lo corrigiera si encontraba algún error. La historia de la reina Sofía y de estos hombres son importantes, porque cada uno entró y salió varias veces de la vida de Hus.

En medio de un mundo que muere cautivo pensando que es

libre, aún enseñamos y predicamos la verdad que Rus

enseñó y escribió.

Una necesidad imperiosa: el Espíritu

 

El ministerio de Hus florecía en la capilla de Belén. No solo estaba lleno de la Palabra de Dios, sino que tenía una causa: llevar a los checos a una relación más profunda con Dios.

 

Hus se dio cuenta de que su congregación checa tenía "imperiosa necesidad" de una transformación espiritual genuina. Por ello siempre trataba temas de conducta moral, haciendo énfasis en los motivos, más que en las acciones externas. Enseñaba a la congregación a renovarse en el espíritu de su mente y revestirse de su nueva naturaleza. Les advertía que toda otra palabra sería en vano si la Palabra de Dios no hablaba primero a sus corazones y enseñaba a sus almas. A semejanza de WycHffe y Milic, Hus enseñaba que, para que la doctrina de una persona fuera pura, primero su vida debía ser reformada.

 

Mientras Hus crecía en illlportancia, madurez y carácter piadoso, la Iglesia Católica continuaba operando a su alrededor sin cambiar su pútrida y enferma forma de religión. Los sacerdotes inventaban fábulas y mentían a los analfabetos para recibir dinero, prometiéndoles perdón y vida eterna. Los clérigos se entregaban a la fornicación y al adulterio. algunos tenían varias amantes. Si un sacerdote ganaba buen dinero para la iglesia católica, el papa pasaba por alto sus pecados y, con frecuencia, ascendia al hipócrita.

 

Las doctrinas se inventaban según el dinero que pudieran conseguir, y se alentaba el misticismo porque este exaltaba al clero y mantenía al pueblo sometido y temeroso de tocar a los ungidos de Dios. El dinero regía la Iglesia Católica. Muchas personas se rendían al afán por las riquezas... menos Hus.

 

Hus estaba disgustado por lo que sabía y lo que veía. Consideraba su puesto como un santo oficio, y prometió usar su boca para que Dios hablara la verdad por medio de él. Su misión era reformar la Iglesia Católica, y él lo sabía. Así que usó su púlpito Y sus disertaciones para hablar en contra de la Iglesia por dos razones: la esperanza de reformarla, y la necesidad de levantar una nueva generación de clérigos que no cayeran en pecado. Hus era amigo del Espíritu de verdad; sabía que la verdad siempre prevalecería. iLa verdad que él hablaba era tan revolucionaria, que aún escribimos sobre ella ahora, casi seiscientos años después!

 

En las siguientes páginas he incluido extractos y resúmenes de las verdades que Hus proclamó. Quizá sean de conocimiento generalizado para nosotros hoy, pero en la época en que Europa estaba en tinieblas, a la que una Iglesia Católica Confundida ocultaba la luz, estas verdades eran revolucionarias. También eran una amenaza mortal para el falso gobierno del catolicismo romano medieval.

 

Su mensaje para los sacerdotes Aunque Hus continuaba siendo un católico comprometido, predicaba que nada hacía más daño a la vida espiritual que los pecados de los sacerdotes. No quería un cambio radical en las enseñanzas de la Iglesia; 31 quería que la Iglesia fuera digna de su llamado. Estaba convencido de que, si los ministros prestaban más atención a su propia condición, las doctrinas serían más puras. Hus llamaba constantemente a un regreso al modelo de la iglesia primitiva y una completa reevaluación de lo que significaba ser sacerdote.

 

Hus enseñaba que el mayor logro de que es capaz un hombre es el de amar a Dios de manera absoluta.

 

Una de sus enseñanzas fundamentales sobre los sacerdotes era esta: Hus creía que la verdadera autoridad de un sacerdote dependía de su carácter, no de su puesto.

Rus llamaba constantemente a un regreso al modelo

de la iglesia primitiva y una completa reevaluación

de lo que significaba ser sacerdote.

Naturalmente, esto enfurecía al régimen católico, que creía que, mientras el sacerdote estuviera en buena relación política con la jerarquía, su condición moral no importaba. Hus sostenía que el amor al dinero había destruido la moral. He aquí un resumen de los temas que ilustraban su convicción:

 

l. Rus odiaba la pompa y el prestigio de los que se rodeaban el Papa y muchos de los sacerdotes. En una predicación sobre la humilde entrada de Jesús a Jerusalén, dijo: "No sé hasta qué punto podrían leer la historia el Papa o el obispo, aunque quizá pudieran. Porque muchos que no sabían leer libros han sido Papas, arzobispos, cardenales, obispos, 33 canónigos y sacerdotes. ¿Cómo podría leerlo, si todo lo contradice?"

 

2. Rus denunciaba las actitudes pomposas y elitistas, de los cardenales que acompañaban al Papa. Lo sorprendía que el pueblo y los clérigos consideraran correctas y apropiadas las actitudes de los cardenales. Y agregaba: "Como también yo las consideraba correctas antes de conocer bien las Escrituras y la vida de mi Salvador. Pero ahora Él me ha permitido saber que es una verdadera blasfemia de Cristo y repudio de su Palabra y la de su seguimiento; como tal, es verdaderamente anticristiana".

 

3. Hus denunció a la jerarquía católica que promovía la guerra. Hus creía que había dos espadas: una para la nobleza, para proteger la fe cristiana y la verdad; y la otra, una espada espiritual que debía usar el clero para luchar contra un mal espiritual. Los católicos sabían poco y nada sobre la guerra espiritual. Hus creía que los católicos luchaban solamente por amor al dinero. Dijo: "Cristo, en una alta cruz; ellos, en un gran caballo de guerra; Cristo, con una corona de espinas sobre su cabeza; ellos, con una corona de piedras preciosas y perlas; Cristo permitió que su costado fuera traspasado por una lanza por amor a nosotros; ellos quieren matar a sus hermanos por amor a la basura de este mundo".

 

4. Hus reprendió seriamente a los sacerdotes que no pastoreaban a sus iglesias, sino solo las usaban para obtener ganancia y prestigio personal. Dijo: "Nosotros, los pastores de hoy, no conocemos a nuestras ovejas, excepto a las que tienen más lana. A las ovejas que traen más lana y ofrendas, las estimamos más y las conocemos mejor; pero a quienes menos traen, menos conocemos". Creía que era tarea del pastor conocer a su gente; la gente no tenía la responsabilidad de dar el primer paso para presentarse al pastor.

 

5. En todos sus sermones nunca dejaba de incluir la condenación de la inmoralidad, especialmente del adulterio. Cierta vez escribió que si el apóstol Pablo escribiera una epístola a Praga, sin duda los censuraría por adulterio... ¡especialmente a los clérigos! Al predicar contra los pecados que eran cometidos, Hus dio un resumen de cómo eran realmente las cosas. Dijo: "Quien predique que los sacerdotes no deben cometer adulterio, robar a las personas por avaricia y simonía [vender cosas espirituales) [... ), a este lo tildan inmediatamente de calumniador del santo sacerdocio, destructor de la Santa Iglesia y hereje al que no debería permitírsele predicar. Lo llevan al tribunal y lo condenan. Y cuando esa red diabólica no basta, detienen los cultos". En otras palabras, si no lograban terminar con esas predicaciones con la intimidación, ¡entraban y cancelaban los cultos!

 

6. Hus reprendió severamente a los sacerdotes por oficiar cultos místicos donde las personas quedaban más fascinadas por los que las rodeaban y sus vestimentas, que por Dios. Hus atacaba a los clérigos por confiar en sus túnicas y sus elaborados cultos para crear un ambiente místico, en lugar de enseñar las verdades de la Palabra de Dios para que la gente recibiera contenidos espirituales sustanciosos. Dijo: "Se quedan atónitos mirando las pinturas, las vestimentas, los cálices y otros maravillosos adornos de las iglesias. Sus oídos se llenan con el sonido de las campanas, órganos y campanillas. [...). Ellos -los sacerdotes- están vestidos con suntuosas túnicas, capuchas, sombreros con nudos de perlas, borlas de seda. [...). Llevan báculos -las varas de los obispos- varas y cruces de plata [...). Así, el hombre sencillo desperdicia todo el tiempo que pasa en la iglesia, y al volver a su casa habla sobre esto todo el día, sin decir una sola palabra sobre Dios".

La gente debe darse cuenta de que hay algo especial en nosotros. No necesitamos señales externas que demuestren la obra interior de Dios.

Aun en la iglesia actual debemos tener cuidado de no dejarnos llevar por un título, sea el de obispo u otro-, por una túnica o por un cuello especial. El hecho de que tengamos un título o usemos una vestidura especial no nos hace ungidos. No digo que si llevamos una túnica o tenemos un título no somos ungidos; pero estas señales externas no tienen nada que ver con la unción. Si no nos escuchan cuando estamos vestidos con un traje, o con un vestido, o con un vaquero, ¿Qué nos hace pensar que un cuello o una túnica cambiará algo? Si la gente no nos reconoce porque tenemos algo diferente, por algo que Dios ha hecho en nuestra vida, no necesitamos una túnica; necesitamos permitir que Dios obre en nuestro interior.

 

¿Qué es la simonía?

 

Si usted pensaba que las palabras de Hus eran bastante duras hasta ahora, esta sección es aun peor. Quizá usted se pregunte qué es "simonía" . La palabra tiene su origen en las historias bíblicas de Simón, que ofreció dinero a los apóstoles por el poder del Espíritu Santo, y Giezi, que tomó dinero de Naamán por la cura de la lepra. Puede leer los relatos en Hechos 8.17-24 y 2 Reyes 5.20-27.

 

Cuando Simón quiso comprar el poder de Dios, Pedro le dijo que su dinero perecería con él, porque pensaba que podía comprar los dones de Dios. Después Pedro le dijo a Simón que su corazón no estaba bien; estaba lleno de codicia, envidia y celos, y que debería orar pidiendo perdón.

 

En la época de Hus la Iglesia estaba infectada con la práctica de la simonía, principalmente en la forma de la venta de indulgencias, absoluciones, etc. Sacudimos la cabeza, disgustados, al pensar en estas prácticas erradas de esa época, pero aun hoy debemos guardar nuestros corazones de este espíritu malo y engañador. Nada ha cambiado. Recuerde: No hay nada nuevo bajo el Sol; solo la forma externa es diferente.

 

Creo en la prosperidad a la manera de Dios. El Libro de Proverbios está lleno de advertencias para los justos que dicen que, si nos concentramos mas en las riquezas, o las deseamos más que a Dios, esto es abominación al Señor. Proverbios 28:20 dice: "El hombre de verdad tendrá muchas bendiciones; mas el que se apresura a enriquecerse no será sin culpa". Si usted tiene alguna pregunta sobre este aspecto, lea el Libro de Proverbios; está todo allí, y verá la forma correcta de vivir en salud y prosperidad.

 

La razón por la que se predica la prosperidad no es hacer más agradable el mundo. La razón de la prosperidad no es que usted esté más cómodo. La prosperidad se predica porque debemos tener dinero para contar con las herramientas necesarias para hacer la tarea. El dinero paga las herramientas que llevan salvación, liberación, sanidad y discipulado. El dinero es una herramienta para hacer la tarea en las áreas a las que Dios lo ha llamado a usted.

 

¿Por qué algunos no reciben el dinero que desean? Porque lo desean para algo que no es la voluntad de Dios. Lo desean para satisfacer sus deseos o construir su propio imperio personal con su propio nombre y su propia herencia. Muchos deberán rendir cuentas a Dios por esto.

 

Presento lo que Hus creía sobre la simonía, porque creo que es una buena advertencia para todos los de nuestra generación; especialmente cuando parece que el dinero domina toda nuestra sociedad, nuestra cultura, y sí, también a veces, nuestro ministerio y nuestra iglesia.

