En la Biblia se menciona tipos de ALIMENTOS que demuestran la dieta de la época, así como la clase de comida que preferían. Aunque en muchos casos no tenemos una descripción detallada del proceso de preparación, las menciones nos dan una idea de cómo la gente se alimentaba en la antigüedad.

 

El Diccionario Bíblico enumera así la lista de los principales productos que consumía el pueblo de Israel en los tiempos bíblicos de acuerdo con sus categorías

 

Aves

Codorniz (Salmos 105:40).

Paloma (Levítico 12:8).

Perdiz (1 Samuel 26:20; Jeremías 17:11).

Tórtola (Génesis 15:9; Levítico 12:8).

Carne de animales

Becerro (Proverbios 15:17; Lucas 15:23).

Bueyes (1 Reyes 19:21).

Cabra (Génesis 27:9).

Cordero (2 Samuel 12:4).

Ovejas (Deuteronomio 14:4).

Venado (Génesis 27:7).

 

Condimentos, especias y hierbas

Ajo (Números 11:5).

Anís (Mateo 23:23).

Canela (Éxodo 30:23; Apocalipsis 18:13).

Cilantro (Éxodo 16:31; Números 11:7).

Comino (Isaías 28:25; Mateo 23:23).

Eneldo (Mateo 23:23).

Menta (Mateo 23:23; Lucas 11:42).

Mostaza (Mateo 13:31).

Ruda (Lucas 11:42).

Sal (Esdras 6:9; Job 6:6).

 

Frutas y nueces

Aceitunas (Isaías 17:6; Miqueas 6:15).

Almendras (Génesis 43:11; Números 17:8).

Dátiles (2 Samuel 6:19; 1 Crónicas 16:3).

Fruto del sicómoro (Salmos 78:47; Amós 7:14).

Granadas (Números 20:5; Deuteronomio 8:8).

Higos (Nehemías 13:15; Jeremías 24:1-3).

Manzanas (Cantar de los Cantares 2:5).

Melones (Números 11:5; Isaías 1:8).

Uvas (Levítico 19:10; Deuteronomio 23:24).

Pistachos (Génesis 43:11).

Pasas (Números 6:3; 2 Samuel 6:19).

 

Granos

Cebada (Deuteronomio 8:8; Ezequiel 4:9).

Espiga (Mateo 12:1).

Harina (2 Samuel 17:28; 1 Reyes 17:12).

Mijo (Ezequiel 4:9).

Pan (Génesis 25:34; 2 Samuel 6:19; 16:1; Marcos 8:14).

Pan sin levadura (Génesis 19:3; Éxodo 12:20).

Trigo (Esdras 6:9; Deuteronomio 8:8).

 

Lácteos

Leche (Éxodo 33:3; Job 10:10; Jueces 5:25).

Mantequilla (Proverbios 30:33).

Requesón (Isaías 7:15).

Queso (2 Samuel 17:29; Job 10:10).

 

Pescado

Mateo 15:36.

Juan 21:11-13.

Verduras y legumbres

Calabazas (2 Reyes 4:39).

Cebollas (Números 11:5).

Frijoles (2 Samuel 17:28; Ezequiel 4:9).

Lentejas (Génesis 25:34; 2 Samuel 17:28; Ezequiel 4:9).

Pepinos y puerros (Números 11:5).

 

Otros

Aceite de Oliva (Esdras 6:9; Deuteronomio 8:8).

Fruto del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal y del Árbol de la Vida (Gén. 3:6, 22).

Huevos (Job 6:6; Lucas 11:12).

Jugo de uva (Números 6:3).

Maná (Éxodo 16:31-35).

Miel cruda (Génesis 43:11; Éxodo 33:3; Deuteronomio 8:8; Jueces 14:8-9).

Torta cocida (1 Reyes 19:3-9).

Vinagre (Rut 2:14; Juan 19:29).

Vino (Esdras 6:9; Juan 2:1-10).

 

En el término general de alimentos están incluidos todos los productos animales y vegetales utilizados para mantener la vida física del cuerpo. En el principio, todas las plantas, incluyendo los árboles frutales, sirvieron de alimento a los hombres y las hortalizas a los animales.

 

La Biblia comienza diciendo: “Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer. Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer” (Gn. 1:29, 30).

