¿ESTAS VESTIDO PARA

LAS BODAS DEL CORDERO?

 

Amigo, ¿Cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda?— Mateo 22.12

 

JESÚS CONTÓ la historia de un rey que planeaba una fiesta de bodas para su hijo. Se entregaron las invitaciones, pero las personas «no quisieron venir» (Mt 22.3).

 

El rey es paciente y extiende una segunda invitación. Esta vez los siervos del rey son  maltratados y  muertos. El  rey  se  pone furioso. Los asesinos son castigados y la ciudad es destruida y la invitación se hace, ahora, a todo el mundo.

 

La aplicación de la parábola no es complicada. Dios invitó a los  israelitas, sus  escogidos,  a  ser  sus  hijos. Pero  ellos rechazaron la  invitación. Y  no  solo  la  rechazaron, sino  que mataron a los siervos del Señor y le crucificaron a su Hijo.

 

La consecuencia fue el juicio de Dios. Jerusalén fue incendiada y el pueblo esparcido. Pero la parábola continúa, y el rey hace otra invitación. Esta vez se dio a todos el acceso a la fiesta de bodas: «buenos y malos» (Mt 22.10), o judíos y gentiles. Aquí es donde nosotros, los que no somos judíos, entramos en la parábola. Somos los beneficiarios de la invitación amplia. Y un día estaremos en la entrada del castillo del rey. Pero la historia no termina aquí. Estar a  la  puerta no  es  suficiente. Se  requiere una  ropa determinada. La  parábola   termina con un   párrafo estremecedor.

 

Y saliendo los siervos por los caminos, juntaron a todos los que hallaron, juntamente malos y buenos; y las bodas fueron llenas de convidados. Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. Y le dijo: Amigo, ¿Cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció. Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. Mat 22:10-13

 

Estar a la puerta no es suficiente. Se requiere una ropa determinada

 

A Jesús le encantaban los finales sorpresivos y este sorprende...y  asusta. Aquí tenemos a  un  hombre que estaba en  el  lugar apropiado, rodeado por la gente apropiada, pero como vestía la ropa inadecuada, fue echado de la presencia del rey. «¿Ropa inadecuada?  ¿me estás diciendo que  Jesús se preocupa por la ropa que vestimos?». Aparentemente, así es.

 

Es más, la Biblia nos habla de la ropa exacta que Dios quiere que vistamos. «Vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos dela carne» (Ro 13.14).

 

«Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los  que  habéis sido bautizados en  Cristo, de  Cristo estáis revestidos» (Gá 3.26–27).

 

Esta ropa no  tiene nada que  ver  con  pantalones o  trajes. La preocupación de Dios es con nuestra ropa espiritual. Él ofrece una túnica celestial que solo el cielo puede ver y solo el cielo puede dar. Escucha las  palabras de  Isaías: «En gran manera me  gozaré en Jehová, mi  alma se  alegrará en  mi  Dios; porque me  vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia» (Is 61.10).

 

¿Recuerdas las palabras del padre cuando el hijo pródigo volvió al hogar? Él quería que su hijo tuviera sandalias nuevas, un anillo nuevo, ¿y  qué más? Ropa nueva. «Sacad el  mejor vestido, y vestidle» (Lc 15.22). El padre quería que vistiera la mejor ropa. Tu Padre celestial quiere lo mismo para ti.

 

Permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados.—1 de Jn 2.28

 

A LA MAYORÍA de nosotros nos podría venir bien una ayuda con nuestro vestuario, pero esto de la ropa no tiene nada que ver con lo que la tienda te puede ofrecer. Tiene que ver con lo que Dios  te  da  cuando le  entregas tu  vida a  él.

 

Déjame explicarte. Cuando alguien llega a ser un seguidor de Cristo, cuando confiesa sus pecados y acepta la gracia de Jesús, tiene lugar un maravilloso milagro. La persona ahora está «en» Cristo. El apóstol Pablo se describió como «un hombre en Cristo» (2 Co12.2). Al  referirse a  sus compañeros, los  llamó «mis colaboradores en Cristo Jesús»  (Ro  16.3). La  promesa más grandiosa no es para los más ricos o cultos, sino para quienes están «en Cristo». «Por lo tanto, no hay condenación para los que están en Cristo Jesús» (Ro 8.1, énfasis del autor).  Juan nos anima a  «permaneced  en  él,  para que cuando se manifieste [Cristo] tengamos confianza ... no nos alejemos de él avergonzados» (1 Jn 2.28).

 

¿Qué quiere decir estar «en  Cristo»? La  ilustración de  la ropa es  apropiada. ¿Por qué  o  para qué  usamos ropa?  Hay partes de nuestro cuerpo que queremos ocultar.