Firmes declaraciones contra la simonía

 

Creo que Hus entendía qué fin tenía Dios para el dinero. Si se lo usaba de otra manera, él lo llamaba "tráfico de cosas sagradas" y lo ubicaba 39 en el mismo nivel que la apostasía y la blasfemia.

 

l. Hus sostenía que cualquiera que estuvíera en el ministerio por amor al dinero, las posesiones mundanas o el dominio, era culpable de simonía. De estas personas, dijo: "No hay estado en el cristianismo más propenso a la caída [...]. Por lo tanto, cualquiera que corre tras esta dignidad y lucha por obtenerla por el motivo de la ganancia material o la eminencia en este mundo, es culpable de simonía".

 

Si usted está en el ministerio o en la iglesia por cualquier cosa que no sea Dios, tendrá un tiempo para arrepentirse y cambiar. Pero si no cambia, sin duda, sus motivos errados finalmente serán revelados, y su verdadero carácter saldrá a la luz. Pero más temible y solemne aun es pensar que un día tendrá que presentarse delante de Dios y rendir cuentas de sus motivos.

 

2. Hus desaprobaba a todo clérigo que aceptaba dinero por servicios ministeriales "extracurriculares". Hus creía que los clérigos debían recibir un sostén material para sus necesidades básicas, pero los reprendía por cobrar dinero por tareas extras, como una ordenación. Hus creía que una ordenación era un oficio espiritual que no podía comprarse. Aun los reprendía por cobrar por casamientos y funerales, porque los consideraba un deber espiritual del oficio pastoral. Tachaba de "antibíblicos" a quienes cobraban por confesiones y absoluciones; señalaba que Jesús nunca había recibido dinero ni había revisado el registro de diezmos de quienes se acercaban a pedirle ayuda.

 

Hus reprendía a los monjes notables que pagaban para entrar a una orden. En cuanto a su voto de pobreza y su negativa a amar el dinero, comentaba que los monjes guardaban ese voto "tan bien como una prostituta guarda el de castidad".

 

3. Hus insistía en que nadie debía asistir a una misa oficiada por un sacerdote que estuviera involucrado en simonía o inmoralidad, y que la congregación no debía entregarle sus diezmos. Muchos sacerdotes pagaban un impuesto al obispo para tener amantes. Algunos tenían hijos de esas amantes, por los cuales debían pagar un impuesto "de cuna" extra. Hus dijo: "No sé cómo la santa Iglesia puede liberarse de ellos, a menos que la comunidad siga el orden que Cristo y san Pablo han establecido.

 

4. Hus creía que la mejor forma de evitar la simonía era elegir buenos hombres como obispos y sacerdotes, hombres cuyos corazones amaran a Dios y no al dinero. Esto, naturalmente, causaría una reforma radical en el sistema del papado.

 

Al darse cuenta de que no podía hacer mucho más que predicar contra este mal, Hus concluía sus sermones con la frase que siempre repetía y por la que se hizo famoso aun hasta hoy: "La verdad vence a todo".

Hus concluía sus sermones con la frase que siempre repetía y por la que se hizo famoso aun hasta hoy: "La verdad vence a todo"

Hus creía firmemente que negar la verdad era traicionarla. Sabía que la verdad siempre prevalecería, sin importar quién se le opusiera ni cuántos estuvieran en su contra, ni cuánto tiempo fuera necesario. Y yo digo: "¡Amén!" Su mensaje para los laicos Hus amaba profundamente a las personas comunes, y las cuidaba como un pastor amoroso a su rebaño.

 

Sus reprensiones al clero eran consecuencia de que la gente estaba desilusionada, engañada o herida por las acciones de los sacerdotes. Creía que Dios no tomaba a la ligera que los clérigos engañaran a su rebaño. Al mismo tiempo, deseaba que las personas maduraran y comprendieran lo que la Palabra de Dios decía, para que pudieran actuar adecuadamente. Además de sus exhortaciones a ser transformados desde adentro, Hus aconsejaba a todos que fueran sabios y no perdieran el sentido común simplemente porque eran cristianos.

 

1. Les enseñaba que, simplemente, si no había un sacerdote cerca, se arrepintieran de corazón. Hus reprendía a los creyentes que se habían vuelto tan supersticiosos que creían que su perdón solo podía provenir de un sacerdote, y explicaba que el perdón procede solo de Dios, y que el sacerdote solo puede verificar si existe un arrepentimiento genuino. Hus enseñaba: "...los sacerdotes que piensan o dicen que pueden, por su propia voluntad, atar o desatar sin que primero ate o desate Jesucristo, están terriblemente insanos".

El arrepentimiento proviene del corazón. El perdón solo puede darlo Dios. Un sacerdote solo puede verificar si existe un genuino arrepentimiento.

2. Hus enseñaba que las personas debían obedecer a los clérigos según su ética, no según su posición. Esto, aun hoy, es una afirmación controvertida. Hus creía que toda persona debe discernir la vida de quienes están por encima de ella; de lo contrario se convierte en un esclavo que cree que un sacerdote nunca puede estar equivocado y que sus órdenes deben ser cumplidas como si fueran mandatos de Dios. Hus enseñaba a su gente que, si un sacerdote o un superior les ordenaba hacer algo que no estuviera en la Biblia, ningún cristiano fiel estaba obligado a hacerlo.

Hus pensaba que la gente tenía derecho a saber lo que el ministro enseñaba y cómo vivía según la Biblia.

Les decía que nunca debían permitir que un ministro los reprendiera, preguntándole: "¿Qué le interesa a usted de nuestra vida o nuestros actos?" Creía que la vida de los ministros siempre debía estar a la vista de todo el pueblo. La gente tenía derecho a saber lo que el ministro enseñaba y cómo vivía según la Biblia. Y agregó: "Porque ningún superior está exento de corrección".

 

3. Hus enseñaba a la gente que circuncidaran su corazón para que la verdadera vida de Dios pudiera fluir de ellos. No era hombre que gustara de los espectáculos. La fe en Dios venía del corazón; no era solamente una apariencia externa. Quería que la gente comprendiera que la Iglesia no estaba limitada a los Papas, cardenales, obispos y clérigos, y que la congregación también tenía un rol importante en el reino de Dios.

 

Solo un hombre que no tenía nada que esconder, alguien muy seguro de su propio rol y su posición, podría enseñar estas cosas en un tiempo en que el hombre común estaba reducido prácticamente a nada.

 

Al regresar a la historia de la vida de Hus, no solo lo encontraremos predicando a un pueblo hambriento de estas verdades reformadoras, sino también vemos una puerta que se abre al mismo corazón de la Iglesia Católica Romana por medio de un arzobispo que le muestra su favor.

 

Codiciadas reliquias

 

Zbynek era el joven dinámico y rico, arzobispo de Praga. Le agradaba la personalidad osada de Hus y lo tomó como amigo y confidente. En 1403 y nuevamente en 1404, Zbynek fue anfitrión de dos sínodos en los cuales pidió a Hus que fuera el orador invitado. A estas conferencias asistieron numerosos prelados ricamente vestidos y almidonados y, al subir a la plataforma, el delgado y desgarbado Hus aprovechó la oportunidad para denunciar sus vicios a través de los sermones. El salón, atestado de gente, quedaba en un silencio helado mientras Hus comenzaba a profundizar en las Escrituras. Algunas veces los sacerdotes estaban tan atónitos frente a su revolucionaria osadía, que solo podían quedarse sentados mirando sin ver. Pero Zbynek estaba encantado con lo que escuchaba, y se prendó tanto de Hus que hasta incluyó varias de las convicciones de los reformadores checos en las iglesias católicas de toda Praga.

 

Durante los cinco años siguientes, Zbynek fue un firme apoyo para el movimiento de reforma checa. Lamentablemente, su amor por el dinero y el poder lo hicieron cambiar de posición en el último tiempo. Pero durante un tiempo, Hus fue uno de los sacerdotes favoritos de Zbynek. Por ejemplo, en 1405 Zbynek recibió informes de Italia y partes de Bohemia sobre la supuesta aparición de sangre verdadera de Cristo en los 46 elementos consagrados. Zbynek sospechaba de tales informes, así que eligió a Hus, Estanislao y otra persona más cuyo nombre no se conoce, para ir a esas regiones e investigar los sucesos.

 

Estos tres hombres interrogaron, intimidatoriamente, a los checos que habían regresado de la región. Incapaces de mantener la mentira, los checos confesaron la mentira a Hus: el milagro había sido inventado por un sacerdote que trataba de ganar dinero para compensar la pérdida de una iglesia que se había quemado. Hus escuchó atentamente mientras los checos le explicaban que el sacerdote había mojado la hostia en sangre y exclamado con gritos histéricos que se había transformado milagrosamente. Durante un tiempo el truco había funcionado: llegaba gente de todas partes, trayendo valiosos regalos para el sacerdote y la iglesia. Hus persiguió y aprehendió al clérigo inmediatamente. Bajo un riguroso examen y punzantes preguntas, el sacerdote confesó que todo era un engaño.

 

También había habido una corriente de personas que adoraban diferentes objetos en toda Europa central, y Hus quería ponerle fin. Sé que esto puede sonar grosero, pero quisiera que usted lo comprenda a la luz de la época: ¡La Iglesia Católica decía que tenía en su posesión el prepucio de Jesús! En Praga decían que tenían sangre y pelos de la barba de Jesús y leche de la virgen María en exposición.

 

Hus había emprendido una cruzada en contra de tan groseros errores. Trataba apasionadamente de proteger los corazones de las personas y enseñaba que no debían creer en reliquias falsas como estas, ni adorarlas. Hizo pedazos el engaño y la hipocresía de la Iglesia Católica y de los sacerdotes que alentaban esta adoración idolátrica. Hus rugió: "Estos sacerdotes merecen ser colgados en el infierno, porque son fornicarios, parásitos, avaros, gordos cerdos".48 Aunque decían ser los herederos de la sucesión apostólica, estos sacerdotes no se parecían en nada a los apóstoles. Hus declaró solemnemente que todas esas reliquias eran falsas.

 

Una vez más, Hus privaba a la Iglesia del dinero que hubiera recibido si esas personas ingenuas hubieran continuado adorando las falsas reliquias.

La voz viva del Evangelio Para este entonces, hacía cuatro años que Hus pastoreaba; buscaba toda forma posible de cuidar, bendecir y prosperar a las personas. Una de esas formas era ensalzar el idioma nativo checo. Por ello Hus se tomó este tiempo para perfeccionar el alfabeto checo traduciendo el alfabeto latino al idioma checo. Toda sílaba debía expresarse con una letra, en lugar de una combinación de letras. Su conversión del idioma checo a una forma modernizada aún se utiliza en la actualidad."

 

En 1406 Hus revisó y mejoró el Nuevo Testamento en checo. También revisó porciones del Antiguo Testamento. Hacia el final de su vida emprendió el proyecto de revisar toda la Biblia en checo para hacerla de más fácil lectura.

 

Luchó valientemente por el derecho del pueblo checo a leer la Biblia en su propio idioma. Cuando se enteró de que algunos sacerdotes prohibían a los checos leer en su idioma, los reprendió señalando que Juan escribió su Evangelio en griego, Simón predicó el Evangelio en persa, y Bartolomé hablaba en el idioma de Judea. "¿Por qué, entonces, permitís vosotros que los sacerdotes prohíban a la gente leer la ley de Dios [...] en checo?"

 

A medida que los checos comenzaban a comprender mejor la Palabra al leerla en su idioma natal, Hus ilustraba la importancia de predicar lo que habían aprendido. Dado que vivían en una época en que los libros impresos aún no estaban al alcance de la gente, hizo énfasis en que ellos debían ser "la voz viva del Evangelio".