 

La caída del hombre trajo como consecuencia la necesidad de que los hombres tuvieran que trabajar duramente para hacer que la tierra produjera. Evidentemente en los alimentos que Noé llevó consigo en el arca estaban representados todos los productos que se consumían en esa época, pero la Biblia no da detalles.

 

Después del diluvio, Dios hizo esta promesa: “Mientras la tierra permanezca, no cesarán la sementera y la siega, y el frío y el calor, el verano y el invierno, y el día y la noche... Todo lo que se mueve y vive, os será para mantenimiento: así como las legumbres y plantas verdes, os lo he dado todo. Pero carne con su vida, que es su sangre, no comeréis” (Gn. 22; 9:3, 4).

 

Según la Biblia, la tierra prometida fluía con leche y miel, pero la tierra prometida era más que eso; era una cornucopia que se desbordaba con toda clase de frutos y cereales saludables, comidas para la sanidad: “Tierra de trigo y cebada, de vides, higueras y granados; tierra de olivos, de aceite y de miel” (Dt. 8:8).

 

Casi cada uno de los libros en la Biblia contiene referencias a los alimentos de ese tiempo, junto con las reglas que gobernaban su cultivo, preparación y consumo. Por siglos los eruditos de la Palabra de Dios han estudiado los alimentos que se consumían en los tiempos bíblicos, pero sólo recientemente los nutricionistas modernos han reconocido que lo que fue bueno para las personas hace miles de años, es bueno y tal vez mejor para todos hoy. Es indudable que la cocina bíblica es saludable. Pocos o tal vez ninguno de los nutricionistas modernos ha podido encontrar fallas en ella. Todos los alimentos que se mencionan en la Biblia ayudan a mantener una buena salud y muchos de ellos, de hecho contienen sustancias que contribuyen a combatir las enfermedades. Los científicos han identificado docenas de productos alimenticios que pueden ayudar a prevenir el cáncer, las enfermedades del corazón y otras dolencias.

 

El pueblo de Israel también tenía leyes dietéticas dadas en el Talmud, el cuerpo de leyes civiles y religiosas de los judíos que incluye comentarios sobre la Tora o Pentateuco. Estas leyes les decían cómo debían preparar ciertos alimentos y cuales debían evitar por completo. Eran buenas reglas para conservar la salud: «Los judíos del período del Antiguo Testamento son recordados por los altos estándares de salud pública e higiene... El uso de las plantas para propósitos medicinales era una costumbre aceptada. El libro de Eclesiastés en un sentido autoriza y anima esta práctica. Dios creó medicinas de la tierra y un hombre sensible no debe despreciarlas... En los tiempos del Antiguo Testamento docenas de plantas se usaban medicinalmente».

 

En lugar de procesar el azúcar, las personas de los tiempos bíblicos usaban miel natural para endulzar, o la pulpa azucarada de las frutas frescas. Comían una amplia variedad de frutas, de cereales, granos y fabricaban gran variedad de panes. Todo esto junto con la leche, la mantequilla, los quesos, el agua y el jugo de la uva constituían el alimento básico a principios del siglo II A.C. Es indudable que los patriarcas seminómadas se alimentaban principalmente de productos lácteos derivados de sus ganados, rebaños y también de pan. Incluso a veces cultivaban cereales, tal como hizo Isaac: “Y sembró Isaac en aquella tierra, y cosechó aquel año ciento por uno; y le bendijo Jehová” (Gn. 26:12).

 

La sopa de lentejas, el “guiso rojo” probablemente era un plato común en la época en que Esaú vendió su derecho de primogenitura por un plato de potaje: “Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura” (Gn. 25:34).

 

Las lentejas indudablemente siguieron siendo un plato preferido, tal como dice 2 Samuel 17:28, 29a: “Trajeron a David y al pueblo que estaba con él, camas, tazas, vasijas de barro, trigo, cebada, harina, grano tostado, habas, lentejas, garbanzos tostados, miel manteca, ovejas, y quesos de vaca, para que comiesen...”

 LAS LEGUMBRES

 

En las legumbres estaban incluidas las diversas variedades de frijoles o judías. En las hierbas: el eneldo, comino, cilantro, menta, azafrán, canela, mostaza, ruda, albahaca y una hierba que tal vez era una variedad de la achicoria silvestre. El pan y los platos hechos de granos en el menú los hacían de grano entero, como parte de una dieta rica en fibra que ahora es tan crítica para la buena salud. La cebada, el trigo, el millo, las semillas de ajonjolí, los melones y los vegetales crudos eran fuente común de fibra en los tiempos bíblicos. El pescado y las aves de corral se servían más a menudo que la carne, la cual se reservaba generalmente para la clase alta o para ocasiones especiales, tal como en Génesis 18:6-8, cuando Abraham le ofreció carne de becerro, mantequilla, leche y pan a los tres ángeles que se le aparecieron en el encinar de Mamre.