 

Lo  mismo puede ser  verdad en  cuanto a  nuestras vidas espirituales. ¿Querríamos que Dios viera todo en nosotros? No. Si así  fuese, tendríamos vergüenza y  miedo. ¿Cómo podríamos esperar ir al cielo con todas nuestras faltas a la vista? Pablo escribió que  la  verdadera vida  «está  escondida con  Cristo en  Dios» (Col3.3).

 

Demos un paso más hacia adelante.

 

Imaginémonos cómo se vería en el cielo una persona que no esté vestida de Cristo. Para bien del análisis, imagina a un ser humano decente. Lo  llamaremos Danny el  Decente. Desde nuestra perspectiva, Danny no tiene problemas. Paga sus impuestos, paga sus  cuentas, atiende a  su  familia y  respeta a  sus  jefes. Es  una buena persona. En  realidad, si  tuviéramos que  vestirlo, lo vestiríamos de blanco. Pero el cielo ve a Danny en forma diferente. Dios ve lo que tú y yo no vemos. Porque cada vez que el Sr. Decente peca, aparece una mancha en su ropa. Por ejemplo, alteró la verdad cuando ayer habló con  su  jefe.  Una  mancha. Aunque levemente, adulteró su informe de  gastos. Otra  mancha. Sus  compañeros estaban murmurando acerca del nuevo empleado y él, en lugar de alejarse, se unió al chismorreo. Otra mancha. Lo que Dios ve es a un hombre cubierto de faltas. A menos que algo ocurra, Danny será el hombre de la parábola, aquel que no estaba vestido con la ropa adecuada.

 

La ropa de boda, como vimos, es la justicia de Cristo. Y si Danny enfrenta a Cristo vistiendo su propia decencia en lugar de la bondad de Cristo, tendrá que  oír  lo  que  el  hombre de  la  parábola oyó.  «Amigo,  ¿Cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda?». Entonces el rey dirá a los que servían: «Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes» (Mt 22.12–13).La verdadera vida «está escondida con Cristo en Dios». ¿Qué pasa  si  Danny cambia sus  ropas y  acepta lo  que  dice Isaías que  «todas nuestras justicias [son] como trapos de inmundicia» (Is 64.6)? Supongamos que va a Cristo y ora: «Señor sácame estos andrajos y  vísteme con  tu  gracia», y  que  también confiesa la oración de este himno: «Desnudo, ven a él por vestido, indefenso, mira a él por gracia». Si lo hace, mira lo que sucede. Jesús, en un acto visible solo a los ojos del cielo, quita la túnica manchada y la reemplaza con su túnica de justicia. Como resultado, Danny queda vestido en Cristo. Y, como resultado, Danny está vestido para la boda. Para citar otro himno: «Sin mancha ante mi Jesús, lavado en sangre de su cruz».

 

Andarán conmigo envestiduras blancas, porque son dignas. Apoc 3:4

 

DIOS HACE  solo una exigencia para entrar al  cielo: que estemos vestidos en Cristo. Escucha cómo Jesús describe a  los  habitantes del  cielo: «Andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. El  que  venciere será vestido  de  vestiduras blancas; y  no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles» (Ap 3.4–5).Escucha  la  descripción de  los  ancianos: «Y alrededor del trono había veinticuatro tronos; y vi sentados en los tronos a veinticuatro ancianos, vestidos de ropas blancas, con coronas de oro en sus cabezas» (Ap 4.4)

 

¿Y  cuál es  la  ropa de  los  ángeles? «Y  los  ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos» (Ap 19.14).Todos están vestidos de blanco. Los santos. Los ancianos. Los  ejércitos. ¿Y  cómo crees que  es  el  vestido de  Jesús? ¿También blanco? Posiblemente. De todas las personas, la más digna de usar una túnica sin mancha, es Jesús. Pero según la Biblia, no es así. Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo. Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE DIOS. Apoc 19:11-13

 

¿Por qué la túnica de Cristo no es blanca? ¿Por qué su ropa está teñida en sangre? Déjame contestarte recordando lo que Jesús hizo por  ti  y  por  mí.  Pablo dijo  sencillamente: «Él  tomó  el  lugar  de nosotros» (Gál 3.13). Jesús hizo más que remover nuestra ropa; él se la puso. Y fue a la cruz vestido con nuestra ropa de pecado. Al morir, su sangre cubrió nuestros pecados. Y  los  limpió. Y  gracias  a  esto, cuando Cristo venga, no tenemos que temer que nos rechacen en la puerta.

 

Pero también es cierto que como iglesia debemos ser hacedores de su palabra y manifestar su justicia con acciones que glorifiquen su nombres. "Y a ella le fue concedido vestirse de lino fino, resplandeciente y limpio, porque las acciones justas de los santos son el lino fino. Apoc 19:8.

 

Solo meditemos profundamente en lo que dijo Jesús,  No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos.— 7.21   

 

 

Fuente: Max Lucado                                                                Bendiciones de lo alto

 

 

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