 

Para Hus, la predicación pública era una señal segura de la verdadera Iglesia. Creía que la Biblia debía ser proclamada libremente, sin limitaciones ni censuras. La predicación era un don inspirado por Dios, y detenerlo sería poner obstáculos a la Palabra de Dios.

Juan escribió su Evangelio en griego, Simón predicó el Evangelio en persa, y Bartolomé hablaba en el idioma de Judea. Hus pensaba que su pueblo debería escuchar el Evangelio en su propia lengua, el checo.

Hus decía que, dado que la predicación es divinamente inspirada por Dios, nadie tiene autoridad para detenerla. Predicar es algo obligatorio, no optativo. Naturalmente, la Iglesia Católica se enfureció ante tal comentario, ya que ellos creían que tenían el poder de determinar quién podía ministrar y quién no. Hus creía que, si alguna autoridad intentaba impedir que un sacerdote predicara, este debía ignorarla y continuar. Hus declaró: "Los predicadores son más importantes en la Iglesia que los prelados". Creía que todos los ministros tenían el derecho de proclamar la verdad que creían. Wycliffe había creído lo mismo.

 

Hus constantemente exhortaba a los clérigos y a los jóvenes estudiantes que lo escuchaban predicar a "predicar el Evangelio, no entretenimiento, ni fábulas, ni violentas mentiras, para que las personas con mente atenta acepten el Evangelio y tanto el predicador como el que lo escucha se afirmen en su fe en el Evangelio".

 

Pero Hus no viviría para ver tal libertad. De hecho, muchas generaciones después de él tampoco llegaron a verla. Solo a fines del siglo XVI, cuando se dictó la Ley de Tolerancia la predicación individual de conciencia fue permitida en Europa sin castigo. 

Si encuentras un error, dímelo

 

Para este entonces, en I408, Estanislao había sufrido grandes persecuciones por ser seguidor de las enseñanzas de Wycliffe, y se había distanciado de los reformadores checos.

 

Cada vez más distanciado, finalmente llegó a separarse por completo de la causa y a unirse al bando totalmente opuesto: el de los extremos papistas. Estanislao pronto convenció a Palec de que se le uniera. Ahora, en un extraño vuelco del destino, tanto Estanislao como Palec eran enemigos declarados de Hus y del resto de los reformadores checos. Al sentir la disensión en el seno de los reformadores checos, la jerarquía católica hizo un movimiento en contra de la condena inflexible de su estilo de vida inmoral y sus prácticas heréticas. Convocaron a un sínodo en el que denunciaron formalmente la predicación contra su estilo de vida en cualquier sermón predicado en checo. También acusaron a todo el partido reformista checo de la herejía de Wycliffe.

 

Zbynek quería congraciarse con la jerarquía de la Iglesia, por lo que ordenó que le llevaran todos los libros de Wycliffe para examinarlos. Hus llevó personalmente los libros a la corte y los colocó delante de Zbynek. Después, sonrió y le dijo a Zbynek que, si encontraba algún error en ellos, se lo hiciera saber.

 

El cambio de lealtades no les sirvió de mucho a Estanislao y Palec. La persecución de la que Estanislao había hecho objeto a otros los había metido en problemas a ambos, y las autoridades de la Iglesia querían verlos. Se les había ordenado que se presentaran delante de un tribunal del sínodo en Italia. Al llegar fueron arrestados y enviados a prisión.

 

Hus aún no había sido acusado de herejía, sino de causar divisiones en la Iglesia, porque había denunciado los pecados de varios clérigos. Zbynek apoyaba los cargos, y él YHus escribieron varias veces al tribunal. Hus defendía sus convicciones y exponía su teología.

 

Todos estos argumentos en un sentido y otro preocuparon al rey Wenceslao, quien temía que la reputación de Bohemia sufriera como consecuencia, por lo que ordenó a Zbynek que escribiera una confesión declarando que, después de un cuidadoso examen, no había encontrado herejía ni herejes en Bohemia. Zbynek dudó, porque había estado involucrado en el hecho de que Estanislao y Palec fueran a la cárcel, así que comenzó a oponerse al rey Wenceslao y los reformadores. ¿Cómo quedaría él a los ojos del Papa? ¿Cómo lograría un puesto superior si parecía tan inconstante?

 

Para 1409 el rey Wenceslao, para favorecer a los reformadores checos, y cansado de tanta controversia, derogó una ley, con lo que puso furiosos a los alemanes, que se retiraron de Praga por cientos. El puesto de rector ahora estaba vacante y los reformadores checos votaron en abrumadora mayoría para que Hus lo ocupara.

 

Una Iglesia con tres cabezas

 

En 1409 se preparaba otra gran controversia. Aún había dos Papas que gobernaban -uno en Avignon y otro en Roma- y ninguno cedía ante el otro. Cuando un Papa moría, otro era inmediatamente puesto en su lugar. Benedicto XIII era el Papa de Avignon, y Gregario XII el de Roma.

 

Sin posibilidad de arreglo del cisma a la vista, algunos cardenales fueron a Pisa, Italia, y convocaron un concilio general para elegir un Papa que fuera aceptado por todo el mundo occidental y terminar así con los otros dos.

 

El Concilio de Pisa fue impresionante. Multitud de cardenales y obispos llegaron a la ciudad, todos con sus mejores vestimentas y cubiertos de pies a cabeza de finas joyas. Debido al gran número de clérigos de alto rango presentes, se declararon a sí mismos como la autoridad final, y eligieron un tercer Papa, Alejandro V, a quien ordenaron que convocara a un segundo concilio antes de 1412. El Concilio de Pisa pidió la renuncia de los otros dos Papas.

 

Los otros dos Papas se negaron a renunciar. ¡Ahora la Iglesia tenía tres Papas, y ninguno de ellos reconocía a los otros dos!

 

Hus había estado de acuerdo con el Concilio de Pisa; esperaba que la controversia papal llegara a su fin. Cuando ninguno de los Papas renunció y los tres decidieron permanecer en el gobierno, Hus se sintió muy disgustado y los reprendió duramente, dijo: "¡Bien, ustedes, vicarios apostólicos! Ved si tenéis el Espíritu Santo, que es el espíritu de unidad, paz y gracia. Porque si lo tuvierais, viviríais como vivieron los apóstoles. Pero, dado que peleáis por la dignidad en cuanto a posesiones, asesináis a personas y causáis contención en el cristianismo, demostráis con vuestras obras que poseéis un mal espíritu, el espíritu de discordia y avaricia que 54 ha sido asesino o matador desde el principio".

 

Es interesante que Hus los haya llamado asesinos. De los ocho Papas que reinaron desde 1378 hasta 1417, cinco murieron repentinamente. La 55 sospechosa naturaleza de sus muertes hacía conjeturar asesinatos.

 

"Un Papa aquí, un Papa allá"

 

El rey Wenceslao vio la elección de otro Papa más como su oportunidad perfecta. Tenía un plan. Esperaba que, si lograba posicionarse adecuadamente con el nuevo Papa, Alejandro V, y ganar su favor tomando una posición de liderazgo en el cisma, podría recobrar su derecho a competir por el título de Sacro Emperador Romano.

 

Así que, en 1409, Wenceslao dejó de ser aliado de Gregorio XII para serlo de Alejandro V, y ordenó a Zbynek que hiciera lo mismo. Entonces Zbynek recibió la orden de quitar todo rastro de herejía de Bohemia, allanando así el camino para que Wenceslao fuera elegido como emperador.

 

Zbynek se resintió aun más con Wenceslao por hacerse aliado de Alejandro V Al principio se negó a obedecer. El rey se enfureció al ver que el obispo trataba de desobedecerlo. Cuando Zbynek recordó la personalidad asesina del rey, reconsideró su posición, se hizo partidario de Alejandro V y lanzó una venganza total contra toda herejía que pudiera hallarse en Bohemia. Esto convirtió a Hus en uno de sus principales blancos.

 

Alejandro V lanzó una orden en la que condenaba los libros de Wycliffe y prohibía que se predicara en cualquier lugar que no fuera una catedral católica o un monasterio. Esto estaba dirigido a Hus, ya que su capilla era el único lugar no considerado catedral.

 

Parecía que el rey y Zbynek iban a hacer ciertos progresos con el Papa. Pero antes de que Wenceslao pudiera ganar el favor del nuevo Papa y Zbynek pudiera lanzar un ataque total contra Hus, Alejandro V fue hallado muerto. ¡Había sido envenenado!

Las mentes pequeñas inician incendios

 

Juan XXIII fue instalado como nuevo Papa en lugar de Alejandro V Originalmente, Alejandro V le había ganado el puesto. La historia sostiene que Juan XXIII, más tarde, lo envenenó.

 

Como usted imaginará, Juan XXIII era un mal hombre. Cuando era obispo en Nápoles, su secretario confirmó que había seducido a doscientas vírgenes, matronas, viudas y monjas. Aplicaba impuestos a todo, por ejemplo, la prostitución. ¡Y ahora era el nuevo Papa!

 

Zbynek aún hacía cumplir la orden de Alejandro V, pero Hus la ignoró desde el principio. Usted recordará lo que él creía sobre la predicación; estaba convencido de que el Papa no tenía autoridad para decirle a nadie dónde podía predicar. Hus sostenía que la orden no era válida, ya que el Papa que la había dictado estaba muerto.

 

Dado que Hus se negó a dejar de predicar, Zbynek organizó un ataque físico contra la capilla de Belén; trató de destruirla. El ataque fue planeado para ser realizado mientras la capilla estuviera llena de gente y Hus estuviera predicando. El ejército de Zbynek tomó por asalto las puertas de la capilla, pero no estaba preparado para los rudos reformadores checos. El pequeño ejército fue expulsado a las calles, sangrando y herido por la batalla contra los checos. Hus denunció los esfuerzos de Zbynek desde el púlpito mientras la lucha se desarrollaba. Fue una derrota terrible para Zbynek.

 

Después del ataque los checos estaban enfurecidos. El pueblo estaba airado contra Zbynek y se unió de una manera increíble. En un culto sensacional en la capilla, lleno de cantos patrióticos y camaradería, Hus leyó públicamente su respuesta a Juan XXIII sobre la orden de Alejandro V También agregó que, en 1409, había habido una profecía que decía que se levantaría un hombre que perseguiría al Evangelio y la fe en Cristo. Cuando Hus, dramáticamente, preguntó a la multitud si lo apoyaría para derrotar las acciones de este hombre, los gritos de asentimiento fueron atronadores.

 

Hus no solo apeló la orden de Alejandro V y Zbynek, sino también escribió un panfleto para defender su posición. Zbynek estaba tan avergonzado y furioso que ordenó que todos los libros de Wycliffe fueran quemados en una ceremonia pública. El 16 de julio de 1410, con campanas sonando y sombríos sacerdotes cantando, unos doscientos ejemplares de los manuscritos de Wycliffe fueron reducidos a cenizas.

 

Hus respondió con una declaración pública: "Lo considero un acto inútil. Tales incendios jamás han logrado quitar un solo pecado de los corazones de los hombres. El fuego no puede consumir la verdad. Siempre es la señal de una mente pequeña que ventila su ira contra objetos inanimados". El comentario directo de Hus hizo que los ciudadanos checos se lanzaran a una revuelta abierta. Comenzaron a burlarse de Zbynek e hicieron comentarios irónicos sobre él. Por ejemplo: Obispo Zbynek, el que quemó libros sin saber lo que tenían escrito. Furioso y avergonzado, Zbynek se vengó excomulgando a Hus. Luego, huyó de Praga, pues temía por su vida.

Espías en capilla

 

En la Iglesia Católica hay varias etapas de la excomunión, un castigo que impide a un miembro participar de los ritos y cultos de la Iglesia. En su forma primitiva, generalmente permite que el excomulgado participe de ciertas partes del culto, pero solo como lo haría una persona no bautizada. 