 

Las frutas y la diversa variedad de nueces y almendras, eran abundantes y se usaban a menudo como ingredientes en los postres. Tal como ahora sabemos, las nueces son buenas para regular el azúcar de la sangre y para reducir el colesterol. El vino, el jugo de la vid, era la bebida preferida. Hoy las investigaciones médicas han descubierto que un poco de vino tomado en forma moderada, puede ayudar a prevenir las enfermedades del corazón. La cocina bíblica incluía una amplia variedad de quesos, los cuales son excelentes y constituyen una fuente de proteína barata que sirve como sustituto de la carne.

 Frutas y nueces

 

Aceitunas (Isaías 17:6; Miqueas 6:15).

Almendras (Génesis 43:11; Números 17:8).

Dátiles (2 Samuel 6:19; 1 Crónicas 16:3).

Fruto del sicómoro (Salmos 78:47; Amós 7:14).

Granadas (Números 20:5; Deuteronomio 8:8).

Higos (Nehemías 13:15; Jeremías 24:1-3).

Manzanas (Cantar de los Cantares 2:5).

 

En la Biblia, de hecho, hay cientos de referencias a las plantas, tantas que no podemos cubrirlas todas en este artículo. Sólo vamos a referirnos a los alimentos principales que comían las personas en los tiempos bíblicos para mantener una buena salud y combatir las enfermedades, al igual que para su mantenimiento diario, y todos estos alimentos usted puede encontrarlos en el supermercado: “Y junto al río, en la ribera, a uno y otro lado, crecerá toda clase de árboles frutales; sus hojas nunca caerán, ni faltará su fruto...” (Ez. 47:12a).

Las Habas

 

Dice la Escritura: “Y tú toma para ti trigo, cebada, habas, lentejas, millo y avena, y ponlos en una vasija, y hazte pan de ellos...” (Ez. 4:9a). Esta receta es para confeccionar lo que eruditos bíblicos llaman «el pan de Ezequiel», el cual preparó el profeta durante el sitio de Jerusalén. Esta es una de las pocas recetas específicas que encontramos en la Biblia.

 

Ni Ezequiel, ni las personas que hacían y comían el pan lo sabían, pero ellos estaban practicando una poderosa técnica de sanación que los nutricionistas de hoy llaman «acrecentamiento». Esto simplemente significa que una variedad de granos usados juntos forman un alimento más potente y con más alta cantidad de proteínas que los panes hechos de un solo grano. Tal como dice en el segundo libro de Samuel, las habas o legumbres se encontraban entre los alimentos más nutritivos que le enviaran al ejército hambriento del rey David para restaurarles las fuerzas: “Trajeron a David y al pueblo que estaba con él, camas, tazas, vasijas de barro, trigo, cebada, harina, grano tostado, habas, lentejas, garbanzos tostados, miel manteca, ovejas, y quesos de vaca, para que comiesen...” (2 S. 17:28, 29a).

 

Vale la pena hacer notar que las legumbres en general están mencionadas prominentemente en el pasaje anterior. Sabemos que contienen fibra soluble que ayuda a reducir el colesterol malo y reduce la presión. Esta misma fibra también ayuda a mantener estables los niveles de azúcar, quita el hambre, lo cual es una bendición para cualquiera que está en dieta, y se ha demostrado incluso que reduce los requerimientos de insulina para personas que sufren de diabetes.

 

Con todo lo importante que son las legumbres para nosotros hoy, lo fueron más como un alimento básico en los tiempos bíblicos. Las habas son una fuente maravillosa de proteínas, algo que escaseaba en las sociedades primitivas, al igual que contiene vitamina C en abundancia, hierro y fibra para la dieta. En el occidente, la mayoría de nosotros obtenemos esto por otros alimentos o suplementos.