 

Algunas veces la excomunión era por un período de tiempo determinado. En este caso, al excomulgado no se le permitía ni siquiera entrar al edificio de la iglesia.

 

La forma más grave de excomunión implicaba que el excomulgado fuera completamente separado del amparo de la Iglesia, y hasta afectaba su posición en la sociedad. En esos casos los superiores de más elevado rango decidían qué determinación se adoptaría con respecto a la persona. Muchas veces, si el excomulgado se acercaba siquiera al edificio de la iglesia, no podían llevarse a cabo cultos allí durante los tres días siguientes. Hus experimentaría los cuatro niveles de excomunión.

 

Hus ignoró la primera excomunión y continuó predicando y trabajando en su ministerio como si nada hubiera sucedido. Recibió un extraordinario apoyo, hasta de lugares tan lejanos como Inglaterra. Los nobles ingleses escribieron al rey Wenceslao alentándolo a continuar apoyando a los reformadores checos. Hus recibió una carta de un seguidor de Wycliffe en Inglaterra que decía: "Por tanto, vos, Hus, amado hermano en Cristo, aunque desconocido para mí en persona, mas no en la fe y el amor; [...] esforzaos como buen soldado de Jesucristo; predicad, permaneced firme en palabra y ejemplo, y llamad al camino de la verdad a toda persona que podáis". Hus leyó la carta a su congregación, ¡que ahora llegaba a más de diez mil personas!

 

Zbynek no pudo soportar que Hus recibiera tal apoyo, así que comenzó a enviar espías a la capilla, a la espera de que Hus dijera algo que lo condenara. Pero era difícil aventajar a Hus. Este identificaba a cada uno de los espías, señalando a varios de ellos y humillándolos. Cierta vez, en medio de un sermón, Hus se detuvo y gritó a un espía que había reconocido: "¡Hey, tú, que te cubres la cabeza con una capucha, toma nota de esto, espía, y 64 llévaselo allá!", señalando donde creía que Zbynek estaba. ¡Nunca subestime a un reformador lleno del Espíritu Santo!

 

Ausente

 

En el otoño de 1410 Hus recibió la orden de comparecer en Italia para explicar por qué había desobedecido las órdenes del Papa. Zbynek aprovechó la situación y le asestó otra excomunión. Era la segunda, llamada "excomunión agravada". Hus ignoró también esta segunda excomunión, y continuó predicando y cumpliendo con sus deberes. Tenía mucho 65 más apoyo en Praga que Zbynek.

 

Pero luego Rus escribió una humilde carta al Papa, pidiéndole que le permitiera predicar en la capilla de Belén y que no se quemaran más libros de Wycliffe. El rey Wenceslao, algo irritado por toda la atención negativa que estaba recibiendo Bohemia, también escribió al Papa; le dijo: "Si alguien desea acusarlo [a Rus] de algo, hágalo en nuestro reino, ante la Universidad de Praga u otro juez competente. Porque nuestro reino no considera adecuado exponer a tal útil predicador a la discriminación de 66 sus enemigos y a la perturbación de toda la población". La reina Sofía también escribió al Papa y a los cardenales, instándolos a no presentar cargos contra "nuestro fiel y devoto capellán".

 

Al no recibir respuesta, el rey y la reina escribieron una vez más, informando al Papa que enviarían a dos emisarios en lugar de Rus. Cuando Zbynek se enteró de la intervención de los reyes, envió costosos y lujosos regalos al Papa y los cardenales, como caballos, copas valiosas y anillos. También envió dinero a los siervos del Papa. Zbynek rogó que le mostraran su aprecio por estos regalos ordenando a Rus que se presentara. Los costosos regalos dieron resultado. En febrero de 1411 Rus fue excomulgado por tercera vez por un cardeaal superior en Italia, por no presentarse ante el Papa.

 

Mejor sería morir

 

Encantado por el poder de que ahora disfrutaba con relación al Papa, Zbynek no supo detenerse a tiempo: intentó actuar en contra del rey Wenceslao excomulgándolo a él y a toda la corte. Wenceslao se enfureció y amenazó a Zbynek.

 

Zbynek respondió con una movida sumamente osada: colocó a toda la ciudad de Praga bajo interdicto. Esto significaba que se suspendían todas las actividades eclesiásticas: funerales, matrimonios y predicaciones. Todos los magistrados de Bohemia se pusieron de parte del rey y se opusieron valientemente a Zbynek. Después de una breve lucha de poder, Zbynek comprendió que estaba completamente vencido. Una vez más, temiendo por su vida, se sometió al rey y fue obligado a prometerle obediencia incondicional

 

Como deseaba salvar la reputación de su nación, lo primero que hizo el rey Wenceslao fue ordenar a Zbynek que declarara que todas sus acciones en contra de Rus fueran anuladas; específicamente, las excomuniones. Zbynek debía enviar al Papa Juan XXIII una carta explicando sus acciones irracionales en contra de Rus, declarando que este era inocente de todos los cargos de herejía. ¡Hasta le ordenaron que declarara que Hus y él estaban totalmente de acuerdo en asuntos de doctrina! Después de es- 68 to, Zbynek debía hacer una declaración pública de igual contenido.

 

Wenceslao ordenó a Hus que escribiera una carta de sumisión al Papa ya los cardenales, profesando humildemente su fe y pidiendo una suspensión de todos los cargos en su contra. Hus obedeció de buena gana y, dos días después, ya tenía las cartas escritas.

 

Dos semanas después Hus estaba nuevamente haciendo lo que había sido llamado a hacer: defender públicamente a Wycliffe y la mayoría de sus doctrinas, y tratando de reformar la Iglesia Católica. Con respecto de las doctrinas con las que no estaba de acuerdo, permaneció en silencio. Hus sostenía que cuando la verdad no es defendida, es negada. Por tal razón no podía permanecer en silencio con respecto a lo que creía.

 

Mientras tanto, Zbynek hervía de furia, y su ego estaba malherido. La orden de Wenceslao había sido demasiado para él. Dejó una carta para el rey, donde escribió los motivos por los cuales se consideraba ofendido, y luego declaró que no cambiaría su posición en contra de Hus y no escribiría una carta al Papa. Zbynek escribió al rey que iría a Hungría, para refugiarse en el reino del rey Segismundo -hermanastro y enemigo de Wenceslao-.

 

Segismundo debía encontrarse con Zbynek al día siguiente, camino a Hungría, para acompañarlo a la ciudad. Pero sucedió algo muy extraño antes de que pudieran encontrarse. Zbynek fue hallado muerto... envenenado por su propio cocinero.

El reformador apostólico

 

No faltaban candidatos a llenar el puesto dejado por Zbynek. Se postularon veinticuatro hombres, pero Wenceslao eligió a su propio médico y profesor universitario, el Dr. Albik de Unicov.

 

Albik fue quien más ofreció por el puesto de arzobispo, y no estaba mejor preparado para ocuparlo que Zbynek. Al principio de su arzobispado, Albik, como Zbynek, se contentó con no causar alboroto; no tenía interés en convertirse en enemigo de Hus. Pero había quienes deseaban continuar el ataque contra Hus.

 

Dos de ellos eran Estanislao y Palec, que habían salido de la cárcel y regresado a Praga. Palec se puso en contacto con Albik y lo obligó a llamar a Hus para interrogarlo sobre sus doctrinas erróneas. Albik ordenó a Hus que se presentara en el palacio del arzobispado.

 

Hus y el concilio intercambiaron cartas contenciosas durante un tiempo, hasta que, finalmente, Hus aceptó presentarse ante el arzobispo. Al entrar Hus se encontró cara a cara con la hipocresía que había denunciado durante la mayor parte de su vida. Vestidos en todo su esplendor, con joyas, perlas y lujosas túnicas, los miembros del concilio del arzobispo preguntaron a Hus si estaba dispuesto a obedecer el mandato apostólico. Hus contestó enfáticamente que deseaba de todo corazón cumplir los mandatos apostólicos.

 

Los miembros del concilio se miraron, obviamente complacidos, sonriendo y asintiendo con la cabeza; creían que habían ganado la discusión.

 

Fue entonces que Hus sacó provecho de la terminología que ellos habían utilizado. Para ellos, "apostólico" significaba "papal". Pero Hus les dijo: "Señores, comprendedme. Dije que aspiro de todo corazón a cumplir los mandatos apostólicos y obedecerlos en todo; pero yo llamo mandatos apostólicos a las enseñanzas de los apóstoles de Cristo. En la medida que los mandatos del pontífice romano estén en armonía con los mandatos y las enseñanzas de los apóstoles [...], hasta tal punto estoy verdaderamente dispuesto él obedecerlos. Pero si encontrase alguno que se opusiera a ellos, no lo obedeceré, aunque delante de mis ojos se encendiera un fue- o. "fuego para consumir mi cuerpo .

 

El concilio quedó atónito. Hus dejó que el silencio los inundara. Sin saber qué más hacer, rápidamente le ordenaron que se retirara, y luego escribieron a Wenceslao explicándole cuántos problemas le traía Hus al rey, a la Iglesia y a toda la nación de Bohemia.

 

Pulgas, moscas y ruidosos hombres rudos

 

Mientras tanto el rey Wenceslao aún buscaba formas de lograr sus propios fines. En 1412 el Papa declaró la guerra contra el rey de Nápoles, que había tomado el control de Roma. Con el fin de recaudar fondos para esta guerra, el Papa instituyó una venta de indulgencias a gran escala. A Wenceslao le prometieron un porcentaje de dinero por todas las indulgencias que vendiera en Bohemia. Al darse cuenta del dinero que podría ganar, Wenceslao hizo campaña para que estas indulgencias fueran ampliamente distribuidas y vendidas. Tres de las principales iglesias de Praga se convirtieron en grandes centros de venta.

 

Hus estaba enfurecido con el rey, la guerra y la venta de indulgencias, que constituía una flagrante simonía. Reprendiendo al rey y los sacerdotes que vendían tales indulgencias, escribió: "¡Qué cosa tan extraña! No pueden librarse de las pulgas y las moscas, pero quieren librar a los demás de 72 los tormentos del infierno".

 

La reprensión de Hus a causa de las indulgencias fue demasiado para el rey Después de todo, podía afectar sus ganancias. A partir del momento en que comenzaron a venderse estas indulgencias, el rey Wenceslao nunca volvió a apoyar a Hus. Finalmente el rey se alió con la codicia y el amor al dinero.

 

Mientras tanto el viejo amigo de Hus, Jerónimo de Praga, había regresado de sus viajes a la ciudad. Al enterarse de todos los problemas que había sufrido Hus, de la traición de Estanislao y Palec, y ahora las indulgencias, el rudo Jerónimo se aprestó para pelear.

 

En protesta por la venta de indulgencias, se produjeron disturbios por toda la ciudad. Jerónimo fue el principal organizador de estas manifestaciones. Muchas veces los agitadores interrumpían los sermones, llamaban a las personas a despertar y salir del engaño. Ensuciaban las cajas de dinero para las indulgencias, e interrumpían y maltrataban a los que las vendían.

 

En estas manifestaciones Jerónimo solía declarar a viva voz que las indulgencias no tenían ningún valor. Cierta vez un fraile minorita insultó a gritos a Jerónimo... ¡y este lo golpeó en las orejas! Se dice que amenazó con un cuchillo a un sacerdote y hubiera matado a otro, si no lo hubieran detenido. En otro incidente Jerónimo arrojó en un bote pequeño a un monje que vendía indulgencias, y lo llevó hasta el medio de un río de veloz corriente. Allí lanzó al aterrado monje al agua... y luego le lanzó una cuerda como salvavidas.

iHus! iOs quemaré yo mismo!

 

Hus estaba abiertamente disgustado con el Papa Juan XXIII por la venta de indulgencias y los rumores de su estilo de vida inmoral. Decía de él: "En una palabra, la institución papal está llena de veneno, el Anticristo mismo, el hombre de pecado, el líder del ejército del demonio, miembro de Lucifer, vicario superior del diablo, un simple idiota que podría ser un demonio condenado en el infierno y un ídolo más horrible que un leño pintado".

 

Varios de los manifestantes se sumaron a Hus y declararon que el Papa era el anticristo. La protesta se volvió sangrienta. Tres hombres se ubicaron a la entrada de las tres iglesias principales donde se vendían indulgencias, protestando por tal venta. Inmediatamente esos hombres fueron arrestados y enviados a la cárcel.

 

Al enterarse de la conmoción, Hus fue a la prisión e intercedió por ellos. Hasta pidió poder tomar su lugar, sintiendo que los hombres habían actuando por impulso al escuchar sus declaraciones contra el Papa Juan XXIII. Los concejales prometieron que no se castigaría severamente a los hombres. Pero cuando Hus se fue, cumplieron la orden que había dado el rey: decapitar a los jóvenes.

 

La ejecución causó una colosal conmoción. El pueblo checo estaba totalmente pasmado y desanimado. Los cuerpos de los hombres fueron llevados con gran reverencia a la capilla de Belén, donde Hus celebró la Misa de los Mártires, por ellos.

 

Después la multitud atacó la Municipalidad, con intenciones de matar a los concejales. Estos, aterrados, corrieron a pedir ayuda al rey. Enfurecido, Wenceslao gritó que, aunque hubiera mil manifestantes, todos sufrirían la misma suerte; si no había suficientes concejales en Praga, él los haría traer de otras regiones.

 

Con sus ingresos reales seriamente afectados, Wenceslao descargó su ira contra Hus. En su violento ataque de rabia lo consideraba el único obstáculo que lo separaba de la riqueza. Finalmente, gritó: "¡Hus, siempre me estáis causando problemas! Si no se ocupan de vos aquellos a quienes corresponde, ¡yo mismo os quemaré!" Ni siquiera la reina Sofía pudo ayudar a Hus en esta ocasión.

¡Apelaré a Dios! Dado que Hus, ahora abandonado por sus antiguos amigos y sin el favor del rey, continuaba defendiendo a Wycliffe y oponiéndose a la venta de indulgencias, las autoridades católicas reiniciaron su juicio ante el Papa. Sabían que, debido a los duros comentarios de Hus contra el Papa y a su postura contraria a las indulgencias, las cosas no irían bien para él.

 

Durante el Concilio de Roma, en 1412 y 1413, los documentos fueron presentados ante el cardenal, quien inmediatamente excomulgó a Hus. Esta era la cuarta excomunión para él. El cardenal declaró, además, que si Hus no se presentaba delante del tribunal dentro de los siguientes veinte días, toda la ciudad de Praga -o cualquier otra donde Hus decidiera residir- estaría bajo interdicto.

 

El interdicto significaba que se prohibía a los fieles comunicarse con Hus o brindarle comida, bebida, saludo, conversación, comprar o vender, refugio o cualquier otra cosa. En cualquier lugar donde buscara refugio, debían detener todos los cultos de la iglesia hasta tres días después de que él se retirara. En caso de que muriera, no debía ser enterrado·, si era enterrado, su cuerpo debía ser exhumado.

 

Hus no se presentó delante del concilio. Por lo tanto la sentencia fue pronunciada sobre Praga, con tañido de campanas, velas apagadas y piedras arrojadas en dirección al lugar donde Hus vivía. Estas ceremonias casi causaron nuevos disturbios, ya que la multitud protestó airadamente contra las acciones de los sacerdotes, que debieron huir rápidamente en busca de refugio.

 

Hus, entonces, dio un paso totalmente inédito para las leyes católicas hasta ese momento. Ya que una apelación al Papa era, obviamente, inútil, Hus apeló a Cristo y Dios, "el más justo juez, que conoce, protege, juzga, declara y recompensa sin falla la justa causa de todo hombre". Fue su ruptura final con el Papa. Algo que le harían recordar sin duda alguna en los siguientes días.

 

Pastor y padre

 

A pesar de la compleja excomunión, Hus continuó predicando. Cuando el Papa se enteró, emitió una orden para que se derribara la capilla de Belén. La orden llegó a Praga a fines del otoño. Los parroquianos alemanes que quedaban, vieron la oportunidad de atacar la odiada capilla. Se dispusieron a atacar mientras se realizaba un culto, pero había tanta gente en la iglesia que los alemanes fueron expulsados y amenazados.

 

Sin poder encontrar la manera de destruir la capilla, los sacerdotes recurrieron a otros medios. Si pensaban que alguien era simpatizante de Hus, lo arrastraban a un santuario católico y lo golpeaban. Después lo arrastraban a su lugar de residencia y lo azotaban.

 

Cuando se interpuso el interdicto en Praga, Hus enfrentó una dolorosa decisión. Como pastor devoto que era, sintió que sería un mercenario si abandonaba a su gente en ese tiempo difícil. Un buen pastor siempre permanece con sus ovejas.

Rus era un pastor. Nunca se dejó llevar tanto por la causa por la reforma hasta el punto de olvidar a las "ovejas"

que estaban a su cuidado.

"Pero por otra parte, comprendió que, si se quedaba, sus miembros serían duramente perseguidos, quizá hasta la muerte. Es de imaginar la agonía que habrá sentido Hus, preguntándose qué hacer. Finalmente tomó la dolorosísima decisión de irse, por el bien de sus miembros, de la capilla de Belén y de la ciudad de Praga.

 

Cuando los nobles del sur de Bohemia le ofrecieron refugio, Hus confirmó que Dios apoyaba su exilio. Sin embargo, tenía intenciones de visitar secretamente la capilla para "fortalecer a las ovejas" toda vez que tuviera oportunidad. Una de las características principales de Hus era que nunca se dejó llevar tanto por la causa de la reforma que descuidara sus deberes de cuidado pastoral. Era un verdadero padre.

 

El pastor del campo El 15 de octubre de 1412 Hus salió de Praga. Permaneció en un lugar vecino, aunque nadie sabía dónde. Sí sabemos que, desde enero de 1413 hasta la Pascua, Hus visitó en secreto la ciudad algunas veces. Cuando estaba de visita, las autoridades se enteraban inmediatamente de que había regresado, pero no imponían el interdicto mientras él no predicara. Hus escribió: "Pero cuando prediqué una vez, inmediatamente detuvieron los cultos, porque era duro para ellos escuchar la Palabra de Dios".

 

También sabemos que continuó predicando en diversos lugares fuera de Praga, y estoy seguro de que muchos viajaban para escucharlo. Hus escribió: "He predicado en aldeas y mercados; ahora predico detrás de los setos, en aldeas, castillos, campos, bosques... Si fuera posible, predicaría 82 en la costa, o desde un barco, como hacía mi Salvador".

 

Durante este tiempo de exilio también escribió muchas cartas a los miembros de la capilla, a los profesores de la universidad y a sus amigos. En lugar de sentirse deprimido y aplastado por la autocompasión, Hus utilizó estas cartas para alentar en la fe a los que habían quedado atrás. No había perdido las esperanzas; aún creía que la verdad vencería a todo.

 

Utilizó su tiempo en el exilio para escribir varios manuscritos, por medio de los cuales continuaba haciendo sonar la alarma sobre los abusos de la Iglesia, como las indulgencias y la simonía. No escribía a la ligera; tenía una meta. Hus dijo alguna vez que predicaba contra los pecados del 83 clero para "obtener su reforma, no para difamar su reputación". ¡Grandes palabras! Palabras que reflejan realmente lo que tenía en el corazón, por duro que pareciera lo que decía.

 

Su obra más importante, titulada De Ecclesia (Sobre la Iglesia) fue escrita en 1413. En ella Hus repetía sus convicciones sobre lo que es realmente la verdadera Iglesia, y sobre la jefatura espiritual de Jesucristo. Escribía sobre la posición de los laicos en la Iglesia y el importante rol de los ministros. Una vez más maldecía los abusos que cometían los ministros llenos de codicia y amor al dinero, que usaban sus puestos para lograr lo que deseaban. Escribió: "Sonrójense los discípulos del anticristo que, viviendo de forma contraria a Cristo, hablan de sí mismos como los más grandes y orgullosos de la santa Iglesia de Dios. Ellos, contaminados por la avaricia y la arrogancia del mundo, son llamados públicamente las cabezas y el cuerpo de la santa Iglesia. Pero, según el Evangelio de Cristo, son los más pequeños".

 

Esta afirmación, y muchas más como ella, lo condenaron. La obra por la que Hus es más celebrado, es el mismísimo manuscrito que el Concilio de Constanza utilizó para condenarlo.

La invitación de la muerte

 

Segismundo no solo era rey de Hungría, y ahora de Alemania, sino también fue nombrado Sacro Emperador Romano. Wenceslao permitió que su hermanastro Segismundo fuera coronado emperador, con la condición de que terminara con el asunto de Hus en Bohemia. Los dos hermanos urdieron un cuidadoso plan para acabar con la vida de uno de los más grandes reformadores de Dios.

 

Segismundo había insistido ante el Papa Juan XXIII para que convocara a otro Concilio con el fin de terminar con el cisma entre los tres Papas. El Papa Juan XXII había pospuesto el asunto tanto como había podido pero, dado que necesitaba el apoyo de Segismundo, decidió actuar y convocó al concilio para noviembre de 1414. Segismundo decidió que el concilio se reuniera dentro de su jurisdicción en Alemania, con la ciudad de Constanza como sede.

 

Dos nobles checos habían servido en el ejército de Segismundo y ahora regresaban a sus hogares en Bohemia, en la primavera de 1414. Como parte del plan, Segismundo aprovechó la oportunidad para que estos caballeros enviaran un mensaje a Hus. Los nobles debían invitar a Hus a asistir al Concilio de Constanza ese otoño, en nombre del rey y bajo una orden de salvoconducto. El concilio le daría a Hus la oportunidad de limpiar su nombre, y a la nación de Bohemia de las persistentes acusaciones de herejía que se cernían sobre ella. A pesar de la malvada naturaleza de Segismundo, los dos nobles realmente creyeron que Hus estaría a salvo.

 

Cuando le presentaron la invitación, Hus lo comentó con sus amigos y, al principio, decidió no ir. Pero cuando el Papa comenzó a presionar excesivamente al rey Wenceslao para que purgara a Bohemia de toda tendencia favorable a Wycliffe, Hus cambió de idea.

 

Antes de aceptar, Hus pidió mayores precisiones sobre las condiciones del salvoconducto. Segismundo envió a su propio mensajero para responder, y sus respuestas seguramente lo dejaron satisfecho. Se le prometía que podría retornar a Bohemia.

 

Totalmente preparado

 

El amigo de Hus, Jerónimo, se oponía a que este fuera a Constanza. "Maestro -le advirtió-, podéis estar seguro de que seréis condenado". Hus, probablemente, se daba cuenta de que su caso legal estaba definitivamente perdido, pero aún así, decidió ir a Constanza para que todo el mundo cristiano conociera su defensa y su causa.

 

Confiando en la promesa de Segismundo, seguro de su causa y ansioso por dar razón de la fe que profesaba, Hus planeó el viaje a Constanza. Estaba dispuesto a someterse al Concilio y abandonar cualquier error que hubiera adoptado... siempre que le demostraran con la Biblia que se trataba de un error.

 

Antes de salir de Bohemia se preparó cuidadosamente para todo lo que podrían llegar a exigirle. Se aseguró de escribir y poner a resguardo todas las presentaciones apropiadas de sus ideas. Se anticipó a sus enemigos, con todas sus acusaciones y testigos, y tuvo el cuidado de reunir todas las pruebas posibles para demostrar que estaban equivocados. Hasta procuró un certificado de ortodoxia del inquisidor de Praga, obispo Nicolás de Nezero.