 

Los agricultores primitivos podían también cultivar las legumbres con facilidad y las hacían en puré y potaje, o en tipo de pan granulado cuando las mezclaban con millo. Otra ventaja era que como las otras leguminosas, las arvejas y lentejas, se podían poner a secar con facilidad y almacenarlas por largos períodos para los tiempos difíciles. Los eruditos bíblicos dicen que las habas mencionadas en la Biblia eran habas grandes porque esa clase se cultivaba extensamente a través de todos los países del oriente del Mediterráneo durante ese período. También se sabe que era un alimento popular en Egipto.

 

A diferencia de nuestros antecesores bíblicos, hoy contamos con un amplio rango de legumbres para escoger, rojas, blancas, negras, frijol de carita, garbanzos, frijoles, lentejas, frijol de media luna, arvejas, frijol moteado, frijol blanco y habichuelas verdes. Todas ellas ofrecen la misma clase de beneficios maravillosos para la salud. Por ejemplo, las legumbres en general ayudan a reducir la presión y el colesterol malo que los investigadores modernos aseguran que causa problemas devastadores para el corazón, un riesgo de la salud que era raro para esos que vivieron hace siglos.

 

Las legumbres también contienen químicos que inhiben el crecimiento del cáncer y ayudan a controlar la insulina y los niveles de azúcar en la sangre tan vitales para la buena salud de los diabéticos. En un nivel más rutinario, las judías ayudan a prevenir y a curar el estreñimiento. Pueden detener las hemorroides, impedir que se desarrollen otros problemas relacionados con los intestinos y ayudan a curarlos si ya se sufre de estos padecimientos. En esos tiempos antiguos, las habas o judías y los ajos eran a menudo hervidos juntos, produciendo con esto una versión primitiva de medicina para acabar con los resfriados más persistentes.

 

Usted no tiene que comer las legumbres mañana, tarde y noche para recibir los beneficios. Una taza al día de judías cocidas puede ser todo lo que se necesita, especialmente si su dieta incluye ya alimentos similares, productos que mencionemos en este artículo, los que también sirvan para combatir el colesterol, cáncer y la presión alta. Incluso, ni siquiera las legumbres enlatadas pierden todo su valor terapéutico como resultado de su procesamiento. Se ha demostrado que una lata de frijoles con cerdo disminuye el nivel del colesterol en un 12%. Es necesario advertir que algunas investigaciones indican que los frijoles enlatados pueden aumentar el nivel del azúcar en personas diabéticas. Se recomienda que quienes sufren de este padecimiento consulten primero a su médico por su opinión profesional.

 

También se debe recordar que la mayoría de los productos enlatados contienen mucha sal, de tal manera que si necesita una dieta baja o libre de sodio, revise la etiqueta. Si necesariamente tiene que usar los frijoles enlatados, enjuáguelos con agua para quitarles la sal. Aquí tenemos un informe detallado del poder de las legumbres:

 

• Contienen en forma natural altos niveles de proteínas vegetales. Por ejemplo, 17,9 gramos por taza.

• Esta misma taza contiene 6 a 7 gramos de fibra valiosa.

• Son bajos en grasa y no contienen colesterol.

• Son altos en potasio, hierro y tiamina y bajos en sodio.

 

Justo una taza provee cerca de 12 gramos de complejos carbohidratos o almidones. Eso las convierte en una fuente excelente de energía, lo cual es tal vez la razón de por qué lo necesitaba tanto el ejército hambriento del rey David. Los científicos dicen que durante el proceso digestivo se liberan ciertos químicos naturales que contienen los frijoles, judías y otras legumbres. Ellos, en efecto, retrasan la producción del colesterol malo. Por consiguiente, esos mismos químicos que circulan a través de nuestro sistema cardiovascular, ayudan a limpiar el colesterol malo que de otra forma podría obstruir las arterias.

 

El doctor James Anderson, un notable investigador de la Universidad de Kentucky, está tan convencido del poder de las legumbres que recomienda un mínimo de una taza de judías cocidas una vez al día para ayudar a prevenir las enfermedades del corazón. Dice que incluso entre los hombres de edad madura, el grupo de más riesgo del colesterol peligroso, una dieta que incluya legumbres reduce dramáticamente los niveles de colesterol hasta en un 19%. Un estudio de la Universidad de Minnesota concluyó con resultados similares, cuando se reemplazó el azúcar, el pan y las papas, con una taza de legumbres o frijoles cocidos, el colesterol descendió en un 9 a 19%.