 

Hus también se tomó tiempo para escribir un sermón, que planeaba presentar ante el concilio. Pensaba pedirles que lo escucharan primero y luego lo juzgaran según su declaración de fe. El 11 de octubre de 1414, en compañía de dos nobles asignados a él para su protección, Hus salió del castillo donde había estado exiliado y se dirigió a Constanza. Era la última vez que vería Bohemia.

Paz antes de la tormenta

 

El viaje de Hus por Alemania fue casi una celebración. Viajaba con el rostro descubierto; en ningún lugar se le pusieron obstáculos. No fue tratado como un hereje excomulgado y condenado, ni tampoco se detuvieron los cultos en las iglesias a causa de él. Tuvo conversaciones amistosas con sacerdotes y autoridades por el camino. Para la gente común que encontraba, sin excepciones, sus convicciones eran aceptadas como totalmente ortodoxas.

 

Hus llegó a Constanza el 3 de noviembre. Al llegar, él y los nobles se alojaron en casa de una viuda, una casa que se mantiene en pie hasta el día de hoy. El Papa Juan había llegado a Constanza una semana antes y había suspendido el interdicto para permitir que la ciudad continuara con los cultos religiosos, a pesar de la presencia de Hus. Por ello este tenía libertad de trasladarse como deseara. Pero nunca puso un pie fuera de la casa de la casa de la viuda, hasta que fue llamado a comparecer.

 

Mientras Hus se refugiaba en la casa de la viuda, el Concilio de Constanza comenzó oficialmente a sesionar. Las metas del concilio eran poner fin al Gran Cisma de Occidente; para ello debía confirmar a un Papa y terminar con los actos heréticos que dividían a la Iglesia.

 

Segismundo y su entorno no debían llegar hasta diciembre. Junto con los representantes de la Iglesia Católica, los enemigos de Hus también habían descendido sobre la ciudad. Estanislao había muerto, pero Palec estaba allí para presentarle al Papa la primera lista de acusaciones contra Hus. Las acusaciones señalaban que Hus creía que todos los artículos de Wycliffe eran ortodoxos, lo cual no era totalmente cierto.

 

Más inteligente que los inteligentes

 

Menos de un mes después de su llegada, Hus fue visitado en la casa donde se hospedaba por dos obispos, el alcalde de Constanza y un noble, quienes declararon que venían por orden del Papa y el cardenal, y que el cardenal deseaba hablar con él.

 

Aunque uno de los nobles presintió inmediatamente el peligro, Hus lo calmó y accedió a ir. Cuando llegaron a la residencia del Papa, los cardenales hablaron unas pocas palabras con Hus y salieron del cuarto. Inmediatamente, un teólogo franciscano entró en el cuarto y, simulando ser un simple monje, preguntó a Hus si creía en la remanencia. Hus contestó que no. El teólogo disfrazado comenzó a hablar sobre otra cosa, hasta que se detuvo bruscamente y volvió a preguntarle a Hus si creía en la remanencia. Esto sucedió varias veces y; cada vez, Hus respondió negativamente.

 

El teólogo le hizo varias otras preguntas sobre doctrina. Hus se dio cuenta de que el hombre no era un simple fraile, pero no lo manifestó. Simplemente se limitó a contestar sus preguntas. El hombre, por fin, salió del cuarto, evidentemente decepcionado. Después de salir, el guardia armado le reveló a Hus que ese "fraile" era, en realidad, uno de los más destacados teólogos de toda Italia.

 

En lo profundo del calabozo

 

Cuando llegó la noche los nobles recibieron instrucciones de ir a su casa, pero Hus tuvo que quedarse. Furioso por el engaño, uno de los nobles irrumpió en presencia del Papa y los cardenales, confrontándolos y denunciando su traición.

 

El Papa respondió calmadamente que no había ordenado el arresto. Hablaron con el joven noble, le dijeron que se tranquilizara y tratara de considerar la situación de forma más madura. Le aseguraron que cuidarían bien de Hus. Después de todo, le habían permitido que fuera a Constanza para presentar su caso. Sin poder hacer nada, el noble debió retirarse. Más tarde, en una carta a la Universidad de París, el Papa reconoció que él había ordenado el arresto.

 

Rápidamente corrió la noticia de que Hus había sido arrestado. Cuando Palec se enteró, él y otro hombre comeJ1zaron a danzar de alegría por todo el cuarto, declarando que esta vez Hus no se les escaparía. Es difícil creer que, alguna vez, Hus y Palec habían sido amigos inseparables.

 

Ocho días después Hus fue llevado a un calabozo en el monasterio dominico ubicado en una isla en el lago Constanza. Allí fue mantenido en la oscuridad, en una celda húmeda junto a los desagües. Dadas las condiciones extremadamente insalubres de la celda, Hus cayó gravemente enfermo y estuvo a punto de morir. Solo una visita del médico del Papa y el cambio a una celda mejor le salvaron la vida. Pero debió permanecer en esa cárcel tres meses y medio.

 

Siglos después los restauradores convirtieron ese monasterio en un lujoso hotel, el Hotel Steigenberger Insel. La guía de viajes de Frommel lo llama <el único lugar mejor para alojarse del lado alemán del lago" .

¡Amordazado!

 

Un día, mientras Hus estaba preso, los representantes del concilio, enfurecidos, le llevaron los cuarenta y cinco artículos de Wycliffe a su celda, y se los arrojaron a la cara. Los representantes exigían saber si Hus apoyaba los cuarenta y cinco artículos. Al observar sus rostros desencajados, Hus oró silenciosamente pidiendo sabiduría a Dios. Al principio se negó a responder categóricamente, y dio una respuesta general de que no deseaba apoyar ningún error. Insatisfechos, los jueces comenzaron a gritar comentarios sarcásticos y amenazaron con condenarlo directamente. Hus los calmó, les dijo que escribiría lo que creía sobre los artículos y lo haría llegar al concilio.

 

Al darse cuenta de que necesitaba ayuda, solicitó un abogado, pero su pedido fue rechazado sin contemplaciones, Así que escribió su respuesta, declaró que no apoyaba treinta y dos de los artículos de Wycliffe, pero sí trece de ellos, con algunas modificaciones menores.

 

Comprensiblemente, Hus estaba descorazonado, porque había llegado a Constanza a defender sus propias convicciones, no las de Wycliffe. ¿Qué sucedía? ¿Por qué las cosas habían dado tan extraño giro? Había tenido esperanzas de tener la oportunidad de defeJ1derse ante todo el concilio, no desde una celda oscura y húmeda. Entonces decidió atacar. Sus respuestas debían tomar forma de protesta, no solo por su arresto ilegal, sino por no habérsele permitido un juicio. Cuando sus amigos de Praga se enteraron de su arresto, se afligieron mucho. Todos temían que fuera condenado sin juicio previo.

 

El 14 de enero de 1415 Hus fue interrogado nuevamente sobre cada uno de los cuarenta y cinco artículos. Contestó con las mismas respuestas que ya había dado por escrito. Días después, ese mismo mes, recibió una carta de un noble de Bohemia que le anunciaba que había hablado con Segismundo, y que se le otorgaría una audiencia pública.

 

Hus esperó y esperó. El Sol salió, y se puso. Ni una palabra llegó a su celda. Su salud estaba muy quebrantada y tenía que esforzarse por mantener el buen ánimo. Bromeaba sobre su sobrenombre de "el ganso", diciendo que "aún no lo habían cocinado". Sin planes evidentes para una audiencia pública, estaba totalmente a merced de quienes le llevaban noticias de lo que sucedía.

 

A principios de la primavera Segismundo revocó y anuló todos los pases de salvoconducto para cualquier persona que estuviera en Constanza. Su acto de traición era ahora muy claro.

 

El vigilante, Palee

 

Decepcionado por su primer intento el 6 de diciembre, el concilio asignó a Palec la tarea de preparar una lista de errores de los propios escritos de Hus. Cuando este se enteró, escribió a unos amigos: "Palec trabaja directamente para que yo sea condenado. iQuiera Dios perdonarlo a 93 él Y fortalecerme a mí!" Día tras día, Hus esperaba, solo, sentado en su celda; trataba de mantener su mente libre de temores por lo que Palec podría inventar en su contra.

 

Palec escribió una tesis de veinte páginas para exponer los "errores" de Hus que había encontrado. Cuando Hus recibió la copia, contestó todas las acusaciones en una sola noche. Respondió una y otra vez a la pregunta: "¿Ha dicho usted que el Papa es el anticristo?" Hus escribió que, si el 94 estilo de vida del Papa no era agradable a Dios, pues sí, era el anticristo.

 

Al darse cuenta de que las tesis de Palec estaban llenas de mentiras, Hus solicitó humildemente que si se hallaba algún error en alguna de sus respuestas, alguien se lo mostrara en la Biblia, para que pudiera arrepentirse. ¡Era lo único que deseaba! Si alguien le mostraba a Hus, en la Palabra de Dios, en qué estaba equivocado, él se arrepentiría. Nadie se tomó el tiempo de hacerlo; nadie en el concilio se preocupó. Aunque lo hubieran intentado, nadie podría haber atacado las respuestas de Hus con el uso de la Biblia.

 

Para cuando se leyeron las respuestas de Hus, el concilio se había dado cuenta de que la mayoría de las acusaciones de Palec eran falsas. Sin embargo, este no cejó. Deseando otra oportunidad para demostrar el error de Hus, escribió trece errores más que recordaba de las charlas a la luz de las velas en los debates entre amigos... ¡las conversaciones de las que él mismo había participado con Hus y Estanislao hacía varios años!

Sí alguien le mostraba a Hus, en la Palabra de Dios, dónde estaba equivocado, él se arrepentiría. Nadie pudo hacerlo.

 

El sacerdocio de los creyentes: ¡denles la copa!

 

Para atizar aun más el fuego, los reformadores checos permitían algo inaudito en la capilla de Belén: permitían a los miembros participar realmente de la copa y la hostia. Los clérigos checos habían bajado a la comunión de su místico trono y ahora daban lugar a que los creyentes participaran de ella junto con ellos. Esta práctica llegaría a ser el punto central de una sangrienta guerra entre los husitas y los católicos.

 

A principios del verano la práctica había causado tal alboroto que el concilio aprobó una orden que prohibía que los laicos participaran de la copa, bajo severas penas. Si algún sacerdote desobedecía, sería declarado hereje. Si persistía, sería castigado, de ser necesario, por el brazo secular del gobierno.

 

Aun en su vulnerable estado, Hus denunció la orden del concilio como una locura. Creía que significaba condenar una práctica que Cristo mismo había ordenado. Estaba particularmente disgustado por el hecho de que las costumbres y prácticas de la Iglesia Católica fueran consideradas por encima de la Palabra de Dios, como permitir que solo el sacerdote bebiera de la copa de la comunión.

 

Desde su celda en la prisión Hus escribió a los reformadores checos que ignoraran la orden del Papa y continuaran compartiendo la copa de la comunión con los creyentes. En su condenación de esta orden papal, Hus apoyaba abiertamente la práctica de la eucaristía; una creencia que todos los protestantes comparten aún hoy. Hoy, cuando usted toma la comunión en una iglesia, puede darle gracias a Hus y a los reformadores por exigir ese derecho.

 

Los amigos de Hus aún estaban enfurecidos de que fuera mantenido en una celda, preso sin juicio previo. Dado que Wenceslao no deseaba tener nada que ver con esta situación, algunos nobles checos que eran amigos de Hus firmaron y colocaron su sello en numerosas protestas formales por el tratamiento que este recibía. Cuando el Concilio de Constanza recibió las protestas, ordenó que los cuatrocientos cincuenta y 96 dos nobles se presentaran delante del concilio. Ninguno obedeció.