 

Al menos dos participantes con niveles de colesterol bien alto, quienes cambiaron a una dieta de legumbres, sorprendieron a todos cuando sus niveles de colesterol descendieron de 274 a 194 miligramos, una mejoría que aumentó sus posibilidades de prevenir los ataques de corazón. El mismo proceso digestivo que libera los químicos en las legumbres que combaten el colesterol, también produce las importantes proteasas inhibidoras, las cuales son componentes básicos de las legumbres. Las proteasas inhibidoras parecen ser extremadamente efectivas para bloquear la formación de ciertos cánceres incluyendo cáncer del colon y del seno, dos de los cánceres más comunes y mortales que enfrentamos hoy.

 

Todavía no se han llevado a cabo todos los estudios, pero es posible que esas proteasas inhibidoras no sean tan efectivas después que se ha desarrollado el cáncer. Sin embargo, algunos expertos piensan que pueden hacerle un alto a la división de las células antes que progresen y se conviertan en cáncer. Una razón puede ser que las legumbres contienen una sustancia que se convierte en una especie de quimioterapia natural que busca en el cuerpo los indicadores del cáncer y los anula antes que puedan hacer ningún daño.

 

Las legumbres también se encuentran en la lista de otros reguladores naturales. No son una cura rápida y efectiva para el estreñimiento, sino para mantener las funciones intestinales corrientes, a un ritmo saludable. Aparentemente reducen el riesgo de cáncer rectal o del colon, desórdenes intestinales y hemorroides. Son importantes para los diabéticos debido a su habilidad para regular la producción de insulina. Los diabéticos del grupo uno, esos que requieren una inyección diaria de insulina reducen su necesidad de insulina hasta en un 38% con una dieta rica en legumbres. Mientras tanto, en el mismo estudio, la mayoría de los diabéticos del segundo grupo, los adultos que sufren de ataques de diabetes, pudieron suspender por completo las inyecciones de insulina.

 

Receta de la versión moderna del «Pan de Ezequiel»

 

• 4 paquetes de levadura

• 1 taza de agua tibia

• 8 tazas de harina de trigo

• 4 tazas de harina de cebada

• 2 tazas de harina de soya

• 1/2 Taza de harina de millo

• 1/4 Taza de harina de centeno

• 1 taza de lentejas, cocidas y reducidas a puré

• 4-5 Cucharadas de aceite de oliva

• 1/2 - 3/4 Taza de miel

• 4 tazas de agua

• 1 cucharada de sal

 

Disuelva la levadura en una taza de agua tibia y una cucharada de miel. Déjela reposar por diez minutos. Combine los siguientes cinco ingredientes. Mezcle las lentejas, el aceite, la miel y un poco de agua en una licuadora. Colóquelo en un tazón grande de mezclar con el resto del agua. Añada y revuelva dos tazas de harina mezclada. Añada la mezcla de la levadura. Agregue y mezcle la sal y la harina restante. Tome una tabla de amasar y cúbrala con harina y amase allí la masa hasta que esté suave. Póngala en un tazón previamente aceitado. Deje reposar la masa hasta que aumente el doble de su tamaño. Vuelva a amasarla otra vez, córtela y moldéela en la figura de cuatro hogazas. Colóquelas en un sartén engrasado y déjelas que crezcan.

 

Póngalas a hornear a una temperatura de unos 375 grados Fahrenheit durante 45 minutos a una hora. Esa es una versión moderna del pan de Ezequiel.

Nueces

 

Dice Cantares 6:11: “Al huerto de los nogales descendí a ver los frutos del valle...”  Los botánicos hoy creen que el huerto de nogales de Salomón mencionado en la Escritura era un frondoso bosquecillo de nogales.  En ese tiempo las nueces eran muy apreciadas por el aceite que producían, el cual era considerado ligeramente inferior al aceite de oliva, además, como fruto eran deliciosas y sus árboles proveían una madera muy apreciada.

 

El siguiente versículo de Génesis demuestra que las nueces se encontraban entre los tesoros más preciados que uno podía ofrecer: “Entonces Israel su padre les respondió: Pues que así es, hacedlo; tomad de lo mejor de la tierra en vuestros sacos, y llevad a aquel varón un presente, un poco de bálsamo, un poco de miel, aromas y mirras, nueces y almendras” (Gn. 43:11).