 

Los buitres comen a otros buitres

 

Mientras Hus se consumía en la cárcel y luchaba por conservar su agudeza mental, los hombres del concilio la pasaban en grande. Constanza era una ciudad pequeña, pero debido al concilio se había convertido en un campamento armado, dado que casi cinco mil personas asistían a las reuniones. Después de la reunión diaria del concilio, mil quinientas prostitutas ofrecían sus servicios después de hora.

 

En esta atmósfera de fraude e hipocresía, el Papa Juan XXIII descubrió que lo habían traicionado: se enteró de que algunos de sus enemigos se preparaban para presentar al concilio un registro de sus crímenes inmorales, entre ellos, asesinatos y sodomía.

 

Un comité de cardenales le aconsejó que evitara el conflicto, que renunciara. Juan aceptó el consejo, leyó una renuncia formal, y huyó, disfrazado de obrero. Pero el concilio se volvió en su contra y envió a un comité para que lo atrapara y lo trajera prisionero. Se presentaron cincuenta y cuatro cargos contra él, el menor de los cuales lo tildaba de mentiroso y ladrón. Otras dieciséis acusaciones fueron suprimidas por ser demasiado graves. El 29 de mayo de 1415 el con- 99 cilio lo depuso y Juan XXIII fue a prisión por tres años.

 

El concilio celebró su triunfo sobre Juan XXIII con un gran desfile por la ciudad de Constanza. El Papa Gregorio de Roma y el Papa Benedicto de Avignon recibieron órdenes de renunciar. Gregario estuvo de acuerdo, con la condición de no ser exiliado. El concilio aceptó la condición, lo declaró Papa válido solo en espíritu, y lo nombró gobernador de Ancona en 100 Italia. Benedicto se negó a renunciar.

 

Encadenado en un castillo

 

Cuando Juan XXIII huyó, los carceleros le dejaron las llaves de la celda de Hus a Segismundo. En ese momento Segismundo podría haberlo liberado. Pero, en cambio, lo hizo llevar, de noche, a un castillo en Gottlieben. Allí mantuvieron a Hus en estricto aislamiento, con los pies atados durante 101 el día y una mano encadenada al muro del castillo por la noche.

 

Dado que habían huido todos los hombres del ex Papa Juan, un nuevo concilio de jueces fue asignado al caso de Hus. Naturalmente, este concilio era injusto. Cada nuevo miembro odiaba a Hus tanto como el primero; Hus se dio cuenta de que no recibiría justicia de ellos. Tuvo que someterse a las mismas preguntas una y otra vez, de la misma manera que lo había interrogado el primer concilio.

 

Finalmente, los nobles polacos y checos intervinieron en favor de Hus. Las apelaciones de los nobles, en el sentido de que solo un juicio público probaría si Hus era culpable o no, finalmente convencieron al concilio, que prometió escuchar a Hus en una reunión pública el 5 de junio de 1415. Después de cinco meses en la cárcel, Hus podría, finalmente, declarar públicamente su caso.

 

Pero cuando la largamente esperada y tan ansiosamente buscada mañana del 5 de junio llegó, el concilio se reunió, como de costumbre, sín Hus. Procedieron a discutir los temas de herejías por las que Hus había sido acusado... ¡sin que él estuviera presente!

 

Un siervo de uno de los nobles checos se enteró y corrió a contarles a los otros nobles, quienes inmediatamente informaron a Segismundo. Este envió una orden de detener la reunión y prohibió que se decidiera nada si Hus estaba ausente.

 

Solo entonces, Hus -débil, sucio, maloliente por la humedad del calabozo- fue llevado al comedor del monasterio para la audiencia. Pero ninguno de sus amigos pudo entrar; tuvieron que permanecer afuera, donde escuchaban que Hus trataba de defenderse de los gritos del concilio.

 

Cuando le permitían a Hus explicarse, el concilio le ordenaba que solo respondiera sí o no. Cuando Hus permanecía en silencio, consideraban esto como admisión de culpa. Finalmente determinaron que en el ambiente había demasiada ira y conmoción como para continuar, así que pasaron a cuarto intermedio hasta el viernes.

Cuestión de conciencia

 

Antes de la siguiente reunión los nobles checos instaron a Hus a retractarse para salvar su vida. Hus no quiso saber nada de esto. Finalmente le dijeron que siguiera su conciencia y que bajo ninguna circunstancia 102 violara sus convicciones. Hus siguió ese consejo.

 

El siguiente viernes, Hus, agotado, fue llevado nuevamente al comedor del monasterio. Esta vez Segismundo estaba presente. Una y otra vez inquirieron a Hus sobre los sermones que había predicado y le preguntaron si creía en doctrinas contrarias a la Iglesia Católica. Vez tras vez Hus trató de responder, pero nunca lo dejaban terminar.

 

Cuando le preguntaban sobre sus creencias y Hus contestaba que una acusación no era cierta, uno del consejo sonreía con una mueca y señalaba que había veinte testigos en su contra. Cualquier palabra que dijera un testigo era La verdad, mientras que cualquier cosa que dijera Hus era una mentira.

 

Después le preguntaron a Hus si había dicho que deseaba estar donde estaba Wycliffe. Hus respondió: "¡Tengo la esperanza y el deseo, de que 103 mi alma estuviera donde está la de Wyclif!" El concilio rió a carcajadas ante tal respuesta; todos creían que Wycliffe estaba en el infierno.

 

No puedo menos que admirarme ante la necedad de estos hombres. Si la historia no lo hubiera registrado adecuadamente, sería difícil convencer al mundo de que estaban tan endemoniados. Solo puedo imaginar la desesperanza que amenazaba a Hus.

 

Aun en su debilitado estado, Hus se negó a retractarse. Varias veces los miembros del concilio se pusieron de pie, blandían sus puños, le gritaban. Aun Segismundo tomó parte en la disputa y le dijo a Hus que debía estar dispuesto a retractarse de todos los errores, fuera o no culpable de ellos. Pero por cuestión de conciencia y por fidelidad a la verdad, Hus no podía retractarse de algo de lo que no era culpable. Para él, la verdad era más importante que todo eso. Entonces fue llevado a su celda nuevamente.

 

El rey Segismundo y el barro Después que todos se fueron, solo quedaban los cardenales y Segismundo. Los nobles checos se dieron cuenta de que pasaba algo, así que se quedaron afuera, escuchaban por la ventana. El silencioso horror de sus rostros crecía desproporcionadamente mientras escuchaban a Segismundo instar al grupo de dignatarios del concilio a quemar a Hus si no se retractaba. Uno de los cardenales alzó la voz y dijo: "¿Y si Hus se retracta?"

 

Segismundo dijo que si Hus se retractaba, él no le creería, ni ellos deberían creerle. Les advirtió que no permitieran que Hus regresara a Bohemia, porque entonces continuaría alentando herejías, y el concilio no habría servido a su propósito. Les recordó a los cardenales que su meta era exterminar todas las herejías y los herejes conocidos, lo cual incluía específicamente a Hus. Segismundo llegó a sugerir al concilio que también hiciera quemar a Jerónimo de Praga.

 

Los nobles quedaron inmóviles, sin poder creer lo que oían. Finalmente habían conocido el verdadero carácter de Segismundo. Rápidamente corrieron a contarles a los otros. La historia señala que las palabras que escucharon a través de esa ventana recorrieron rápidamente toda Bohemia. Segismundo se había convertido en su más odiado enemigo y, hasta diecisiete años después de la muerte de Wenceslao, no pudo hacerse con la corona de bohemia debido al intenso odio que el pueblo sentía por él.

 

Cuando Hus se enteró de la noticia, se sintió profundamente herido, emocionalmente devastado. Se dio cuenta de que Segismundo lo había condenado aun antes que sus propios enemigos. Lentamente comenzó a darse cuenta de que no regresaría jamás a Bohemia. Sabía que había llegado al fin de su vida; en este punto, todos sus esfuerzos por conservar el ministerio eran infructuosos. Extrañamente, de todas las cosas en las que tenía que pensar, la que más preocupaba a Hus era cómo reintegrar el dinero que había pedido prestado a un amigo para hacer el viaje a Constanza. Estaba preocupado por no poder devolverlo

 

¡No puedo retractarme de lo que no he hecho!

 

Al día siguiente Hus fue llevado delante del concilio nuevamente y sometido a nuevos interrogatorios. Pacientemente soportó los testimonios de 106 testigos falsos, a las acusaciones de quienes solo respondía: "No es cierto".

 

El concilio ordenó que los escritos de Bus fueran condenados. A partir de ese momento Hus supo que su muerte estaba echada; lo menciona en sus cartas, en una de las cuales escribió "Esta es mi intención final, en el nombre de Jesucristo: que me niego a confesar como erróneos los artículos que han sido fielmente extractados y a abjurar [renunciar del los artículos que me adscriben falsos testigos. [...1 Porque Dios sabe que nunca he predicado esos errores que ellos han inventado".

 

Pero el concilio continuaba sin emitir un veredicto, y volvió a enviar a Hus a su celda. Muchas personas fueron a visitarlo allí y le rogaron que se retractara; algunos, diciendo que era honorable someterse a la Iglesia, aunque uno no fuera culpable del delito de que se lo acusaba. Un inglés fue y le leyó algunas retractaciones de seguidores de Wycliffe. Un cierto doctor discutió con Hus que, si el concilio decía que él tenía un ojo, aunque tenía dos, debía consentir con la opinión de ellos.

 

Todo el proceso fue un sufrimiento prolongado con muchos altibajos; desde las falsas palabras, el encarcelamiento, las demoras, hasta las muchas preguntas que se le formularon.

 

Un carácter sorprendente

 

Hus podía discernir que su sentencia estaba cercana. Con toda la inestabilidad emocional que el concilio creaba, probablemente esperaba que llegara lo antes posible. Aun con todo lo que Palec le había hecho, Hus quería darle una oportunidad más de reconciliación a su viejo amigo, así que pidió que él fuera el sacerdote que lo confesara.

 

Debe de haber sido una escena sumamente conmovedora. Palec fue a la celda de Hus y trató, con arrogancia, de convencerlo de que se retractara. Hus lo miró a los ojos y le preguntó qué haría si le pidieran que se retractara de algo que no había hecho. Palec dudó un instante y murmuró, mirando hacia otro lado: "Eso es difícil". Después, se puso a llorar. Hus, entonces, lo tocó en el hombro y le pidió que lo perdonara por haberlo llamado embustero. Cuando eso estuvo arreglado, Hus mencionó las muchas mentiras que Palec había lanzado contra él, la mayoría de las cuales Palec negó. Ambos lloraban mientras hablaban.

 

¿Cuántos de nosotros hubiéramos pedido a nuestros enemigos que nos perdonaran por llamarlos como lo que eran? La situación, una vez más, demostró el impecable carácter de John Hus.

 

La sentencia: "Dios, perdónalos"

 

La mañana del 6 de julio de 1415 Hus compareció delante del concilio por última vez. Su apariencia era ahora muy diferente de la de aquel que había pastoreado y predicado en la capilla de Belén. Su frágil cuerpo estaba tan debilitado que apenas podía tenerse en pie; sus manos largas parecían diminutas debajo de los pesados grillos de hierro. Treinta artículos fueron leídos en su contra. Cuando intentó protestar algunos de ellos, se le dijo que debía guardar silencio y que podría hablar al final. Pero cuando llegó el final, no pudo hablar. El cardenal le dijo que ya lo habían oído lo suficiente.

 

Un obispo se puso de pie para leer la sentencia. Hus fue declarado un obstinado discípulo de Wycliffe, repetidamente desobediente a las autoridades de la Iglesia, que ilegalmente apelaba su caso a Jesucristo. Como incorregible hereje, debía ser despojado de su oficio sacerdotal y entregado a las autoridades seculares para ser quemado. Sus escritos también serían quemados públicamente al mismo tiempo que él. Cuando Hus, humildemente, preguntó si sus escritos habían sido leídos, recibió solo una catarata de airadas voces para silenciarlo.

 

Mientras los gritos resonaban en los salones, Hus se volvió para mirar a Segismundo por última vez. Ruborizado, este volvió la cabeza y miró a otro lado. Quizá la inocencia y la pureza de Hus eran demasiado para él.

 

Al darse cuenta de que su hora había llegado, Hus cayó de rodillas y oró en voz alta: "Señor Jesucristo, te imploro, perdona a mis enemigos III por tu gran misericordia". Toda la vida de Hus había sido una preparación para este único momento final.

En la hora de su muerte, Rus cayó de rodillas y oró

en voz alta: "Señor Jesucristo, te imploro, perdona

a mis enemigos por tu gran misericordia".

Verdaderas confesiones

 

Los siete arrogantes obispos despojaron a Hus de su oficio sacerdotal. Se le ordenó que subiera a una plataforma y se vistiera con las vestiduras sacerdotales, como si estuviera dando una misa.

 

Entonces un obispo altanero tomó la copa de las manos de Hus y pronunció una maldición contra él. Hus respondió en voz alta: "Mas yo confío en el Señor, el Dios todopoderoso [...], que no quitará de mí la copa de su salvación. Tengo la firme esperanza de que hoy beberé de ella en su reino". Le quitaron sus vestimentas y pronunciaron otra maldición sobre cada una de ellas. A cada maldición, Hus respondió que sufriría solo por amor a Cristo. Cortaron su cabello en cuatro secciones diferentes, privándolo de todo derecho ministerial. Finalmente colocaron una corona de papel sobre su cabeza, en la que había pintados tres diablos rojos peleando por su alma y que decía: "Esto es un hereje". Retrocedieron, extendieron sus manos hacia él, y entregaron el alma de Hus al diablo. Hus respondió que él se entregaba a Jesucristo. Entonces fue entregado a los soldados.

 

"Estoy gozosamente dispuesto a morir"

 

Una triste procesión acompañó a Hus hasta la pradera donde sería quemado; casi toda la ciudad lo seguía. Al pasar por el cementerio de la iglesia donde sus libros eran quemados, sonrió. Al llegar a la pradera cayó nuevamente de rodillas, para orar. Le quitaron todas sus ropas, excepto una fina camisa, y luego lo ataron a un poste con una soga y una vieja cadena oxidada. Colocaron atados de leña mezclada con paja hasta la altura de su barbilla.

 

Antes que se encendiera el fuego, una vez más se acercaron a Hus y le pidieron que se retractara. Mientras la multitud quedaba en el más absoluto silencio, Hus levantó su voz y, en alemán, dijo: "Dios es mi testigo de que [...] la principal intención de mi predicación y todos mis demás actos o escritos fue solamente para apartar a los hombres del pecado. Y por esa verdad del Evangelio que escribí, enseñé y prediqué según los dichos y exposiciones de los santos doctores, estoy gozosamente dispuesto a morir hoy".

 

Murmullos y sordas exclamaciones se escucharon entre la multitud. Entonces, todo quedó en silencio. Los verdugos recibieron la orden de encender el fuego. Mientras las llaman comenzaban a crecer, se escuchó la voz de Hus cantando a gran voz: "¡Cristo, tú, Hijo del Dios viviente, ten misericordia de mí!" Solo pudo cantarlo tres veces antes que el viento hiciera que las llamas alcanzaran su rostro. Hus bajó la voz y oró en silencio hasta que las llamas lo consumieron. Mientras las llamas aún destruían su cuerpo aquí en la Tierra, su espíritu ya estaba en el cielo con el Señor.

 

Los verdugos encontraron el corazón de Hus y lo atravesaron con un palo, para luego observar cómo se incineraba. El cuerpo continuó ardiendo hasta que nada quedó de él, sino cenizas. Entonces, cuando todo el cuerpo se hubo consumido, cargaron las cenizas en un carro y arrojaron toda la carga al río Rin.

 

La muerte de Rus desató la acción de los guerreros de Dios

 

La ejecución de Hus conmocionó a toda Bohemia. Casi quinientos nobles checos se reunieron en Praga para protestar por el juicio y la ejecución, e hicieron un pacto solemne de defender las enseñanzas de Hus y la reforma checa contra cualquier amenaza. y mantuvieron su palabra.

 

Para 1419, cuatro años después de su muerte, este grupo ya tenía su importancia. Se los conocía como "husitas", uno de los grupos más temidos en Europa central. Y Juan Zizka, que asistía a los cultos de Hus como guardaespaldas de la reina Sofía, se convirtió en su renombrado y temido líder.

Después de la muerte de Rus, su causa continuó viva,

por medio de un grupo de husitas liderados por Juan Zizka, el guardaespaldas de la reina que había asistido

a la iglesia de Rus.

A diferencia de Hus, los husitas se negaban a arreglar sus disputas con la Iglesia Católica diplomáticamente. La muerte de Hus solo había servido para demostrarles que no se podía razonar con el sistema del papado, por lo que ni siquiera intentaron un acuerdo. Valientemente exponían sus reclamos; si estos eran rechazados, respondían a la Iglesia Católica con una fuerza sangrienta.

 

Por ejemplo, si los católicos tomaban una de sus iglesias reformadas, los husitas rompían las puertas para reclamarla y compartían la comunión, donde todos participaban de la copa. Si los integrantes del concilio católico encarcelaban a los reformadores y no accedían a liberarlos, los husitas arrojaban a los integrantes del concilio por la venta. ¿Extremo? Sí. iPero era una revolución!

 

Bajo el intrépido liderazgo de Zizka, los husitas fortificaron sus sedes y formaron una milicia cuidadosamente entrenada. Dado que carecían de armas formales, adaptaron sus herramientas de labranza para convertirlas en armas de guerra. Zizka los llamaba "guerreros de Dios".

 

Segismundo, a quien ellos llamaban "el Dragón del Apocalipsis", era su mayor enemigo. Cuando Wenceslao murió Segismundo obtuvo el derecho al trono de Bohemia; ¡pero los husitas no le permitieron entrar en su territorio! Cuando Segismundo declaró la guerra a Bohemia, los husitas aceptaron rápidamente.

 

Los husitas crearon un estandarte con la figura del cáliz -la copa de la comunión- que pronto se convirtió en símbolo de todo el movimiento. En el estandarte podía leerse: "La verdad vence" -una de las más famosas citas de Hus-. Se dice que los husitas inspiraban tal temor en la lucha que, cierta vez, un ejército huyó solo al ver su estandarte.

 

Los husitas también inventaron el primer carro de guerra blindado, cargado con arqueros y hombres con armas de fuego. Los carros blindados protegían a los que disparaban mientras estos recargaban sus armas.

 

Antes de los husitas, nunca se habían usado armas de fuego en una batalla a campo abierto. Se les atribuye el primer uso documentado de armas de fuego móviles en Europa. Una vez los husitas llenaron los carros de guerra con piedras y los lanzaron colina abajo. La fuerza atacante reaccionó con tal pánico que mil cuatrocientos soldados fueron aplastados o muertos mientras trataban de retroceder.

 

Aunque el enemigo era muy superior a ellos en número, su pura tenacidad para luchar por la verdad sin importar las circunstancias les permitió repeler exitosamente seis ataques de ejércitos comandados por Segismundo.

 

Durante veintiún años los husitas fueron una fuerza temible, especialmente para Segismundo. Solo cuando este llegó a un acuerdo con ellos, pudo tomar el trono de Bohemia. Había esperado diecisiete años el momento de ser coronado... y solo vivió un año después de lograrlo. 

 

La verdad vence todo: la admisión del Papa Juan Pablo 11

 

Al principio de este capítulo señalé que la vida de Hus influyó sobre la mayoría de los reformadores que vendrían. Sus doctrinas son muchas, pero el aspecto que más me llama la atención es su defensa de la verdad.

 

El 17 de diciembre de 1999 el Papa Juan Pablo 11 manifestó ante un simposio internacional: "Hoy, en la víspera del gran Jubileo, siento la necesidad de expresar pesar por la cruel muerte infligida a John Hus". Elogió la valentía moral que Hus demostró frente a la muerte y la adversidad, y aun llegó a anunciar que los eruditos católicos ahora iban a considerar a Hus como tema de diálogo.

 

El pronunciamiento del Papa llegó 584 años demasiado tarde como para salvar a Hus, pero las verdades que este creía llegaron a lo más alto. En la declaración del Papa en 1999, vemos que la verdad venció y prevaleció.

 

La verdad, realmente, vence todo. La verdad absoluta -la verdad para todas las personas, para todos los tiempos y para todos los lugares- siempre ganará. Siempre se levantará hasta lo más alto, sin importar cuán cubierta por mentiras o disfrazada con engaños pueda estar. No importa cuánto tiempo tarde; la verdad siempre prevalecerá. Las mentiras y los engaños se desmoronan, y la verdad permanece.

 

Los tiempos y las costumbres cambian. Las pautas cambian según las diferentes circunstancias. Pero sepa usted esto: la verdad no es asunto de preferencias personales; no es asunto de lo que nos agrada o no nos agrada. La verdad no es relativa; es absoluta.

 

Hoy nuestra generación cree que todo es negociable, que no hay nada correcto o incorrecto. Creen que si alguien piensa que algo está bien, o si lo hace sentir bien, entonces eso debe de ser cierto. O dicen: "El hecho de que eso sea incorrecto para ti no significa que lo sea para mí también". No es así. Hay un solo Dios verdadero, y debemos seguir sus reglas.

 

Jesús dijo en Juan 8:32 que la verdad que conozcamos nos hará libres. La verdad conocida proviene solo de la Palabra de Dios. Lo desafío a conocer la verdad, porque nuestra generación clama por ella. No se detenga en la letra de la ley. No asuma una postura farisaica o enjuiciadora acerca de ella. Ahonde más y más para averiguar por qué Dios instituyó esa verdad absoluta; examine sus leyes y principios espirituales. Hay mucho más escrito en la Palabra de Dios de lo que jamás descubriremos durante nuestra vida en esta Tierra.

 

Así que, deseo cerrar este capítulo con las increíbles palabras de un hombre increíble. Estas palabras lo llevaron a luchar hasta el final... y aun viven, casi seiscientos años después de su muerte.

 

Por tanto, fiel cristiano, busca la verdad, escucha la verdad, aprende la verdad, ama la verdad, habla la verdad, adhiere a la verdad, defiende la verdad hasta la muerte; porque la verdad te hará libre de pecado, del diablo, de la muerte del alma y, finalmente, de la muerte eterna. 

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Comentarios: 1
  • #1

    Valentin (domingo, 18 septiembre 2022 08:12)

    Me gusto esta página contiene grandes verdades, bendiciones

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DE UNCION DE LO ALTO

Hola, unción de lo alto les desea hermosas y abundantes bendiciones y que el Dios de toda gracia les conceda las peticiones de sus corazones, les animamos a que sigamos adelante con nuevos propósitos y proyectos en Cristo para la honra y gloria de su santo nombre, a no escatimar esfuerzos sabiendo que la obra de nuestras manos no es en vano, por lo que ponemos en sus manos estos pequeños panes y peces y que el Señor lo multiplique en su corazón, y como dice su palabra, no nos cansemos de sembrar que a su tiempo segaremos, bendiciones a todos nuestros Hnos, amigos y siervos en Cristo, así, como a toda la familia en la fe les deseamos los pastores  Martha Régules  y Daniel Vinalay autores de esta página

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¡Muchas gracias!

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