 

Según Harold y Alma Moldenke, autores del libro Plantas de la Biblia, «muchas personas poseían huertos de árboles de olivo, pero los reyes también tenían almendras, nueces y pistachos».  En otras culturas, se creía que las almendras eran de buena suerte y buenas para la salud.  Una vez más vemos que no era accidente que las personas en los tiempos bíblicos, quienes incluían nueces en su dieta, no se vieran afectadas por tantos de los desórdenes en la salud que parecen plagarnos en estos tiempos modernos.

 

La tradición de las nueces como un alimento poderoso para la salud continuó hasta la Edad Media.  Las nueces eran consideradas tan poderosas que se las incluía en la prescripción hasta para prevenir la plaga negra que arrasó a Europa durante la Edad Media.  En 1597, el inglés John Gerard dio este consejo en la obra en inglés The Herball or General Historie of Plantas: «Las hojas de ruda, junto con los granos de nuez y los higos triturados, transformados en una masa o pasta, son buenos contra diversas dolencias, epidemias o plagas».  Sabemos que las nueces contienen la mezcla indicada de ingredientes naturales cuyos beneficios incluyen la prevención en contra del cáncer, una reducción en las enfermedades del corazón y la diabetes.

 

Por ejemplo, un estudio reciente realizado en la Universidad de Loma Linda, California, encontró que los adultos con una dieta baja en grasa que comieron dos onzas de nueces cinco veces o más por semana, disminuyeron sus niveles de colesterol en un 12%.  He aquí algunos de los valores nutritivos que contiene una onza de nueces:

 

Almendras

Calorías 174

Grasa 16 g

Carbohidratos 9,5 g

Potasio 95 mg

Proteína 1,3 g

Maní (Seco y horneado)

Calorías 164

Grasa 14 g

Carbohidratos 6 g

Potasio 180 mg

Proteínas 6,6 g

Nueces

Calorías 172

Grasa 17,6 g

Carbohidratos 3,4 g

Magnesio 57,4 mg

Proteínas 6,9 g


Una razón de por qué las nueces son tan nutritivas y tan altamente estimadas entre los alimentos buenos para la salud es que son ricas en minerales importantes, tales como: zinc, cobre, hierro, calcio, magnesio y fósforo.  Por consiguiente, todas las nueces contienen altos niveles de una sustancia que los científicos llaman «inhibidores proteasa», una enzima que actúa como catalizador en la degradación de las proteínas, la cual dicen los expertos, parece encontrarse entre los bloqueadores de cáncer más significativos apenas descubiertos.

 

Un experto en el área de estos inhibidores proteasa, el doctor Walter Troll de la Universidad de Nueva York, dijo que las nueces se encuentran entre los mejores alimentos anticancerígenos que el mundo pueda ofrecer.  De manera interesante, todas las clases de nueces parecen portar los mismos beneficios.  Eso incluye propiamente todas las variedades de nueces, pistachos, maní, almendras, nueces, nueces de Brasil, anacardos, bellotas, castañas y avellanas.

 

Las nueces contienen otra sustancia llamada «polifenol» que los investigadores ahora creen que ayuda a combatir el cáncer antes que comience a propagarse en forma incontrolable a través de todo el cuerpo.  El aceite en las nueces, como es de muchos vegetales, se le considera saludable porque es una grasa polisaturada y tiende a disminuir los niveles de colesterol en la sangre.

 

Mientras tanto, en otras áreas de la salud, el maní es altamente considerado porque ayuda a controlar los niveles de azúcar en el cuerpo humano.  El maní ayuda a estabilizar los aumentos agudos de los niveles del azúcar y de la insulina en la sangre.  Esta es una buena noticia para los diabéticos y otros que deben mantener un nivel cuidadoso y regulado de los niveles del azúcar todo el tiempo.

 

Las diversas variedades de nueces son muy saludables como un alimento para los diabéticos, ya que casi no contienen almidón.  Las nueces en la actualidad son parte de una dieta diaria en los países del área del Mediterráneo, tal como fuera en los tiempos bíblicos cuando Jacob instruyó a Judá para que las incluyera como parte del regalo para José, quien entonces era gobernador de Egipto.

 

Esta tradición antigua de obsequiar nueces como una ofrenda de paz y buena voluntad ha perdurado a lo largo de los siglos.  En áreas actuales de la Tierra Santa, los hebreos se las sirven a sus visitantes junto con los dátiles, higos y uvas.

 

Bendiciones de lo alto

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